Programas sociales y violencia terrorista, las dos caras de Hamás
Gaza, 26 de enero de 2006
“Nadie se esperaba estos resultados y sobre todo, nosotros (Hamás). Sabíamos que tras las elecciones íbamos a dar que hablar y que las encuestas no reflejaban la realidad. Esperábamos pacientes, confiando en el apoyo del pueblo palestino. Nuestra victoria no es más que la voz de un pueblo cansado de la corrupción de sus dirigentes”. Con estas palabras sinceras se dirigió a nosotros Mosher El Masri, portavoz del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás). A sus 29 años El Masri se ha convertido en el diputado más joven del nuevo Parlamento Palestino. “Cuando estaba en el coche dirigiéndome al último mitin que celebró el partido en el campamento de refugiados de Jabalia, al norte de la ciudad de Gaza, un grupo seguidores de Al Fatah irrumpieron en el camino, haciéndonos detener el vehículo y comenzaron a insultarme: “niño que es muy tarde vete a dormir, nosotros queremos hombres”. Y ¡ya ves!, me gustaría encontrármelos ahora”, explica divertido.
Ya en las pasadas elecciones municipales se empezó a notar el peso de Hamás en muchos de los distritos de la franja de Gaza, y eso fue sin duda un signo “muy optimista” para el grupo integrista, señala El Masri. Igualmente, para estas elecciones, apunta, “contábamos con mucho candidatos, lo que iba a dar un fuerte poder al movimiento”.
Según el joven diputado, su formación “no va a renunciar” a la Resistencia, pues considera que es un derecho internacional “resistir a las fuerzas de ocupación”. Tampoco aceptará ningún tipo de negociación política con Israel, aunque matiza, en lo que se refiere a la vida diaria “sí habrá negociación , porque es necesaria”. “Lo que queremos es mejorar la situación, no empeorarla”. Por eso, puntualiza, “Intentaremos encontrar una vía alternativa para no tener que negociar”, al tiempo que reconoció que la apertura del paso de Rafah ha sido “un gran avance“, y “no sólo para Palestina, pues nos interesa a todos los árabes“.
El movimiento islamista no pretende gobernar en solitario, según indica “queremos invitar a todas las facciones, incluida Al Fatah, porque la democracia empieza desde dentro”. “Negociaremos con toda la gente de Al Fatah que sea honesta, nuestro objetivo es parar la corrupción. Actuaremos como observadores dentro y fuera del Gobierno”.
Su red de programas sociales ha sido, sin duda, su principal arma para ganarle la ventaja a Al Fatah. Desde hace 10 años lleva trabajando con asociaciones para combatir la pobreza, ayudando a los más necesitados, especialmente, con los enfermos, las viudas y los niños huérfanos. Han creado la primera asociación de caridad para huérfanos, en la que residen permanentemente 250 niños. Este hogar, que se fundó en 1993, también es un una casa de adopción, y hasta el momento han dado un hogar a 75 niños. El centro cuenta con un gimnasio de rehabilitación para los discapacitados, y también para los heridos durante la Intifada.
El director del centro, Momen Freig Barakat, explica que las ayudas exteriores que recibieron para la construcción del orfelinato las destinaron a pagar los sueldos de los obreros, creando así puestos de trabajo para aquellos que estaban en paro. Además, dan ayudas económicas a 4.000 niños, huérfanos de padre y a 300 que tienen dificultades económicas, porque tienen al padre enfermo o en paro. Reparten al año 5.000 mochilas con material escolar, y tienen un programa de formación profesional para rehabilitar a los discapacitados.
Pero detrás de las acciones sociales y la lucha contra la corrupción, el movimiento islamista, que ahora ostenta la mayoría absoluta en la nueva ejecutiva del Gobierno palestino, se niega a reconocer la soberanía del Estado de Israel y a deponer las armas. “Los acuerdos con Israel no han servido de nada. Los Estados Unidos llevan prometiéndonos un Estado palestino libre. Sólo paso a paso y con la resistencia, vamos a liberar a Palestina de la ocupación, como ya hemos hecho en Gasa y ahora vamos a hacer con Cisjordania y el resto del territorio ocupado”, sentencia Mosher El Masri.
