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Emigrantes africanos atrapados en la Libia revolucionaria

Benghazi, 02 de marzo de 2011

Los rumores de mercenarios africanos pagados por Gadafi para atacar a civiles han provocado un sentimiento racista hacia la comunidad inmigrante negra. Muchos africanos piden ser evacuados pero no reciben respuesta de sus embajadas. Los trabajadores africanos prefieren a Gadafi que el caos que se vive en el Este de Libia independiente.

Musa Abu Beida, de 31 años, emigró a Libia en 2005. Este ingeniero nacido en el norte de Chad trabajó en una empresa de exportación turca en Zawiya durante dos años, pero se vio obligado a abandonar el oeste libio debido a los violentos ataques racistas contra la comunidad africana que se produjeron en Trípoli y Zawiya en 2007, que se saldo con centenares de muertos. Después encontró otro trabajo en la firma de ropa deportiva “Fila” en Benghazi donde reside actualmente. Ahora se encuentra en la misma situación que cuatro años atrás. Desde hace diez días no ha salido de las oficinas de la compañía por temor a que pueda ser atacado por sus vecinos. Los rumores de que el presidente Muamar Gadafi utilizó a centenares de mercenarios africanos para atacar a los rebeldes y sofocar las protestas contra su régimen ha provocado sentimientos racistas contra los inmigrantes negros.

africanos4_webA 15 kilómetros, a las afueras de Benghazi, se encuentra el cinturón industrial de la ciudad, conocido como “Al Sinaiyya”. Aquí viven alrededor de un millar de inmigrantes de Ghana, Chad, Sudán y Etiopia, principalmente, que trabajan en las fábricas de los suburbios de la capital de la Cirenaica. A finales de los 90, cuando Gadafi ocupó la presidencia de la Unión Africana permitió la entrada a decenas de miles de emigrantes del África negra que constituyen la mano de obra barata del régimen.  La mayoría vive en condiciones precarias, sin seguridad social, ni garantías laborales, que sobreviven con unos cuantos dinares que ganan al día. Ahora, las fabricas han cerrado y todos están sin trabajo.

“Estamos atrapados, sin poder salir de está cloaca, y sin apenas comida”, critica Abu Baker de Sudán. Hace tres años abandonó Darfur con la esperanza de una vida mejor.

“Ahora no puedo regresar a mi casa ni tampoco me puedo quedar aquí, porque tengo miedo por mi vida”, lamenta este emigrante que asegura no tener nada que ver con el ejército de mercenarios pero que los vecinos de Benghazi lo tratan como si “fuera un criminal”.

Ibrahim Buba, de 46 años, nacional de Ghana, salió de la cárcel el sabado, tras cumplir una condena de cuatro meses por “beber unos vasitos de vino” en la jornada de trabajo. Buba asegura que “no ha visto a ningún mercenario en prisión”. La noche del domingo se llevó un susto de muerte: “salí a comprar cigarrillos y al cruzar a pie por la carretera, un furgoneta se detuvo a mi lado y salieron de ella un grupo de jóvenes con palos, me tiraron al suelo, me pegaron una paliza y después, me llamaron perro de Gadafi”.

Adem Atoma Idris, sudanés de de 67 años, lleva en el país tanto tiempo como Gadafi en el poder. Personalmente, no tiene nada en contra del dictador y en cuanto a la revuelta considera que “son problemas internos”. Con la boca pequeña dice que “prefiero a Gadafi a esta situación de caos. Yo he vivido tranquilo todo este tiempo y ahora no se que voy a hacer con mi vida”.

Muchos de los emigrantes africanos están pidiendo ayuda a sus respectivos consulados y embajadas para ser evacuados pero “no hay respuesta”, critica otro sudanés que se identifica como Omar.

africanos3_webQuizás, en un intento de mostrar unidad en la Libia revolucionaria, a medida que los militares están desertando del Ejercito Nacional en el este de Libia, la población civil prefiere señalar con el dedo a los mercenarios africanos que responsabilizar a los oficiales que, aunque digan lo contrario, tiene las manos manchadas de sangre. La palabra mercenario es la más utilizada estos días entre los rebeldes libios y los inmigrantes africanos son señalados como el enemigo y están siendo sistemáticamente perseguidos.

Como si se tratara de una caza de brujas, unas simples botellas de alcohol encontradas en un lugar abandonado son prueba suficiente para decir que allí hubo mercenarios.

En la ciudad de Benghazi, jóvenes voluntarios se dedican a vigilar las calles en busca de mercenarios y cualquier africano negro es susceptible de serlo.

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