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No todos los negros son mercenarios

Benghazi, 04 de marzo de 2011

Ocho presuntos mercenarios están en cautiverio en una habitación del último piso del Tribunal de Benghazi. Hay rumores que los mercenarios podrían ganar 15.000 euros al dia. La población civil teme a los mercenarios porque han causado centenares de muertes durante las protestas

La noche del 19 de febrero, cuando las fuerzas de la resistencia tomaron el Palacio Al Katiba, feudo de Gadafi en Benghazi, los rebeldes encontraron en una de sus estancias un total de 162 pasaportes de diferentes nacionalidades africanas,  y a doce inmigrantes agazapados a los que acusaron de “mercenarios” africanos. Enfurecidos por la muerte de cerca de trescientos personas en manos de fuerzas paramilitares del coronel, al tiempo que eufóricos por haber liberado Benghazi, una turba de jóvenes arremetió brutalmente con palos y golpes contra ellos, confundiéndolos con sicarios.  Detrás de los muros de este blindado palacio se gestó una de las fuerzas de seguridad privada más temidas por la población, las brigadas africanas leales a Gadafi conocidos como “mercenarios”, que sirvieron de refuerzo al régimen para aplastar las revueltas, después de que muchos oficiales desertaran del Ejército al  negarse a cumplir ordenes de atacar a civiles con armas.

Los presuntos asesinos a sueldo -tres etíopes y seis guineanos,  con papeles de trabajo, dos eritreos y un chadiano, en situación ilegal- fueron llevados al despojado edificio de la Mahkama (juzgados) y puestos a disposición judicial en una fría habitación en el último piso del Tribunal de Justicia de Benghazi, porque la prisión Central de Kuefia, a 15 kilómetros del centro, fue destruida por las fuerzas leales al régimen el 17 de febrero para permitir la huida de 3000 criminales.

“Los prisioneros de guerra se encuentran bajo investigación policial y se mantiene su presunción de inocencia. Sus derechos son respetados según el Convenio de Ginebra”,  nos explica en un inglés macarrónico el fiscal Wael Nayeb que,  tras arduas horas de negociaciones accedió a mostrarnos a los detenidos. Ante la mirada perpleja de esta periodista al ver las condiciones inhumanas en las que se encuentran los detenidos, el fiscal Nayeb se excusó alegando que se trata de “una mediada transitoria”.

En un principio se hablaba de doce prisioneros, pero en el zulo allí estaban confinados sólo diez.

La celda “provisional” en la que tienen encerrados a los presuntos mercenarios no cumple las condiciones mínimas de higiene y mucho menos se podría hablar de espacio confortable. No hay colchones ni camastros para dormir, únicamente mantas roídas y polvorientas para protegerse del frío de la noche. En un barreño de metal flotan unas alubias cocinadas con salsa de tomate, el único plato de comida caliente que les ofrecen.

Cuesta imaginarse que esos tipos de aspecto enclenque y mirada atemorizada hayan sido entrenados para formar parte de los cuerpos de élite especiales para la seguridad privada del dictador.

Los benghazíes necesitan una cabeza de turco, un culpable para verter su rabia y dolor. “Si la gente supiera que están ahí, tirarían la puerta abajo”, afirmó Hana El Gallal , una representante del Consejo local que se encarga de los asuntos de Derechos Humanos. El Gallal trabaja con la organización Human Rights Watch, con sede en Nueva York, para intentar que se conforme un procedimiento legal que rija lo que se hará con los mercenarios capturados, pero el proceso es incierto.

Según la activista pro derechos humanos, muchos de los mercenarios reclutados para defender a Gadafi vienen de Chad. “Son miembros de un movimiento rebelde del Chad que Gadafi financió y entrenó durante años y que perdería ese apoyo si Gadafi es desbancado del poder”, explicó AL´AVUI. Las brigadas africanas leales han sido formadas y armadas en campos de entrenamiento al sur del país, entre otros Katiba Tarik o Obary, puntualizó El Gallal.

Se estima que este ejército irregular está formado por 6000 soldados de élite extranjeros procedentes del África subsahariana de países como Níger, Mali y Kenia, aunque también se han encontrado evidencias de mercenarios árabes de Túnez y Argelia y Sudán, según testimonios de libios.

El uso de mercenarios extranjeros representa “el último acto de resistencia del coronel,  que tuvo la habilidad de comprar protección para sí mismo, en lugar de haber logrado una lealtad genuina”, denunció el general desertor Jalifa Al Musmari, ex jefe de las Fuerzas Especiales del este de Libia.

“Los soldados africanos son muy peligrosos, están muy bien entrenados y su lealtad se compra con dinero”, continuó el general Al Musmari, que sugirió que los mercenarios podrían estar ganando “hasta 1500 euros al día”.

Según otro militar desertor, el capitán Ahmad Bani, uno de los hijos de Gadafi, Jamis, jefe de la Brigada 32, un cuerpo de élite con base en Benghazi, “habría reclutado a mercenarios para provocar la masacre de Al Baida”, a unos 100 kilómetros al sur de la capital de la región oriental de Libia.

El oficial rebelde confesó que el comité militar revolucionario, que se ha formado con militares que han desertado de las fuerzas nacionales libias,  “no podrá hacer frente a un ataque de mercenarios africanos”.

Esta preocupación también ha sido planteada por el nuevo gobierno revolucionario o Consejo Nacional de transición en su primera comparecencia a los medios. Los representantes del flamante gobierno de la Libia independiente han perdido al Consejo Naciones Unidas que “lance ataques aéreos contra los mercenarios” de Gadafi.

“Llamamos a Naciones Unidas y a cualquier país que apoye la Revolución del 17 de febrero a lanzar ataques aéreos sobre los lugares y posiciones de los mercenarios” utilizados contra los civiles y el pueblo libio, urgió hace unos días el portavoz de los disidentes, Abdel Hafez Ghoqa.

Los mercenarios africanos son odiados y temidos debido a su brutalidad en las revueltas. Centenares de testimonios que llegan de todas partes de Libia aseguran que tropas de mercenarios están siendo utilizadas para masacrar a los manifestantes y proteger lo que queda del régimen. Sin embargo apenas hay imágenes de ellos y las que llegan a través de las redes sociales o tomadas con los teléfonos son muy difíciles de confirmar.

En uno de los destrozados edificios de la Mahkama, se ha instalado un comité  de información y recogida de datos de testimonios de civiles que grabaron en sus teléfonos móviles y cámaras fotos cuando los mercenarios africanos y las fuerzas de paramilitares atacaron a la población civil para sofocar las revueltas en Benghazi.

“Algunos llevan unas gorras amarillas, y visten uniformes de camuflaje como los militares”, aseguró Khaled, un voluntario del centro de información, ubicado en el segundo piso, el único que aparentemente se mantiene en pie. Allí  en centro de prensa audiovisual, los voluntarios editan las imágenes y queman DVD para ofrecerlos a la prensa extranjera sobre las matanzas contra civiles perpetradas por las temibles brigadas africanas a sueldo del coronel Gadafi. En su base de datos hay centenares de videos e imágenes sobre mercenarios que circulan de móvil a móvil. Todo el mundo en Benghazi conoce al nigeriano Azik Abu Yuri cuyo pasaporte ha sido fotografiado como evidencia de que se trata de mercenario a sueldo, aunque ningún periodista haya dado con el paradero del susodicho criminal.

“Son africanos subsaharianos, que hablan francés en su mayoría, y que no entienden el árabe”, agregó otro voluntario del centro.

Incluso en las páginas de Internet circulan informaciones sobre varios anuncios que habrían aparecido en la prensa de Nigeria y Ghana para contratar a estos hombres, así lo cita la web de noticias ghanesa Ghanaweb.

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