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Un ejército de paz en zona de guerra

Marjayum, 26 de junio de 2007

Cuando dices en el sur del Líbano soy español, sus habitantes te miran con ojos afligidos, de dolor compartido. En la localidad de Marjayum, donde se encuentra la base Miguel de Cervantes, los seis soldados españoles que fallecieron en el mortal atentado del domingo se han convertido en héroes nacionales. A penas unos metros de la base de la FINUL española hay un enorme cartel en el que se puede leer: el pueblo de Ebel Es Saki denuncia el ataque terrorista contra las fuerzas de las Naciones Unidas y presenta su más sinceras condolencias al valiente batallón español”.

Marjayum1_webDos días después del brutal atentado, el batallón de la Brigada Paracaidista aún no ha conseguido recuperar su normalidad, especialmente los compañeros de los militares fallecidos de la posición de Kafer Kela. El teniente coronel Carlos Ruiz de la Sierra y el teniente Francisco Estarrich nos reciben fuera del recinto militar porque están en situación de alerta negra. Las medidas de seguridad han sido redobladas. Los vehículos ligeros y blindados salen de dos en dos y cada militar lleva armamento individual. “Antes de la explosión del coche bomba, jamás percibimos el peligro de ser atacados”, comenta, “incluso después de haber recibido amenazas del grupo integrista suní Fatah El Islam -atrincherado desde hace un mes en el campamento de refugiados de Nahar El Bared- no modificamos nuestras actividades diarias”, agrega.  El teniente Estarrich recuerda que horas antes del ataque había sido la ceremonia de entrega de medallas, que hacen todos los contingentes de la FINUL cada tres meses.  Al acto asistieron el General italiano Claudio Graziano y el embajador español Miguel Benzo.  “Ya ves como cambió la situación de repente”.  A las cinco de la tarde patrullaban como cada día los blindados españoles por la carretera entre Jiam y Marjayum.  Una enorme explosión, que se oyó a varios kilómetros a la redonda, destrozó el segundo de los blindados y lo desplazó 15 metros de la carretera, en Sahel al Derdara. El primer vehículo pudo salvarse porque iba adelantado unos metros, relata el teniente coronel Ruiz de La Sierra. “La carga hizo un cráter de un metro de profundidad y dos de diámetro. “Los cuerpos de dos de los militares estaban completamente calcinados”, recuerda con horror. Los militares del primer blindado, ayudados por unos habitantes que se encontraban en las proximidades de la explosión, acudieron a rescatar a los soldados, gravemente heridos”. Desgraciadamente y pese a todos los esfuerzos, tres de ellos perdieron la vida antes de poder ser evacuados a hospitales cercanos. La población está “muy afligida”, comenta el  teniente coronel Ruiz de La Sierra. “Estamos sobrecogidos con tantas manifestaciones de pésame”. “Hemos recibido cientos de mensajes de los trabajadores que están en la base”, añade el teniente Estarrich, mientras nos enseña un SMS escrito en ingles de un tal Salman”.  Uno de los cocineros que prepara el rancho en la base de Miguel de Cervantes se echó a llorar cuando se enteró de la noticia. Sus condolencias no son gratuitas, los habitantes saben que hemos traído seguridad y libertad de movimiento. Ahora están asustados y tienen miedo a que la violencia vuelva a estallar en el sur del Líbano

No sólo las fuerzas de la FINUL han extremado la medidas de seguridad, desde hace dos días el Ejercito libanés ha doblado el número de militares en la zona. Son muchas las incógnitas que están detrás de este atentado terrorista, sostiene Ruiz de La Sierra. “Nuestros servicios de inteligencia, los de EEUU y los libaneses se están coordinando en la investigación. Incluso Hizbulá se ha ofrecido para descubrir quien está detrás de la amenaza terrorista”.  Como muchas voces del Líbano y extranjeras, las acusaciones se dirigen hacia Siria.  “Este grupo terrorista quiere desestabilizar el sur, ahora que empezaba a recuperarse. No va contra los intereses de Hizbulá sino contra el estado soberano del Líbano”.  El ataque fue premeditado, pero no contra militares españoles sino contra las Fuerzas de Paz de la ONU. “Por probabilidad nos tocó a nosotros, porque nuestro batallón es el más grande”, explica el teniente Estarrich, mientras agrega que unos locales aseguraron que días antes del atentado vieron a  unos “elementos extraños merodeando por el lugar  y haciéndoles preguntas a la gente que pasaba por allí”.

Los cerca de 1.100 soldados  de la FINUL, que serán relevados a mediados de julio por otros militares españoles, aunque están afectados y tristes,  se esforzarán más en su trabajo por el honor a los compañeros fallecidos.

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