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Gaza recupera la normalidad

Gaza, 23 de enero de 2009

A los palestinos no les queda más remedio que mirar hacia delante porque saben que no sirve de nada echar la vista atrás. Así, los habitantes de Gaza intentan, a marchas forzadas,  recuperar su gris normalidad en medio de un territorio asolado por 23 días de ofensiva militar israelí. Pero a pesar de su tenacidad por sacar la vida adelante, algunos gazaníes han perdido ya las ganas de vivir. Ouad, un taxista, nos confiesa que está harto de vivir así. “No respeto a Hamas ni al presidente (de la Autoridad Nacional Palestina) Mahmud Abbas. Ellos han convertido la franja de Gaza en una prisión”, sostiene, mientras agrega que “hace siete años la vida era normal, viajábamos a Jerusalén, el aeropuerto internacional de Rafah estaba abierto (…) Ahora sólo podemos esperar a que nos llegue el día de la muerte”.

Este palestino da “gracias a Dios” porque ni su vivienda ha sido dañada, ni ha perdido a ningún miembro de su familia durante la operación “Plomo Fundido”. Los habitantes de Rafah son los que menos han sufrido la escasez de combustible y de suministros alimenticios porque tenían reservas, gracias al contrabando de mercancías que entra a través de los túneles excavados en la frontera con Egipto. Pero debido al bloqueo económico impuesto a Gaza desde 2007, a los palestinos les resulta muy complicado pagar la mayoría de los productos por su elevado precio. “Desde el otro lado entran toda clase de mercancías, pero la gente no puede comprar ni medicamentos ni carne”, insiste el taxista.

Las más castigadas han sido las localidades del norte de la franja, donde la devastación se hace evidente. Centenares de mezquitas, escuelas y la mayoría de las oficinas de la policía de Hamás han sido bombardeadas por la aviación israelí, además de algunas zonas residenciales.

En Atatra, cerca de Beit Lahia, un vecino se queja de que su casa fue alcanzada por un proyectil cuando la aviación israelí atacó una escuela de la ONU que, supuestamente, fue utilizada por milicianos islamistas para lanzar cohetes.

Abdel Karim Mohamed Shaban asegura que se trató de una bomba de fósforo, mientras nos enseña los destrozos causados en su vivienda. Sus cuatro hijos están ahora en el hospital general de Shifa, ingresados por quemaduras causadas por el fósforo blanco. “No soy de Hamás, soy una persona honrada. Lo he perdido todo y tengo a mi familia en el hospital”, explica. Ahora Abdel Karim está viviendo en uno de los colegios de la UNWRA  -La agencia de la ONU para los refugiados palestinos-, que han sido habilitados para acoger a los palestinos se han quedado sin vivienda.

El movimiento islamista ha prometido ayudas económicas a las víctimas de la ofensiva israelí en Gaza y a sus familiares, tal y como lo hizo la milicia chií Hizbulá en Líbano, después de la guerra del verano del  2006.

Según un portavoz de Hamás, las familias cuya vivienda haya sido completamente destruida recibirán más de cinco mil dólares y dos mil quinientos en el caso de que sólo haya resultado parcialmente dañada. Se calcula que los bombardeos israelíes causaron la destrucción total de 4.000 viviendas, y parcial de unas 20.000.

Halima, se muestra incrédula ante esta medida, sentada en una silla frente a la montaña de escombros a la que quedó reducida su casa en el campo de refugiados de Yabalia.  “¿Cómo es posible que Hamas disponga de tanto dinero?”, dice en referencia a los casi 40  millones de dólares que quieren destinar a esas ayudas.

“Yo no quiero dinero, lo que quiero es vivir tranquila en mi casa con mis hijos. Aquí no hay futuro ni vida para ellos”, se lamenta.

La campaña de ayudas del movimiento islamista incluye también indemnizaciones por un valor de más de 1000 dólares a las personas que han perdido a algún familiar.

En una cama de la sala de Cuidados Intensivos del Hospital de Shifa está Sabah Abu Halima, deprimida y hundida porque ha perdido a su marido y  a cuatro de sus hijos, el menor de ellos con tan sólo un año y tres meses de edad. Su cuerpo está cubierto de apósitos para calmarle el dolor de las heridas. “No solo mi piel está quemada sino también ni corazón” explica con la voz quebrada, mientras maldice: ¡Ojalá  Israel arda en el infierno; Sólo los perros matan niños!

A Sabah le servirá de poco que Hamas le dé unos miles de dólares por su marido y sus hijos muertos.

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