Mosul oeste

Visita al patrimonio histórico destruido por el Estado Islámico

Mosul (Irak), 15 de abril de 2017

Al entrar al Museo de Mosul te invade una sensación de excitación y a la vez de sobresalto por el sonido de las explosiones de los morteros que caen cada vez más cerca. El frente se sitúa a medio kilómetro, detrás del hotel Ashur y los yihadistas bombardean con fiereza las posiciones de la Policía Federal iraquí.

“Esta mañana han caído dos morteros, uno casi ha impactado en el tejado del museo. Tenéis que llevar mucho cuidado”, alerta un policía de la unidad de Respuesta Rápida que está al cargo de la protección del museo.

La puerta principal está cerrada por lo que para entrar hay que subir por entre los escombros y amasijos de hierro y luego agacharse para acceder por un ventanuco.  Teniendo en cuenta que todos estos movimientos hay que hacerlos parapetado con chaleco antibalas y casco se convierte en un ejercicio de equilibrio.

Resulta estremecedor ver con tus propios ojos la destrucción que causó el Estado Islámico en el que fuera el segundo museo más importante de Irak, que llegó a albergar varios miles de piezas de la antigua civilización Asiria. En sus salas ahora solo se exponen montículos de escombros de piedras milenarias y de un valor histórico incalculable.

Mosul oesteEl militar nos conduce primero a la sala donde un grupo de bárbaros ignorantes destruyeron en febrero de 2015 con mazas y martillos neumáticos estatuas milenarias y artefactos preislámicos. Afortunadamente, muchos de estas piezas eran réplicas, y las estatuas originales habían sido llevadas meses antes a Bagdad porque se iban a hacer obras de renovación en el museo, explica por teléfono a ARA la arqueóloga Laila Saleh, excomisaria del Museo de Mosul.

“Del total de las 2.200 piezas arqueológicas que componen la colección del museo,

1.700 artefactos fueron trasladados a Bagdad”, puntualiza Saleh que tiene el inventario completo de todas las piezas arqueológicas que han desaparecido en el museo o bien porque han sido destruidas o vendidas en el mercado negro de antigüedades.

Cuando los yihadistas saquearon el museo solo quedaban alrededor de 300 reliquias. Algunos de estos tesoros que datan del siglo VII aC se han perdido para siempre, como la pareja de centinelas lamasus, dos esfinges de dos metros de altura y de cuatro toneladas de peso, con cuerpo de león o toro alado y cabeza humana, que protegían las ciudades asirias en la antigua Mesopotamia.

Junto a una montaña de escombros en una de las salas de exposición del museo se distingue una pezuña y los restos de un ala del mitológico lamasus; Es todo lo que queda de los milenarios guardianes del museo de Mosul. “Todas las piezas pequeñas pero de gran valor han sido vendidas a coleccionistas de arte privados a través de redes de traficantes en Turquía, y Bagdad”, denuncia Saleh.

La únicas reliquias que sobrevivieron al vandalismo y saqueo son dos sepulcros en madera maciza de color negro con inscripciones del Corán en árabe que data de finales del siglo XI, en el ocaso del califato abasí en Irak.

Mosul oesteEn otra sala hay expuesto sobre una larga mesa improvisada hecha con un tablón de madera y sujeta por dos caballetes trozos pergaminos con inventarios de las excavaciones en los sitios asirios de Irak, hojas sueltas de libros antiguos de arqueología que no fueron consumidas por las llamas del infierno de Dáesh.

En los bajos de estaban los archivos con miles de documentos, diapositivas y mapas antiguos sobre la historia de antigua Mesopotamia y de las antiguas civilizaciones que se asentaron en la tierra de los dos ríos (Tigris y Éufrates): sumerios, asirios y babilónicos. Las imágenes son desoladoras. Paredes ennegrecidas, montañas de ceniza, y estanterías metálicas vacías, tiradas por los suelos. Allí se archivaban los inventarios del museo, trabajos del equipo de investigadores del museo y otros documentos importantes sobre el patrimonio histórico de Irak.

Para Saleh y el equipo de investigadores del Museo de Mosul salvar los tesoros arqueológicos de la segunda ciudad de Irak se ha convertido en una carrera contrarreloj, s medida que se intensifica la batalla para liberar la ciudad de Mosul.

El Estado  Islámico dinamitó en julio de 2014 la tumba del profeta Jonás, que se encuentra en la parte oriental de la ciudad y que en el pasado ha recibido miles de visitas turísticas. Bajo la colina que alberga este importante santuario, lo yihadistas cavaron una red de túneles para “buscar artefactos antiguos con el fin de destruirlos o venderlos, y sin tener conocimiento histórico las excavaciones les condujeron a descubrir el palacio del rey asirio Asaradón, primogénito del rey Senaquerib, que gobernó entre 681 a. C.-669 a. C hasta que, víctima de una conspiración,  sus hermanos le arrebataron el trono y asesinaron a su progenitor.

Cuando el Ejército iraquí liberó la parte oriental de Mosul el pasado enero descubrió el laberinto de túneles subterráneos que  conducen a las ruinas asirias.

Todos los accesos han sido cerrados. “No se puede visitar la tumba porque hay peligro de derrumbes”, nos indica un soldado que custodia una de las entradas al complejo funerario.“La existencia de otro de los palacio del rey Senaquerib en la zona era conocida por los arqueólogos iraquíes, pero Dáesh nos ha llevado hasta la mismisima puerta”,  indica Saleh que detalla que los dos lamasus, con cuerpo de toro alado, se encuentran intactos bajo el suelo de tumba del profeta.

Entre los tesoros descubiertos hay bajorrelieves con inscripciones en alfabeto cuneiforme y dos esculturas murales de cuatro caras de mujeres de perfil, que los yihadistas no extrajeron por miedo a un derrumbe de tierra.

Sin embargo, otros artefactos que se podían extraer más fácilmente como la cerámica, sin duda, fueron saqueados, apunta.  “La zona es muy inestable. Se trata de túneles excavados en tierra arcillosa por lo que en cualquier momento las cavernas podrían derrumbarse y sepultar los vestigios arqueológicos”, alerta la experta.

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