El Dengue amenaza a Pakistán

Lahore, 02 de julio de 2011

Pakistán se enfrenta a un nuevo enemigo, pequeño e imperceptible,  el mosquito Aedes aegypti –portador del dengue- que ha causado unos 200 muertos y más de 15.000 afectados por el brote de esta enfermedad. Sólo la llegada del invierno podrá frenar esta epidemia que se extiende por el país.

En la provincia de Punjab es donde más casos de dengue se han registrado, principalmente en la megaurbe de Lahore. La capital punjabí ha tenido que hace frente desde hace más de dos meses a los estragos de la fiebre causada por el Aedes aegypti.

Ante la situación desbordada y la falta de control,  el gobierno paquistaní puso en marcha medidas para frenar la propagación de la epidemia.

Campañas de prevención, carteles, equipos de fumigación centros escolares cerrados durante semanas … para que no aumentara el numero de casos de dengue.

El caos se ha apoderado de los hospitales de Lahore. Una atmósfera enrarecida por los azotes de la enfermedad recorre hasta el último vestigio del centenario hospital de Mayo. Una hilera de mosquiteras se extiende por de los pasillos y habitaciones, mientras los familiares hacen turno para acompañar a los enfermos. Cada minuto puede ser vital. Cada chequeo de fiebre, decisivo.

Las enfermeras, desbordadas de trabajo,  atienden a los pacientes que se precipitan, nerviosos,  para saber si son portadores del virus. Náuseas, mareos, síntomas febriles y mucha preocupación. Apenas hay espacio disponible.  Los análisis se repiten una y otra vez, interrumpidos por los frecuentes cortes de luz y fallas en el generador del hospital.

“No es posible ningún medio de contención.  Afortunadamente, el invierno está por llegar y las bajas temperaturas acabarán con el mosquito”, explica Rubina, una de enfermeras del hospital de Mayo, que apenas ha salido del recinto hospitalario.   Mientras chequea unos análisis con una mano, añade con un aire de escepticismo:  “sería necesario que el pueblo paquistaní adoptase un cambio en su forma de vida y costumbres”.

En una habitación contigua, iluminada por pequeños ventanales de la época colonial, Haider no se separa de su abuelo. Mohammed Azeem ingresó hace unas semanas en el hospital; Tenía fiebre y vómitos. “No sabíamos que hacer. Empezó con la fiebre y decidimos trasladarlo para que recibiese cuidados médicos”, explica el joven paquistaní. Gracias a rápida respuesta de la familia, Mohammed sigue vivo.

Abdul Qader no tuvo tanta suerte. Este policía trabajaba vigilando el tráfico para sostener a su familia que vive a las afueras de Lahore.  El 21 de septiembre fue diagnosticado con el dengue. Tras unas semanas su estado mejoró y el hospital le mandó a casa. Dos días después murió.

“De repente murió… contrajo el dengue mientras ejercía su labor. El gobierno no nos quiere ayudar y se ha desentendido. A pesar de que la renta del alquiler es pequeña, 50 euros al mes, no sabemos cómo la vamos a afrontar… Abdul era el motor de la familia”, explica en lágrimas la esposa de Qader.

Aguas estancadas, suciedad, crecimiento urbano descontrolado y una atmósfera tropical creada por la vegetación sitúan a Lahore en el perfecto escenario para la incubación y propagación de la enfermedad.

“No se trata de un fenómeno local y aislado. En los últimos años los casos de dengue se han ido extendiendo sin ningún control a lo largo del mundo. Los rápidos procesos de crecimiento urbano y los niveles de vida de los países en vías de desarrollo facilitan que se propague el mosquito”, afirma un representante de la Organización mundial de la Salud con sede en Pakistán.

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