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Gaza: nuevos cambios, nuevos sueños, nuevas decepciones

Gaza, 25 de enero de 2006

En la mañana del 28 de septiembre de 1987, en el campo de refugiados de Jabalia, al norte de la ciudad de Gaza,  un grupo de palestinos, indignados, que venía de enterrar a diez compañeros, que habían muerto aplastados dentro de un autobús por un camión blindado de las fuerzas militares de ocupación, arrojó piedras contra un vehículo militar israelí, cuando salía del cuartel. De aquel acto de rebeldía nació la primera Intifada.

Este campamento de refugiados, el mayor de la franja de Gaza, con 120.000 habitantes y una tasa de paro del sesenta por ciento, se resume en un amasijo de casas destartaladas, con tejados sin terminar, y cientos de callejuelas todavía sin asfaltar. Los palestinos de Jabalia son personas resignadas, endurecidas por las dificultades que han tenido que sobrellevar a lo largo de cuarenta años de ocupación, de incursiones constantes de tanques israelíes, que derribaban a su paso hogares y negocios.

Orgullosos de su tradición militar y protagonistas de la resistencia armada, estos palestinos miran con esperanza  hacia el futuro,  en estos días de ajetreada actividad política en los que se forjan los asientos de la nueva Cámara Legislativa Nacional, crucial para la creación de un Estado Palestino independiente.

Al contrario de Cisjordania, la franja de Gaza es el feudo de Hamás,  como se ha podido ver en las multitudinarias concentraciones de simpatizantes del movimiento islamista para apoyar a sus líderes, quienes han prometido acabar con “la corrupción” del actual gobierno de Al Fatah y “no venderse a los intereses de Israel”.

La sociedad civil Palestina, cansada de ver como los políticos dirigentes se interesan sólo en llenar sus arcas particulares, encuentra en los grupos islamistas un fuerte apoyo social y cierta protección. Y esta es, sin duda, el arma que utiliza Hamás para ganarle ventaja al partido oficialista de Al Fatah.

Pero detrás de las banderas verdes de Hamas o amarillas de Al Fatah, que cuelgan de los balcones de los edificios, de gorras con el lema “El Islam es la solución” y  carteles electorales,  emerge el espectro de la pobreza, la inseguridad ciudadana y la violencia, que se ha saldado con la vida de miles de palestinos.

Jalil Mustafa Hasan, jubilado de 60 años, perdió a uno de sus seis hijos el 1 de octubre de 2004, cuando en una ofensiva israelí un misil le hizo saltar por los aires. Lo explica con voz apagada, mientras recuerda que su hijo Walid, por entonces, tenía 24 años y acababa de terminar  la carrera de Ingeniería en la Universidad Islámica de Gaza. Pero Jalil no sólo ha perdido un hijo, si no que además, el benjamín, Nabil, de 22 años, sufrió un accidente hace mes en una explosión, cuando se estaba celebrando una concentración de Hamás, con motivo de las elecciones. “ Es un camino sin esperanza, no quiero que gane Hamás, prefiero que siga Al Fatah, porque ha empezado el proceso de paz. He perdido un hijo y otro está herido, quiero que haya buenas relaciones con Israel”.

Nabil, que había regresado de Moscú, donde estudia Electrónica, para asistir a la boda de otro de sus hermano, se encontraba, por casualidad, en el lugar donde estalló un coche cargado de material explosivo y sus piernas quedaron destrozadas, al igual que su futuro, pues le queda un año de rehabilitación, si no se queda inválido. “Me arrepiento de haber venido y de haber andado aquel día por la calle“, sentencia, al tiempo que añade pesimista, “si sigue la situación así, qué voy a esperar a perder las manos ahora”.

Nabil ha sido sometido a dos operaciones en Israel, pues en Gaza, no hay ningún hospital que realice operaciones de trasplantes de huesos. Sólo hay un centro especializado en rehabilitaciones físicas, con 53 camas, que recibe fondos del Banco Internacional y de organizaciones internacionales a través de varias asociaciones locales.

No menos pesimista, Fatma, la madre de Nabil, una mujer de mediana edad, vestida con un “hiyab negro“, con el cubre su rostro cansado, exclama “¡Qué voy sentir después de haber perdido un hijo y tener a otro herido!”. Cada día que pasa es peor que el anterior, asiente dolorida.

Igual de negativa es la visión de Salem, el cuarto de los hermanos, de 33 años, casado y con tres hijos pequeños. Este palestino es dueño de una farmacia, pero busca otro trabajo, porque, según explica, “la gente no tiene dinero y no puede comprar los medicamentos”. Para Salem, “habrá cambios, seguro, pero para peor”.

Estos testimonios representan a una parte de la sociedad Palestina, castigada por la injusticia del conflicto, mientras que la otra, forma parte de una larga tradición de combatientes, orgullosos de servir a la Resistencia contra la ocupación de Israel.

Así lo explica  Mahmud Rasaina, de 24 años, casado, con dos hijos, y sin trabajo. “ Mis hermanos, Aiman y Utman, son mártires que han entregado su vida a la Causa Palestina”. El primero de ellos, era de la Yihad Islámica y se suicidó el 13 de febrero de 1997, cuando tenia 25 años. Su esposa, Mariam, viuda y con tres hijos, volvió a casarse con el segundo de los hermanos, Utman, que era activista de Hamás. Con la mujer de su hermano tuvo tres hijos, a los que dejó huérfanos en 2002. Mariam se quedó sola de nuevo y al cargo de seis hijos.

La Yihad Islámica construyó para la viuda y sus seis hijos la casa en la que ahora también vive Mahmud y su familia. El hijo mayor de Mariam, Islam de 15 años, dice que quiere seguir el camino de su padre, Aiman, porque “se siente orgulloso de que haya muerto como mártir”.

Por su parte, Mahmud, que aunque no se declara abiertamente combatiente, considera la lucha armada “un derecho” mientras siga la ocupación, mira con desconfianza al movimiento islamista de Hamás, pues, al igual que otros muchos activistas palestinos, la entrada de los islamistas en política, traiciona a las demás facciones armadas.

“ Si Hamás  pacta con Al Fatah para entrar en el Gobierno y renuncia a las armas, todos los sacrificios de los mártires y la Resistencia no habrán servido de nada“, asegura. “No hay negociaciones con Israel, todos los acuerdos y las treguas no han servido de nada”, sentencia, al tiempo que añade que “no estamos dispuestos a darle la mano al enemigo. La retirada de Gaza ha sido gracias a la Resistencia”.

Según Mahmud, “hoy en día no se puede considerar que la Intifada haya terminado, porque tarde o temprano, tanto Al Fatah como Hamás volverán a la Resistencia. Pero Hamás, al haber intentado el camino político, “no tendrá el mismo apoyo“, advierte.

Las consecuencias de la victoria de Hamás, en las recientes comicios, abren nuevas incógnitas sobre el futuro de sus relaciones con occidente y  el resto de las facciones armadas. Al Fatah ha aceptado gobernar en coalición con el movimiento islamista, pero para ello tendrá que negociar con Israel, algo que por el momento se niega tajantemente.

“No habrá más negociaremos con Israel. No han sido más que fracasos. Sólo paso a paso con la Resistencia, hemos liberado Gaza de la ocupación israelí, y lo mismo haremos con Cisjordania”,  explica Mosher El Masri, de 29 años, el político más joven y portavoz del movimiento integrista.

Sin embargo, la apertura del paso de Rafah ha sido gracias a un acuerdo entre Israel y Palestina. Según El Masri, Hamás no va a perjudicar a la sociedad Palestina, por lo que plantea encontrar otra vía alternativa  a las negociaciones políticas con Israel. “Lo que queremos es mejorar la situación, no empeorarla”, sostiene.

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