Los doctores sirios, también víctimas de la represión de Asad

Antioquia, 14 de marzo de 2012

La situación en los hospitales en las zonas rebeldes de Siria es tan precaria que apenas tienen anestesias “como mucho para un par de operaciones”, lamenta el doctor Abu Baha que dirige una clínica clandestina en Antioquía.

Las medicinas son escasas y son los propios trabajadores de los hospitales los que tienen que arriesgar sus vidas para ir a buscarlas a otras localidades cercanas donde la presencia del ejército leal al Assad es muy numerosa. “Lo poco que les llega es de manera ilegal a través de la frontera con Turquía”, continúa Abu Baha antes de agregar que “por no tener no tenemos ni frigoríficos. Cuando se necesita hacer una transfusión de sangre la hacemos en el momento, sacamos sangre del donante y la inyectamos al paciente para que no se muera”.

Este médico, de 28 años, de la ciudad de Alepo, que utiliza un nombre falso, se unió a las protestas contra el régimen de Bashar Al Assad durante los primeros meses de la revolución en Siria.  “Éramos muy activos y después los servicios de inteligencia nos localizaron. Entonces decidí marcharme del país y crucé la frontera de forma ilegal a Turquía”, explica el doctor.

“El gobierno ilegítimo de Siria persigue a los médicos y nos considera, a sus propios ojos, unos criminales. Yo estoy seguro aquí en Turquía pero temo por mi familia que está en Alepo.  El gobierno intimida y amenaza a los familias de los doctores”, denuncia Abu Baha, que detalla que en Homs “han asesinado a varias familias de médicos”.

“Cualquiera que ellos consideren sospechoso van a la casa e intimidan a la familia para que revelen que clase de actividades llevan a cabo. No sólo médicos, sino cualquier persona sospechosa la familia es intimidada, torturada y humillada”, prosigue el doctor.

Abu Baha forma parte de una red clandestina de médicos sirios en Antioquía del país, y se dedica a llevar los casos de los heridos por disparos del régimen que son evacuados por el Ejército Libre de Siria a las ciudades fronterizas de Turquía.

Además, su asociación recibe donaciones de sirios que están en la diáspora y que apoyan a la revolución, y organizaciones humanitarias les ayudan con los suministros médicos.

Una decenas de heridos graves, la mayoría desertores, están ingresados en la planta cuarta del hospital Defne de Antioquia.

El cabo Maher, de 20 años, rehusó cumplir las ordenes de sus superiores cuando le obligaron a abrir fuego en una manifestación contra el régimen en una localidad de la provincia de Idlib.  Su desobediencia le costó una paliza con su propio fusil, y tres disparos, en el hombro, la espalda y la pierna derecha. Maher fue rápidamente evacuado por el Ejército Libre de Siria y ahora se recupera de sus heridas de bala en el hospital.

“Nos dijeron que teníamos que disparar contra terroristas, pero allí sólo había manifestantes desarmados. Me negué a matar a mis hermanos, y en represalia me pegaron una paliza y luego iban a ejecutarme. Gracias a Dios sólo resulté herido de gravedad, y si el Ejército Libre no me hubiera trasladado a Turquía a un hospital, estaría muerto”,  lamenta Maher en la cama del hospital.  Cómo la mayoría de los desertores tiene miedo a revelar su identidad o a mostrar su rostro ante una cámara, porque sabe que de hacerlo su vida y la de su familia correría peligro.

En la habitación contigua, otro joven de unos 19 años se retuerce de dolor. Su cuerpo está cubierto de vendajes para que puedan cicatrizar sus heridas.  Dice llamarse Ahmed y fue sometido a una delicada intervención quirúrgica porque tenía partes cuerpo en carne viva. “Le tuvieron que trasplantar tejido en el tobillo porque sólo le quedaba el hueso”, explica un familiar que también se encuentra en la habitación, mientras nos  enseña las imágenes que tomó con un teléfono móvil momentos después de la explosión. “Nos rodearon con tanques y nos bombardearon”, agrega Ahmed que apenas puede hablar.  Ocurrió hace 20 días en la localidad de Kafar Nabod en la provincia de Hama. Las fuerzas del régimen atacaron con fuego de artillería a un grupo de opositores que se habían concentrado para una protesta y mataron a 14 personas e hirieron a otros 21.  Ahmed estaba haciendo el servicio militar en Deraa y desertó hace cinco meses para unirse al Ejército Libre en Hama.

“Los casos más comunes que recibimos son por culpa de municiones ilegales. Una vez penetra dentro del cuerpo explota provocando heridas muy graves afectando, incluso a órganos vitales. Muchas de las heridas no las podemos tratar llegando a tener que amputar los miembros afectados porque están destrozados”, afirma el doctor Hassan Nayer, que hace el seguimiento de los heridos que entran ilegalmente a Turquía.

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