Cristianos en Siria

Cristianos entre dos fuegos

Idlib, 10 de diciembre de 2012

Enclavado en un valle de Jabal Akrad (cordillera montañosa que hace frontera con Idlib, Hama y Lataquia), la localidad cristiana de Gazani, rodeada de aldeas suníes y alauíes, se ha convertido en el campo de tiro de las fuerzas del régimen, después de que el Ejército Libre de Siria tomara está localidad hace a penas tres semanas.

El continuo bombardeo al que tiene sometido el régimen Gazani ha obligado a sus vecinos a abandonar sus casa y refugiarse en los barrios cristianos de Lataquia o Alepo, que aún están controlados por las fuerzas gubernamentales.

“Los cristianos podemos vivir con todo el mundo, pero no todo el mundo puede vivir con los cristianos”, explica con inquietud el padre Francisco, un nombre falso, de la orden Benedictina.

Este sacerdote, con túnica de monje y sandalias,  y otros 25 vecinos, la mayoría ancianos, son los únicos que no se han marchado de Gazani, cuya población era de 3000 habitantes antes de que comenzaran los combates. En esta localidad conviven cuatro comunidades cristianas: siro-católicos, de la Iglesia Católica Apostólica Romana, greco-ortodoxos y protestantes, pero la mayoría son católicos.

Cristianos en Siria

En sus calles se nota la devoción, pequeñas estatuas de la Virgen María en las esquinas, o dibujos del en los frisos de las puertas y una gran estatua de San Jorge sobre el caballo y su lanza clavada en el dragón.

La aldea está coronada por un monasterio que fue construido en honor de San Simeón el Estilita, un monje ermitaño del siglo tres DC, que permaneció cuarenta años subido a una columna de 17 metros como penitente.

El padre Francisco es el fundador de una pequeña hermandad de San Simeón el Estilita, y compró un terreno junto a las ruinas del monasterio de este asceta cristiano, en la provincia de Alepo, para construir uno nuevo monasterio. Pero debido a las condiciones, al extremismo de los vecinos, pues en aquella tierra santa está asentada una comunidad wahabita, el padre Francisco decidió, por seguridad, trasladar el monasterio a tierras cristianas.

“Construimos los muros externos del templo pero empezamos a tener muchas dificultades con los extremistas, así que decidí regresar a mi ciudad natal”, detalla el padre.

“Esta es nuestra tierra, los cristianos somos los primera religión monoteísta que habitó esta región. No nos iremos de aquí”, asegura el sacerdote católico. Y es que el propio San Pablos se cayó del lomo de su caballo cegado por el rayo Dios cuando le encomendaron la misión de perseguir a los cristianos en Damasco, antes de que se convirtiera al cristianismo de manos de Ananías, que le devolvió la vista.

Los primeros cristianos poblaron estas tierras del norte de Siria y Antioquía (suroeste de Turquía), donde se encuentran las ciudades muertas, y aún quedan monumentos en ruinas como la  basílica de San Simeón el Estilita.

Desde que el ELS liberó Gazani , “todas las noches los soldados del régimen nos lanzan una ristra de cohetes”, lamenta el padre Francisco, que no culpa a ninguna de las partes de la situación. “Esta guerra no es nuestra guerra; es una guerra entre musulmanes. Yo no estos del lado de nadie pero muchos cristianos, algunos por temor, apoyan al régimen por miedo a los islamistas”, insiste el padre.

En Gazani tan solo han quedado dos sacerdotes, él y otro ortodoxo, que comparten una iglesia  ortodoxa para oficiar la misa del domingo, cada dos semanas, una misa con el rito católico y la otra, el ortodoxo.

El padre Francisco insiste en que su obligación es quedarse y cuidar del monasterio.

“Antes era una localidad tranquila, habitada por gente sencilla, la mayoría campesinos, y nunca hemos tenidos ningún  problema de convivencia con los musulmanes. Pero, ahora, el futuro es ambiguo, nadie sabe que ocurrirá con este país”, se queja el padre.

En Siria se respeta el principio de laicidad institucional, por el que el Islam no es religión de Estado y asegura a los cristianos sirios un tratamiento de igualdad respecto al resto de comunidades religiosas.  Desde la ascensión al poder el partido Baaz en 1964, se ha tratado de integrar a las varias minorías del país en una concepción más amplia de “arabidad”. Con ello, la comunidad cristiana tiene libertad de comprar terrenos y construir iglesias u otras estructuras pastorales, y los sacerdotes están exentos del servicio militar.

En las escuelas, los estudiantes cristianos deben seguir el curso de catecismo -unificado para todas las comunidades- mientras que sus compañeros musulmanes siguen lecciones de religión islámica.  Para contrarrestar la amenaza de los movimientos fundamentalistas se ha reforzando la cohesión de los cristianos en torno al gobierno, considerado “garante” de su supervivencia. En ciudades como Damasco y Alepo, los cristianos pertenecen a la élite comercial, considerándose un apoyo importante para la familia Asad.

“Resistiremos, nos quedaremos en esta tierra que hemos heredado y lucharemos por conservar nuestros derechos, no con las armas, sino con nuestras plegarias”, insiste y al ser preguntado sobre si hay cristianos luchando con el ELS responde: “he escuchado que en Damasco hay algunos cristianos luchando, pero la mayoría hemos decidido estar al margen de la revuelta y no tomar las armas”.

Tras visitar al padre Francisco en su vivienda caminamos por esta aldea desierta, donde lo único que se escucha son los motores de las camionetas de los rebeldes.

Los pocos vecinos que encontramos saludan con amabilidad, algunos rehúsan hablar porque se sienten intimidados por los rebeldes, otros se acercan a los periodistas. “Alguna gente mala del Ejército Libre de Siria, alrededor de 150 hombres armados, entraron a las casas y robaron las todas las cosas de valor que había en ellas”, denuncia Misha, de unos 60 años.

A este campesino le robaron tres bidones de gasolina de 200 litros, que utiliza para el tractor. “No hay derecho son unos vándalos. Dicen que nuestra obligación es ayudar a la revolución, pero nosotros somos gente de paz y no queremos esta situación”, critica el campesino cristiano.

Es la época de la recogida de la aceituna y “no queda nadie en el pueblo para la recolección”, lamenta el vecino, que se queja de que este año se perderá la cosecha.

En este pueblo fantasma, únicamente, hay una tienda de ultramarinos abierta, en la que, aparte de unas latas de conserva y pastelería industrial, se vende todo tipo de alcohol, especialmente “arak” (un aguardiente de anís), vino local y cervezas importadas.

Karima, es la dueña del establecimiento. Viuda, y madre de cuatro hijos, a penas puede ocultar su tristeza. “Estoy sola, echo de menos a mis hijos y mis nietos. Se han tenido que marchar porque este lugar ya no es seguro para los niños”, lamenta la mujer que rompe a llorar.

Con la voz rota continua: “no hay derecho, nos han quitado la electricidad y los teléfonos móviles no funcionan. No puedo comunicarme con mis hijos”.

“He decidido quedarme porque aquí está mi casa y mi negocio. Cualquier lugar en Siria es ahora peligroso. Mi destino está en las manos de Dios”.

Alrededor de la décima parte de la población siria es de religión cristiana. Para ser más exactos,  doce de las veintidós comunidades confesionales que hay en Siria son de ritos cristianos, entre los que se encuentran la comunidad griega ortodoxo,  la católica, la siriaca católica (la más antigua de estas tierras) , y la protestante.

En la ciudad vieja de Damasco, los cristianos se han establecido cerca de las puertas de las antiguas murallas en Bab Tuma, Bab Chanqui, Bab Kissan-

En la periferia de la capital, los suburbios de Tabade están  también habitados por cristianos. Al norte, en la capital económica del país, Alepo, los barrios cristianos se encuentran en la ciudad antigua, declarada Patrimonio de la Humanidad, y la comunidad cristiana representa entre el 30 y 40 por ciento de sus seis millones de habitantes.

También en Lataquia, en  Tartus, en Hama y en Homs hay núcleos  de poblaciones cristianas.

Los cristianos de Siria han preservado su libertad culto e identidad desde la época de Hafez al Asad, padre del presidente Asad, pero ahora, viven con inquietud esta revuelta sangrienta y no saben que les deparará el futuro si se establece un régimen suni, con la influencia de Arabia Saudita.

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