Muere el Premio Nóbel Naguib Mahfuf , el mejor cronista de la sociedad egipcia contemporánea

El Cairo, 20 de agosto de 2006

Los diminutos ojos del Premio Nóbel egipcio Naguib Mahfuz se han cerrando para siempre. Unos ojos que, con maestría, han sabido radiografiar el alma de la sociedad cairota. El novelista galardonado, considerado el mejor retratista del Egipto contemporáneo, nos ha abandonado a sus 94 años. Su muerte ha dejado un enorme vacío en la vida cultural egipcia. Mahfuz fue hospitalizado el 16 de julio tras herirse en la cabeza, después de haber tropezado con una alfombra en su casa. Pero su estado de salud, muy deteriorado desde hace tres años, empeoró en las últimas semanas por lo que tuvo que ser ingresado en la Unidad  de Cuidados Intensivos y conectado  a un respirador artificial. Su amada Cairo se ha vestido de duelo para llorar la muerte de este gran escritor, padre de la prosa árabe moderna.

Su obra tiene un valor universal que radica en la facilidad de entender su mensaje literario, ya sea un público árabe u occidental . Y esto fue, precisamente, lo que le valió para ser galardonado con el Nóbel de Literatura en 1988. La Academia Sueca le concedió el premio literario por “haber elaborado un arte novelístico árabe con validez universal”.

Mahfuz fue más un revolucionario humanista que un escritor social. El tema central de sus novelas fue siempre el hombre y su impotencia para luchar contra el destino y ciertas convenciones sociales, aunque usara la caótica ciudad  de El Cairo como escenario.  El autor frecuentaba los cafés populares en los atestados barrios cairotas para inspirarse en los personajes de sus obras. Los barrios populares se asocian con la autenticidad, originalidad, sinceridad, y buena vecindad, en oposición con los centros urbanos modernos, pero también  con la modestia, la humildad y,  por supuesto, la pobreza. El escritor asimiló y se enamoró del ambiente que se respiraba en el barrio donde nació Al Gamaliya . De estos destartalados lugares del Cairo Viejo salieron sus mejores novelas como “Trilogía de El Cairo” (1956-1957),  “Hijos de Nuestro Barrio”(1959), “El ladrón y los perros’” (1961), “Miramar” (1967), “La Azucarera” (1990) y “Palacio del deseo” (1990).  Pero ese Cairo que describía con maestría  el autor , nada tiene que ver con el actual.  Así nos lo explicaba Mahfuz en la última entrevista que concedió a este periódico el 7 de febrero: “Mis recuerdos de El Cairo nada tienen que ver con el actual, hay mucho tráfico, contaminación  y suciedad en los edificios. La vida es muy estresante ahora, la gente ya no se sienta en los cafés a dialogar como antes. No se, las nuevas generaciones están muy contaminadas de la cultura americana que llega con las películas. Una cultura errónea que nada tiene que ver con la occidental, porque a penas se leen libros. No conocen ni la cultura árabe ni la occidental, no son críticos. Por eso hay tanto fanatismo. Los jóvenes son muy vulnerables, son carne de cañón de los fundamentalistas”.  En octubre de 1994 el escritor egipcio recibió dos puñaladas en el cuello y una en el abdomen por un joven integrista, al considerar que su novela “Hijos de Nuestro Barrio” -vetada en su país desde 1959- tenia contenidos blasfemos.  También, el jeque Omar Abdel Rahman, destacado líder religioso de la Asamblea Islámica, escribió una Fatwa condenándolo a muerte, después de que recibiera el Nóbel en 1988. Pero estos violentos incidentes no le frenaron para continuar escribiendo con la misma fuerza sobre la imperfección del ser humano.  Uno de sus últimos desafíos fue publicar en Egipto la novela. Mahfuz pedió un aval a la Universidad de Al Azhar, la más alta autoridad del Islam suní,  para que reconsiderara el contenido “blasfemo hacia Alá y sus profetas” de su controvertida novela. La petición desató el desconcierto entre los intelectuales laicos, que consideraron que pedir la aprobación de los censores de la institución islámica significa aceptar su influencia y su autoridad en la cultura egipcia. La polémica suscitada por la publicación de la obra irritó profundamente a nuestro entrevistado: ” No entiendo, ni comparto la opinión de una parte de la intelectualidad egipcia. Así que si ellos (en referencia a los intelectuales) tienen algo que decir al respecto, que se responsabilicen y actúen, pues yo ya he sido víctima de ataque fundamentalista y no quiero volver a ser el blanco de los islamistas radicales”.

Y Aunque Mahfuz sobrevivió al intento de asesinato, éste le paso factura. Desde que fue apuñalado en octubre de 1994, su salud comenzó a deteriorarse.  El autor nonagenario estaba casi ciego y había perdido prácticamente la movilidad de su mano derecha. Pero como a un escritor lo último que se le puede quitar es su pluma, porque es como si le arrancaran el alma, volvió a escribir siguiendo con rigurosa disciplina los ejercicios de rehabilitación. Sus últimas composiciones fueron relatos cortos. “Los Sueños”  son una serie de historias cortas, donde el autor demuestra, una vez más, su dominio de la técnica narrativa. Para el crítico Hasan Ateya, este libro de relatos es “la suma lujosamente condensada de más de nueve décadas de genio artístico  y experiencia diaria”.  La otra colección “Ecos de Autobiografía” es un mosaico de vivencias autobiográficas, reflexiones, alegorías y recuerdos de infancia.

Como explica a LA RAZÓN el novelista egipcio Ala Al Aswani “la literatura es una lengua humana y por eso tiene que ser universal”. Y esto, añade,  sólo puede hacerlo “un gran escritor como Mahfuz”. Al-Aswani, autor de la novela “El Edificio Yacubian”, que ha sido llevada a la pantalla recientemente, nos dice que el “Maestro” fue una persona “muy modesta y humilde”, que ni siquiera tuvo una secretaria hasta que recibió el Premio Nóbel”. “No se puede ser un gran artista sin ser una gran persona”, asegura Al Aswani, quien aclara que Mahfuz “ha dado una importante lección de humanidad al resto de los escritores árabes”. El Premio Nóbel egipcio “tiene la literatura clavada en el corazón y ha dedicado su vida por entero a escribir”. En los años 60 pudo haber llegado ministro de Cultura pero “rechazó esta oportunidad, porque sólo quería dedicarse a escribir”,  reitera Al Aswani, que desde niño conoce a Mahfuz, pues su padre Abbas, también escritor, era íntimo amigo del cronista egipcio.

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