Gujrat: el Raval de Pakistán

Gujrat, 02 de enero de 2011

Si se volviera a construir la torre de Babel en algún lugar del mundo, éste sería sin duda Gujrat. En esta localidad, al norte de Punjab, se habla alemán, sueco, inglés, francés, italiano y español, entre otros idiomas, pues sus habitantes llevan tres décadas emigrando a Europa y Estados Unidos.  Los gujratis han emigrado tanto y a tantos lugares que, como los gallegos,  se dice que hay “gujratis” hasta en la luna.

Situada entre dos famosos ríos, Jhelum y Chenab, esta antigua ciudad paquistaní  de más de dos millones y medio de habitantes es una de las más prósperas,  gracias al dinero que mandan los emigrantes a sus familias.  Modernos centros comerciales, restaurantes de lujo y grandes mansiones han florecido con las remesas  de los inmigrantes en Europa.

La migración paquistaní hacia España comenzó en la década de los noventa, aunque el primer ciudadano de Gujrat, Taher Chaudry, llegó a Barcelona en 1976. Casi el noventa por ciento de la comunidad paquistaní de Barcelona proviene de esta localidad punjabí. En total, unos 80.000 vecinos de Gujrat  viven hoy en día en el Raval, Rambla Prim y Poble Nou.

“En mi vecindario, ocho de cada diez familias tiene un pariente en Barcelona”,  nos explica Mehr Irfan, de 30 años de edad, que emigró a Barcelona hace doce años con una oferta laboral en un negocio de su tío.

Su nuevo trabajo de taxista en Barcelona le permite regresar  a su país a menudo. “Gano cerca  de 2000 euros al mes y, al ser autónomo,  puedo venir aquí varias veces al año y quedarme un mes entero para ayudar a mi padre con su empresa de coches de alquiler y gasolineras”,  detalla este paquistaní residente en Barcelona.

En esta época del año, son muchos los emigrantes que regresan a Pakistán para celebrar la Fiesta del Cordero con sus familiares.

“Salam alekum”-saluda Irfan a un vecino-, y le pregunta en castellano: “¿La familia bien? ¿Cómo le va a tu hermano en Barcelona?”.

Unas calles más adelante, decenas de personas se agolpan en la puerta de un local.  Se trata de una rudimentaria consulta de un pseudomédico  o curandero que recoloca los huesos fracturados.  Ijtisham, de 32 años de edad, ha vivido 10 años en Barcelona, trabajando siempre en la hostelería o de portero de discotecas.  “Ahora, debido a la crisis, no encuentro trabajo y he tenido que regresar a Gujrat”,  dice en perfecto castellano. “Ayudo a mi padre en la clínica. Desde generaciones mi familia se dedica a esto. Nosotros curamos fracturas sin necesidad de hacer radiografías ni colocar escayolas en los huesos rotos”, explica el curandero, mientras manipula con sus expertas manos el tobillo dislocado de una mujer.  “Aquí ayudamos a la pobre gente que no puede pagar un tratamiento médico”, agrega Ijtisham, que espera poder volver a Barcelona en unos meses para buscar trabajo de nuevo. “Me gusta vivir en Barcelona; la gente me trata bien. Los españoles no son racistas con los emigrantes”, abunda el inmigrante paquistaní.

Sin embargo, la crisis económica no afecta a todos de la misma manera.  Asif Nadim, de 31 años,  dice que “en tiempos de crisis es más fácil montar un negocio en España”.  “Los bancos te dan todo tipo de facilidades y el Gobierno español te da rápidamente la licencia”, explica Nadim, dueño de una cadena de supermercados en Poble Nou y socio de un bingo.

A pesar de que los gujratis están acostumbrados a vivir en el extranjero son impermeables a otras costumbres, permaneciendo fieles a sus prácticas y tradiciones.

Como musulmanes, sus mujeres no pueden trabajar y deben cubrirse la cabeza ante la presencia de otro hombre.  Los Gujratis procesan un Islam moderado, influenciado por el rito sufí , y son fieles devotos de los santones sufíes Zharat ShahDola y Kawa Wali Sarkar (el Señor de los Cuervos),  cuyas tumbas se han convertido en dos grandes centros de peregrinación popular.  Los fieles acuden a “pir” ShahDola para que bendiga el nacimiento de su primer hijo o para que cure enfermedades.

Si hay algo que diferencia a los gujratíes del resto de paquistaníes es la afición al Barça  y eso sí que lo han importado los inmigrantes que viven en Barcelona. En el estadio de Gujrat se puede ver a los chavales jugando al fútbol o al cricket con la camiseta del equipo blaugrana.

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