El país de Nilo amanece en una nueva era, sembrada de dudas

El Cairo, 07 de febrero de 2011

Ahora Egipto tendrá que ser cuidadoso en la formación de su nuevo gobierno. Los activistas demandan la formación de un gobierno transitorio con elecciones nuevas en menos de nueve meses,  la creación de partidos políticos, y el fin de cortes militares

El ambiente festivo continuó ayer en las calles cairotas. Después de tres décadas con Mubarak, los egipcios tienen mucho que celebrar.

El centro del Cairo tomo los colores rojo, blanco y negro que representan la bandera del país. El gallardete tricolor colgaba de  los balcones de las casas, ondeaba en las ventanas de los coches o, incluso, cubría la cabeza de las mujeres en forma de “hiyab” o pañuelo musulmán.

A primera hora, el Ejército comenzó a retirar las barricadas del centro de la ciudad y las alambradas de espino que bloqueaba los accesos a las calles del centro, en un gesto para permitir la vuelta a la normalidad.

La plaza de la “Liberación”, convertida en símbolo de la revolución popular,  volvió a ser tomada por decenas de miles de egipcios que celebran la caída del “rais” y de su régimen. Canciones, y arengas patrióticas podían escucharse por los altavoces colocados en la explanada de la plaza, mientras los vendedores ambulantes vendían té, palomitas y platos de koshari “revolucionario”.

Los manifestantes de Tahrir dejaron sus pancartas a un lado y se pudieron manos a la obra para borrar los últimos vestigios de la revuelta.  Centenares de voluntarios con escoba y recogedor en mano, limpiaron las calles adyacentes a la plaza, mientras otros tantos recogían en grandes bolsas negras la basura almacenada después de 17 días de sentadas contra Mubarak. Varios grupos de personas formaban un corro para impedir que pasara la gente mientras los equipos de la limpieza barrían el suelo y las aceras.

Grupos de voluntarios se encargaban de sacarle brillo a los leones de bronce que flanquean el puente de Qasar el Aini, mientras otros vigilaban para los más pequeños no se subieran a las estatuas para hacerse la foto con la bandera de Egipto. También los militares se enzarzaban con la gente que quería subirse a los tanques del Ejército colocados en las entradas de Tahrir.

A media mañana el enorme campamento de Tahrir estaba desmantelado. Sólo algunas de las tiendas de campaña resistían en la explanada de la plaza. La mayoría de los que decidieron no marcharse eran seguidores de los Hermanos Musulmanes que estaban allí acampados con sus familias. También algunos jóvenes activistas decidieron no abandonar el campamento hasta que el Consejo Supreso de las Fuerzas Armadas hiciera su cuarto comunicado.

“Han quitado al jefe del Estado pero su régimen continúa”, denunció Abdel karim Aziz, simpatizante de los islamistas. “El Ejército no ha dado garantías de que cumplirán nuestras demandas”, advirtió Husein, su compañero de la tienda de al lado.

“Además, Mubarak ha robado el dinero del pueblo y se lo ha llevado a bancos internacionales y tiene que devolverlo al pueblo”, añadió un tercer compañero con una larga barba y túnica blanca.

Era previsible que los acólitos de los Hermanos Musulmanes iban a aprovechar el clamos de las revueltas para continuar con su batalla personal contra el gobierno egipcio.

“Esta gente no entiende nada. Son unos testarudos que quieren arruinar el espíritu de la revolución”, manifestó Hani, un joven activista independiente.

“Nuestras peticiones eran claras y nuestras demandas cerradas, ahora no pueden ir de oportunistas”, continuó Hani, que tampoco tiene claro cuando se marchará, porque desconfía de las promesas del Ejército.

Muchos egipcios no encuentran suficiente que la cúpula militar haya anunciado que se formará un nuevo gobierno de tecnócratas en un futuro próximo. Piden fechas precisas, una agenda clara, porque, desgraciadamente, los fantasmas de golpe de estado no han desaparecido de las mentes de los egipcios.

Desde hace más de 50 años el país ha estado gobernado por militares, pese a que las circunstancias en las que se ha dado esta revolución “son distintas”, apuntó el analista Azmi Ashour.  Ashour es de los que confía en que el Ejército no aprovechará la situación para tomar las riendas del poder,  pero “no todos los dirigentes de la institución militar juegan en el mismo bando”, la prueba de ello es que el propio ex vicepresidente Omar Sulaiman forma parte de la cúpula militar.

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