Entrevista Alaa al Aswani

El Cairo, 30 de enero de 2009


OLYMPUS DIGITAL CAMERAEl escritor egipcio Alaa al Aswani dice que una novela es como una historia de amor: “hay que amarla, sentirla y sobre todo vivirla”.

Aswani, autor del best seller “El edificio Yacubian”, publicada en castellano por la editoral Maeva, volverá a cautivar a los lectores españoles con su segunda exitosa novela “Chicago”, también de Ediciones Maeva, que ya se encuentra en las librerías del país. En esta ocasión, el autor se traslada hasta la ciudad estadounidense que da título al libro para mostrarnos Egipto desde el exilio.

En sólo un año ha vendido 130.000 copias en Egipto, muchas más que con su anterior novela.

“Chicago”, al igual que “El edificio Yacubian”, se llevará a la gran pantalla, pero esta vez la película será una coproducción de Hollywood y Egipto.

-¿Por qué escogió Chicago como escenario de su novela?

Hace tiempo que quería escribir sobre mi experiencia en Estados Unidos, sobre mi etapa de estudiante de medicina en la Universidad de Illinois. Tras el 11-S encontré el pretexto para poder retomar la idea de mi novela: el conflicto cultural de los árabes en Estados Unidos. Bajo ese contexto creé una serie de personajes, emigrantes y universitarios egipcios, que dieron vida a la obra. A través de sus vidas el lector conoce problemas de la sociedad egipcia como la corrupción, el fanatismo, el antisemitismo, la lucha intrínseca entre las tradiciones y la modernidad.

-Usted afirma que la enfermedad del mundo árabe es la dictadura; ¿cree que esa dolencia tiene cura?

El principal problema de Egipto es el régimen, pero soy optimista y confío en que con la lucha social hay posibilidades de cambiar la situación. En Egipto hay muchos movimientos sociales que trabajan para implantar la democracia. Además de la plataforma por el Cambio “Kifaya” (Basta), de la que soy miembro, están los sindicatos de médicos, jueces y periodistas que ejercen una fuerte oposición al régimen.

En Chicago, todos los síntomas de esa enfermedad se concentran en Ahmad Danana, el presidente de la Unión de Estudiantes egipcios de la Universidad de Illinois. Danana es un joven corrupto, sin principios, cuya única meta en la vida es el poder. Él representa a la elite política de Egipto.

Si en mi país hubiera una democracia, la gente como Danana no tendría futuro.

-En su novela también habla del antisemitismo ¿Qué opina usted de las relaciones de su Gobierno con Israel?

Lo primero que quiero aclarar es que yo no soy antisemita, pero estoy en contra de la política israelí hacia el pueblo palestino. También critico la política de Arabia Saudita y no por ello son antimusulmán. Yo admiro la cultura judía. De ella han salido grandes humanistas, escritores y médicos. El problema es que cuando criticas al estado de Israel, rápidamente se te acusa de antisemita.

La actitud de favoritismo hacia Israel por parte del Gobierno egipcio es intolerable. Occidente apoya a los dictadores árabes porque sabe que la democracia en el mundo árabe representa un peligro para el Estado hebreo. A Estados Unidos no le interesa que haya ningún gobierno democrático en Oriente Medio porque sería el fin de su hegemonía en la región

- ¿Qué vendrá después de Mubarak?  ¿Tomará las riendas del poder su hijo Gamal o el movimiento opositor de los Hermanos Musulmanes?

El pueblo egipcio no aceptará jamás que Gamal herede el poder de su padre. Para que Egipto pueda crecer políticamente necesita un sistema democrático y unas  instituciones fuertes. El cambio está en nuestras manos, y si la sociedad egipcia eligiera democráticamente a los Hermanos Musulmanes, yo lo aceptaría porque lo ha elegido la mayoría, aunque personalmente no comparto su programa político.

- ¿Teme usted que la sociedad egipcia pueda radicalizarse?

Las dos grandes luchas a las que se enfrenta Egipto son la de la democracia y la de la tolerancia cultural. La sociedad civil de finales del siglo XIX era mucho más abierta y adelantada que la actual. Egipto fue el referente político y cultural del resto de países árabes: tuvimos la primera mujer en el Parlamento y el primer teatro del mundo árabe.

Sin embargo, todo cambió a partir del presidente Anuar Sadat. Sadat jugó con la religión; él dijo en un discurso que era el primer presidente musulmán de un país musulmán.

La revolución islámica de Irán también fue muy peligrosa. Arabia Saudita se sintió amenazada por el auge del chiísmo y pagó millones a los países suníes para implantar el wahabismo –una de las corrientes más fuertes y radicales del Islam-. También la emigración de trabajadores egipcios al país del Golfo durante los años 80 hizo que la sociedad egipcia se volviera más religiosa.

Reconozco que estamos atravesando por unos momentos muy difíciles de nuestra historia actual: la corrupción política, la pobreza, la falta de un sistema judicial independiente son elementos peligrosos que conducen a la radicalización de la sociedad.

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