QADRI REVOLUTION

Tahirul Qadri, el sheij rebelde de Pakistán

Islamabad, 15 de enero de 2013

Con las elecciones a la vuelta de la esquina, un clérigo musulmán amenaza con una revuelta popular para exigir reformas electorales.

Ni los contenedores de carga para bloquear carreteras ni el despliegue de 15.000 agentes de la Policía, impidieron ayer que decenas de miles de personas tomaran la avenida de la Constitución que conduce al Parlamento para  exigir un cambio en el sistema político paquistaní. Al caer la tarde, miles de seguidores del influyente clérigo musulmán, Mohamed Tahirul Qadri, se concentraron en esta larga avenida, bajo un fuerte dispositivo de seguridad, a la espera de la llegada de la caravana, encabezada por el gran líder, que partió desde la ciudad de Lahore.

QADRI REVOLUTIONDesconocido para muchos, este teólogo y jurista paquistaní, nacionalizado canadiense, ha irrumpido como un torbellino en la escena política paquistaní y amenaza con una “revolución” pacifica para exigir reformas en la ley electoral y acabar con la corrupción en las instituciones.

El doctor Tahirul Qadri es el fundador de Tereek Minhaj –ul- Quran, una organización no gubernamental islámica, devenida en partido, que tiene presencia en más de 70 países. Este prominente sheij paquistaní es autor de una histórica fatwa que condena duramente al terrorismo y los actos suicidas.

Con su eslogan revolucionario: “Pakistán libre de feudalismo”,  este islamista moderado denuncia que Pakistán ha perdido el tren de la democracia, y exige reformas electorales para la celebración de unos comicios libres y justos, previstas para mayo.

Con su retórica ha conquistado el corazón de millones de paquistaníes cansados de ver como las grandes familias se reparten el poder en esta república islámica de 190 millones de habitantes.

“¡Queremos el cambio!”, coreaban al unísono miles de manifestantes, ondeando la bandera de Pakistán.

Zisham Ali, estudiante de la Universidad Islámica de Islamabad, aseguró que “estamos aquí no para escuchar un discurso político. Hemos venido, muchos de nosotros desde muy lejos, para no movernos de aquí hasta que el Gobierno escuche las demandas del pueblo”.

“Queremos una vida mejor, queremos nuestros derechos. Estamos hartos de vivir de las migajas del gobierno. No tenemos gas, ni electricidad, nuestros hijos no pueden ir a la universidad porque no tenemos dinero para pagar la matrícula”, denunció Habib, un taxista de Rawalpindi y padre de familia numerosa.

QADRI REVOLUTION“Por fin alguien que viene de fuera ha sido capaz de hablar en voz alta para exigir nuestros derechos”,  exclama Uzman, empleado en un negocio de telefonía móvil. Uzman se refería a la doble nacionalidad de Tahirul Qadri, que ha vivido durante los últimos siete años en Canadá.

No sólo hombres sino también mujeres y niños han participado en la gran marcha contra la corrupción en Islamabad.

“No nos moveremos de aquí hasta cambiar el sistema político. Estamos hartos de políticos corruptos que nos han gobernado desde hace 40 años. Queremos un gobierno islámico e instituciones islámicas como en Egipto. La revolución de la Tahrir empieza ahora en Islamabad”, advirtió Yuma, una maestra de secundaria, simpatizante de Qadri.

 

Tras cuatro días de exhibir el músculo de “su mayoría” a las puertas del Parlamento, el astuto líder religioso ha conseguido que el gobierno paquistaní agachara la cabeza y aceptara la “Declaración de Islamabad”.

Las cuatro demandas del clérigo opositor eran la disolución del las cámaras de Parlamento, de la comisión electoral, reformas electorales y la formación de un gobierno provisional con la participación del Ejército y la Judicatura.

El esperado acuerdo para impedir un torbellino político en Pakistán llegó a las 22.00 horas local, tras siete horas de intensas negociaciones con una delegación del gobierno, enviada por el encausado primer ministro, Raja Pervez Ashraf, en la camioneta blindada de Qadri. El gran orador se dirigió desde su pulpito acondicionado ante decenas de miles de personas heladas de frío y con la ropa mojada por las intensas lluvias.  Los seguidores de Qadri mostraron su estoicismo al permanecer durante cuatro días a la intemperie bajo un frio invernal. La jugada maestra del clérigo fue traer a decenas de miles de mujeres con niños que se convirtieron en el “salvoconducto” para que el ministro de Interior, Rehman Malik, no enviara a los antidisturbios para evacuar la avenida de Qaid-i-Azam. El ministro había dado la orden de desalojo pero el presidente Asif Zardari desautorizó la orden para prevenir una masacre.

QADRI REVOLUTIONCuando parecía que el sheij Qadri se había quedado solo, ya que a nadie de la oposición le interesaba que las elecciones se retrasen, inesperadamente llegó el acuerdo con el Ejecutivo.

“Agradezco el sacrificio de todas las mujeres que han vendido su oro y sus joyas, a de los hombres que han vendido sus casas, sus coches y otras pertenencias para venir aquí”, declaró en urdu el sheij Qadri. Con esa declaración disipó los rumores sobre la oscura financiación de su gran marcha, cuyos fondos millonarios están siendo investigados por la Agencia Federal de Investigación (FIA).

“Esta ha sido la victoria del pueblo”, arengó el clérigo ante la multitud que le vitoreaba.

“Nadie espera que todo cambie de repente, pero este es el principio. Qadri ha dado fuerza a la gente para que pida sus derechos”,  Nazira, una paquistaní educada en Londres.

Cargados de ilusiones, los seguidores del clérigo rebelde regresaran a sus hogares. Pero mañana cuando despierten volverán a su triste realidad diaria, de los continuos cortes de luz, la escasez de gas, los altos precios de la gasolina y los míseros sueldos con los que no pueden llegar a fin de mes.

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