El paso fronterizo de Rafah: Un corredor hacia la libertad

Rafah, 29 de mayo de 2005

Tras 38 años de ocupación israelí los palestinos asumen el control de su primera frontera internacional.

Gracias a la intervención de la secretaria norteamericana Condoleezza Rice,  el pasado 16 de noviembre la Autoridad Nacional Palestina e Israel sellaron un acuerdo que permitió la reapertura del paso fronterizo de Rafah, cerrado desde la retirada israelí de los territorios de Gaza en septiembre.

La unión Europea lleva a cabo una misión de supervisión, compuesta por setenta agentes internacionales, quince de ellos españoles de los cuerpos de Seguridad del Estado.

Rafah-  A primeras horas de la mañana del 25 de Noviembre la carretera que conduce al terminal fronterizo de Rafah, en el lado egipcio, se convirtió un río de personas, maletas y bultos, escampados a ambos lados del camino. Ni el calor asfixiante de cuarenta grados, ni la carencia de infraestructuras, no había ni un solo lugar donde resguardarse de la inclemencia del sol, ni una fuente donde refrescarse en aquel paraje desértico, consiguió borrar la sonrisa de los más de un millar de palestinos que aguardaban pacientemente a que llegara el ansiado momento de ver abrirse de nuevo la frontera, tras permanecer cerrada tres meses. Algunos,  los más precavidos, llevaban esperando ya desde la noche anterior o incluso todo un día. Pero sus ilusiones se desvanecieron a medida que fue cayendo la tarde, pues la gran puerta de metal que separa en dos la ciudad de Rafah permaneció cerrada.

Quizás fueron las enormes ganas de cruzar libremente al otro lado o tal vez la falta de información, por parte de las autoridades egipcias, lo que llevó a estos mil palestinos a precipitarse al día de la apertura. El error fue confundir la ceremonia de inauguración que estaban celebrando los representantes políticos de los gobiernos implicados al otro lado, en la franja de Gaza, con la apertura oficial.

Abd el Hamid Mahmod Kishta, un palestino de 65 años vestido con la qufiyya roja, pañuelo palestino, que lleva 45 años sin ver a su familia, porque estuvo trabajando en Arabia Saudí, explicaba que había llegado el día anterior por la mañana al aeropuerto de El Arish, a 30 km de Rafah en la costa mediterránea. “Me vine en taxi a la frontera para que no se me pasara el turno, porque oí en la radio que hoy la abrían. Tengo cinco hermanos y dos hermanas, a los que no he visto desde hace 45 años. He vivido en Jordania 15 años, donde me casé con mi esposa, y después fui a trabajar a Arabia Saudí. Ahora quiero volver a mi casa para que cuando muera me entierren en suelo palestino”.

Muchos palestinos como Said Ismail Abd El Qader, de 43 años, trabajan en la zona egipcia de Rafah, pero sus familias vive en la franja de Gaza.  Abd El Qader denunciaba que desde que se cerró la frontera, hace tres meses, está intentando cruzar  para visitar a su hija pequeña, que está enferma. “¡No es justo, estoy frustrado, nos tratan como animales!. Mi mujer me llama todos los días preguntándome que cuando voy a volver,  porque mi hija está muy enferma y  no puedo verla”, lamentaba indignado.

Igualmente se quejaba Mustafa El Hawi, profesor de biología de la Universidad de Al-Aqsa, en Gaza, quien acaba de regresar de un congreso en Dubai y lleva varios días intentando pasar al otro lado. “Cuando se nos va a tratar con dignidad, no somos terroristas, somos gente de paz. Soy profesor de universidad y mis alumnos están esperando a que les dé el resultado de sus exámenes, no tengo libertad para realizar mi trabajo”. Si bien, y  pese a su enfado, este palestino no pudo reprimir su emoción al ver que Gaza iba a dejar de ser una “prisión cerrada al mundo”. En palabras de El Hawi: “Hay un refrán árabe que dice que cuando hay movimiento hay entendimiento, con la bendición de Dios. Y palestinos e israelíes hemos dado el primer paso para trabajar juntos por la paz. Y debo felicitar a la secretaria de estado norteamericana, Condoleezza Rice, por su papel mediador en este acuerdo, así como a la Unión Europea por habernos permitido controlar nuestra propia frontera”.

Por su parte, Musad Nuser, presidente del Consejo Nacional de Rafah, mostró cierto escepticismo ante la efectividad del acuerdo, y aunque reconoció que “se ha dado el primer paso hacia la autonomía del pueblo palestino, esto no servirá de nada, si no se ponen medidas para revitalizar la economía de la franja Gaza, ahogada desde hace años por el control israelí y  el cierre de las fronteras. “ Necesitamos la ayuda de Europa para impulsar nuestra economía,  inversiones de empresas extranjeras para crear fábricas, y promover las exportaciones”. “Esta tierra tiene muchas posibilidades, estamos al lado del Mar Rojo y es bueno para el turismo, tenemos una gran producción agrícola, que se pudre en los camiones ante la imposibilidad de cruzar las aduanas”.

Otro de los grandes desafíos a los que se enfrentan diariamente los palestinos es a la hora de recibir tratamientos médicos. Los hospitales de Gaza carecen de tecnología para cirugía de corazón, transplante de órganos, neurocirugía o tratamiento de quemaduras. Por eso, tienen que viajar a Israel o Egipto para recibir asistencia médica, lo que implica largas horas de espera antes de poder cruzar la frontera.

Este es el caso de Dogmosh, un importante líder religioso de 54 años, que ha regresado de El Cairo, donde estuvo un mes ingresado, después de haberse sometido a una operación de corazón abierto. Con el rostro cansado, y los pies hinchados, de llevar dos días sentado en una silla de ruedas esperando en la frontera, este palestino se quejaba de que no había derecho, que estaba enfermo y su médico le prohibió estar más de dos horas sentado en la silla de ruedas. “No creemos en nada, estamos frustrados, no sé que va a pasar con nosotros, pedimos ayuda”,  gritaba desconsolado.

Fatua Wail, una mujer mayor, que no quiso revelar su edad, vestida completamente de negro y cubriendo su rostro con un Hiyab, pañuelo árabe, relataba resignada, bajo la inclemencia del sol,  que acababa de ser intervenida en el hospital de El Arish, en donde le realizado una operación de abdomen. “ Estoy aquí  con mi marido desde anoche y he dormido sobre mi maleta, me duele mucho, los puntos todavía no han cicatrizado”.

Estos son los testimonios de algunos de los cientos de palestinos que tuvieron que aguardar al día siguiente a que se abriera la frontera. Muchos durmieron allí, porque no se podían pagar un hotel, otros tomaron un taxi y marcharon a El Arish para regresar a primera hora de la mañana.

El aspecto que presentaba la frontera era distinto al del día anterior, mucho más bullicioso y ajetreado. Incluso, habían llegado hasta allí vendedores ambulantes que ofrecían refrescos, cafés, bocadillos, dátiles o tabaco.

Sobre el medio día, más de un millar de  palestinos se agolparon frente a la puerta de salida, ansiosos de poder cruzar al otro lado.  Pero muchos de ellos no pudieron ver su sueño cumplido. Sólo se les permitió salir a los que tenían el pasaporte expedido en suelo palestino, mientras que al resto se les prohibió el acceso. La policía, previendo el caos que se iba a producir, desplegó un dispositivo de agentes antidisturbios que acordonaron el recinto para impedir que el  grupo de palestinos que llevaba cuarenta y ocho horas esperando pacientemente al borde de la carretera, se descontrolase. Los oficiales encargados de controlar el paso de personas en la frontera tuvieron que lidiar con cientos de personas encolerizadas al descubrir que era otro día frustrado.

“No somos todos palestinos, por qué no nos dejan pasar, es que hay diferentes clases de palestinos”, gritó en medio de la multitud Ismail Garada, un palestino de 67 años, que llevaba unas muletas. “Mahmoud Abbas (el presidente de la ANP), nos ha mentido, ayer dijo que todos podríamos cruzar la frontera, que era un día histórico para el pueblo palestino y un primer paso hacia la paz. Y ¡ya ves!, ahora me entero que no soy palestino”, agregó furioso este ciudadano.

Ashraf Abd el Magig, de 57 años, corrió la misma suerte. “Lo único que repiten los agentes es que está prohibido, prohibido. Soy palestino y no me han dejado pasar”.

Más violentas fueron las palabras que  recibió, Abu Mazen, de 43 años, por parte de la policía fronteriza. “Para poder entrar pasarás primero sobre mi cadáver”, le dijo un oficial de policía.

La falta de información y coordinación entre las autoridades egipcias y los funcionarios de la frontera de ese lado, provocó que algunos de los palestinos, que ya habían pasado con el pasaporte expedido en Egipto, tuvieran que volver después de haber pagado su visado de entrada, por no tener el documento palestino o Hawia.

Así lo explicaba Ahmed Goma, de 27 años, quien ha sido devuelto a la frontera egipcia, porque no cumplía con el requisito de entrada.

Muchos palestinos malhumorados, cansados ya de la espera y sin recibir ninguna información, abandonaron el lugar. Otros, alrededor de trescientos, siguieron insistiendo para poder cruzar hasta que se cerró la frontera a las 16.00.

Según las autoridades egipcias, más de seiscientos palestinos, con pasaporte de la ANP cruzaron desde Egipto y cerca de dos centenares entraron por la franja de Gaza, el primer día que se abrió la frontera.

La terminal de Rafah se abrirá progresivamente, una hora más al día, ante la demanda de palestinos que quieren cruzar al otro lado. Según las previsiones de la UE, a partir de finales de Diciembre se abrirá permanentemente, durante las 24 horas.

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