suicide bombing in Swat

La reeducación de los niños bomba paquistaníes

Mingora, Valle de Swat, 07 de julio de 2011

Han pasado 11 meses desde que Mohamed fue rescatado por el Ejército de uno de los campos de entrenamiento para terroristas suicidas del grupo paquistaní Tehrik -e-Taliban (TTP) en el valle de Swat en Pakistán. Sin embargo, cada noche regresa a su mente la misma pesadilla. Este adolescente de 16 años fue secuestrado en abril del 2008 por unos desconocidos armados a la salida del colegio en Mingora, capital del valle de Swat, que estuvo bajo control de los insurgentes desde el 2007 hasta julio del 2009, cuando los militares lograron expulsarlos.

“Unos tipos que empuñaban un Kalashnikov se acercaron a mí y me amenazaron con matarme si no me unía a ellos”, explica Mohamed, que detalla que en el campamento lo obligaron a trabajar como cocinero, o cavando agujeros en la carretera mientras recibía asiduas palizas.

Según el joven, no había manera de escapar. “Me lavaron el cerebro y me convencieron de que atacara al Ejército paquistaní porque era aliado de Estados Unidos”.

Mohamed fue adoctrinado en la disciplina talibán y recibió entrenamiento en combate y manejo de armas. En el campamento había unos 100 reclutas adolescentes entre los 14 y los 17 años.

“Primero nos obligaban a recitar el Corán durante muchas horas al día sin darnos nada de comida o bebida. Un mulá nos explicaba que la Yihad es matar a los enemigos del islam y que los miembros de las fuerzas de seguridad y del Ejército eran unos infieles, y por ello, había que matarlos”, explica el joven.

Los que llevaban más tiempo eran enviados a las áreas tribales de Pakistán y el vecino Afganistán para actuar como vigías y detectar un convoy del Ejército o de la Otan para atacarlo. Otros tuvieron que recorrer los pueblos donde habían vivido una vez, “en busca de más jóvenes reclutas”, recuerda Mohamed.

“Lo único que todos teníamos en común era la creencia en la justicia de matar”, asevera el ex recluta, antes de agregar que todos esperábamos la muerte antes de llegar a la edad adulta”.

Ahora Mohamed intenta superar aquel trauma en la escuela Mishal en la localidad de Barikot, cercana a Mingora. Otros adolescentes reclutados por los talibanes reciben tratamiento en el centro Sabaoon (que en pashtu significa la primera luz del Alba), situado en el distrito de Malakand, al noroeste de Pakistán.

El centro de rehabilitación Mishal, gestionado por el Ejército paquistaní, abrió sus puertas en septiembre del 2010 para ayudar a cientos de jóvenes y adultos destinados a convertirse en bombas humanas. Aquí, los psicólogos y terapeutas les enseñan a que la vida es mejor opción que la muerte.

“Las terapias consisten en un conocimiento real sobre el islam, comportamientos sociales, tratamiento psicólogico para convertirse en mejores personas. Son jóvenes que están psíquicamente trastornados y necesitan una buena disciplina para recuperar la normalidad”, explica el psicólogo Faisal Montash.

Según Montash   muchos niños se sintieron atraídos por “la arrogancia de los combatientes islámicos de pelo largo”. Otros, fueron llevados a la fuerza por la noche por los insurgentes que reclamaban reclutas y dinero a los aldeanos. Algunos, incluso, “fueron vendidos por sus padres por 25 mil rupias (unos 200 euros)”, que es el precio que pagaba el TTP por un adolescente sano.

Para la mayoría de ellos, Mishal es la primera escuela apropiada a la que han asistido. Aulas con pupitres y una pizarra para dar clases de inglés, matemáticas, historia y religión. Un campo de tierra para jugar al voleibol y al cricket. Una sala con ordenadores para aprender informática y un comedor para hacer tres comidas al día.

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