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Un bombardeo del régimen mata a más de 30 civiles en la ciudad rebelde de Azaz

Azaz, 15 de agosto de 2012

Sentimientos de rabia, dolor y frustración se mezclaban entre los escombros de los muros derribados de las viviendas. En menos de cinco minutos, la tranquilidad y seguridad de Azaz se esfumó en el aire. A las cuatro de la tarde un MiG-21 lanzó un potente misil contra el centro de la ciudad y minutos después el caza ruso volvió a atacar. El impacto de la bomba colapsó más de 20 viviendas y provocó un gran cráter en el suelo. La potente explosión rompió los cristales de las viviendas contiguas, y los comercios de la zona.  Aturdidos, asustados,  y encolerizados los vecinos de Azaz cooperaban los unos con los otros para tratar de sacar los cuerpos, que se habían quedado atrapados bajo las viviendas derribadas. Al grito de “Ala es el más grande”, los voluntarios en las labores de rescate iban sacando cuerpos destrozados, la mayoría mujeres y niños.  Cada vez que encontraban un nuevo cuerpo bajo los escombros , los gritos de cólera eran más potentes y  acompañaban ráfagas de disparos.

El caos se apoderó de la ciudad y cientos de personas empaquetaron sus enseres, abarrotaron los coches y se marcharon en dirección a Bab Al Salam (el paso fronterizo sirio con la ciudad turca de Kilis).

“Mi casa está 20 metros, la explosión fue muy fuerte. El caza descendió del cielo empicado y disparó un proyectil. Volvió a subir dio una vuelta y de nuevo bombardeó.  En mi casa hay un refugio y tenemos a 15 mujeres que están muy asustadas. Azaz ya no es seguro para nosotros. Esta noche, nos vamos a Turquía toda mi familia”, lamenta Abu Amar.

Unas 25 personas murieron y otras 200 resultaron heridas, según estimaciones del doctor Haisa Hamud, que llegó ayer de Turquía. La clínica de Azaz también recibió el impacto de la explosión. Los cristales de la puerta de entrada de la clínica habían saltado por los aires. Con apenas suministros médicos e instrumental de cirugía, los  cuatro médicos voluntarios que llegaron de diferentes lugares, se afanaban en ayudar a los heridos. En una de la salas de operaciones estaba Mariam, todavía en estado de choque,  con su hermano Amir que le sujetaba la mano para intentar calmarle el dolor. El brazo lo tenía en carne viva y como no hay vendas en el hospital, el médico tuvo que cubrirle el brazo con tiras de algodón para que no se le infectaran la heridas. “Qué hemos hecho nosotros”, exclamaba la joven de 17 años.

“No somos terroristas, ni combatientes el Ejército Libre de Siria.  En la viviendas sólo estábamos familias con niños”, declara Amir.

En la puerta de la clínica se iban amontonando los cadáveres, la mayoría destrozados y cubiertos con una manta o sábana.  Alterado por la muerte de su mujer y su bebé, un hombre alza el cuerpo de su pequeño para mostrárselo a los periodistas. “Que el mundo vea la brutalidad del  régimen. Bashar eres un asesino”, gritaba, totalmente fuera de si, frente a las cámaras de televisión.

El bombardeo contra civiles en la ciudad de Azaz es un aviso de las fuerzas del régimen de intentar recuperar la ciudad fronteriza y volver a cerrar el paso fronterizo de Bab Al Salam, bajo control de los rebeldes desde hace tres semanas.

Por la tarde, las fuerzas del régimen dispararon con morteros desde el aeropuerto de Minah a  los pocos vehículos que circulaban por la carretera general, entre ellos una furgoneta con periodistas extranjeros que venían desde Alepo a Azaz.

La situación en la volátil frontera siria podría de nuevo cambiar, y este pequeño territorio liberado por los rebeldes en las localidades fronterizas al norte de Siria sería rápidamente recuperado por el Ejército sirio si, tal y como parece, las tropas del régimen siguen ganando posiciones en el sitiado barrio de Saladino, en la milenaria ciudad de Alepo.

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