Con los prisioneros del régimen
Lataquia, 10 de noviembre de 2012
“La mayoría de ellos se rinden; sólo algunos se ven forzados a luchar contra el Ejército Libre de Siria y encuentran la muerte como destino”, explica el teniente coronel Usama Berro de la Katiba (Batallón) “Ansar Sahel”.
En la base militar, enclavada en el valle de Duarka (Lataquia), hay una veintena de soldados bajo sus órdenes y 12 prisioneros de guerra del régimen, que fueron capturados en una emboscada en un puesto militar en Ubbine (cerca de la frontera con Turquía)
“Son nuestros hermanos. Nosotros los tratamos con dignidad. Muchos de ellos fueron heridos en los combates y están recibiendo cuidados médicos. Estarán aquí detenidos hasta que se celebre el juicio”, continua el mando rebelde, mientras nos muestra la habitación donde están cautivos.
Los prisioneros serán juzgados bajo las leyes de la “Sharia” porque en la corte militar “las leyes sirias y las islámicas son iguales”, puntualiza el teniente coronel Berro.
“Les damos la oportunidad de elegir, y aquellos que deciden unirse a nosotros son bienvenidos”, agrega el oficial rebelde.
Los prisioneros de guerra van vestidos con el uniforme de operario de la compañía nacional turca de telecomunicaciones “Turkey Telecom”. Llevan puestos esos uniformes para distinguirlos de los rebeldes.
La mayoría son soldados rasos, suníes, pero dos de ellos son alauíes, oficiales de las fuerzas de seguridad.
Raqib tiene heridas de bala en la pierna y el abdomen, y fue disparado por su superior porque pidió permiso para rendirse. “Estábamos acorralados y yo y otros tres compañeros le dijimos al capitán que deberíamos rendirnos. Entonces, nos llamó traidores y nos disparó. El capitán murió en la batalla”, relata el prisionero, que lleva tres años en el Ejército.
A Raqib le obligaron a hacer el servicio militar. Era estudiante de lengua árabe en la Universidad de Alepo y no había solicitado la prorroga por estudios. “Un día estaba en el autobús de camino a la universidad y me detuvieron tres soldados y me llevaron al cuartel”, explica.
Raqib describe su difícil estancia en el puesto militar de Ubbine, donde permaneció incomunicado un año y cinco meses. “Lo primero que hizo nuestro superior fue quitarnos el carnet de identidad; nos prohibieron llevar teléfonos móviles y sólo nos dejaron hablar 10 minutos a la semana con nuestras familias”, indica el preso, antes de agregar que siempre estaban vigilados por informadores del régimen “porque tenían miedo de las deserciones”.
“A veces tenias miedo hasta de hablar en sueños, porque no nos fiábamos de nadie”, sostiene Raqib. “La mayoría pensamos en que debemos irnos. No estamos de acuerdo en cómo el régimen está tratando a los civiles”, afirma el prisionero.
Desde hace ocho años Mazem está al servicio del régimen. Este alauí de Lataquia había ascendido a capitán de Policía. Está casado y tiene tres hijos. A Mazem lo destinaron a Ubbine hace unos meses. “El régimen manda a las fuerzas de seguridad y la policía a los puestos de control para que vigilemos a los soldados”, asegura el preso alauí.
“Nos lavan el cerebro. Nos dicen que los suníes son nuestros enemigos que si cae el régimen se vengarán de los alauíes y nos matarán a todos”, revela Mazem, antes de exclamar: “cual fue mi sorpresa que cuando me capturaron los rebeldes me han tratado con respeto”.
“Yo decidí ser policía porque es el camino más fácil”, afirma Mazem. “El régimen sirio escoge a los alauíes –que representan el 10% de la población- para las fuerzas militares. Tienes una carrera militar y un buen sueldo; mucho mejor que ser profesor o estudiar una carrera universitaria donde a penas tienes oportunidades en este país”, puntualiza el prisionero alauita, aunque reconoce que no ha sido muy feliz, “porque siempre he estado lejos de mi familia”.
“Nunca pensé en desertar, pero cuando nos rodearon los rebeldes decidí entregarme”, confiesa este preso, que lo único que desea es poder regresar pronto a su casa y estar con su mujer y sus hijos.
