No estoy orgullosa de que mi hijo se convirtiera en un suicida

Qal-e-Now, 06 de octubre de 2011

Akhtar Mohammed, de 25 años, casado y con dos hijos,  era “un buen hijo” que trabajaba en el campo para mantener a su familia y le gustaba jugar al balonmano, relata Khalima, su madre, que parece como si se hubiera echado encima un montón de los años, de repente.  “Aún no entiendo por qué tuvo que marcharse con los insurgentes”, lamenta la mujer, mientras mira con tristeza una fotografía de sus dos hijos juntos. El primogénito, Abdul Mumin, murió combatiendo a las tropas soviéticas, Akhtar, hace un año cuando se dirigía a una misión suicida en Badghis, donde hay destacados cerca de 1.500 soldados españoles.

Khalima le dieron muy pocas explicaciones: “unos desconocidos llegaron a mi casa en la madrugada y me dijeron que Akhtar había muerto como un shahid (un mártir) en una operación suicida”.  “Tengo que decir que estoy orgullosa de que mi hijo sea un shahid, pero en verdad no lo siento”, reconoce Khalima.

Su hijo conducía una motocicleta cargada de explosivos y, de repente, saltó por los aires. “Nadie me dijo que ocurrió; si fue abatido o alguien activo la carga por control remoto”,  explica Khalima.  “Mi hijo iba a venir a despedirse, pero no le dejaron hacerlo”,  sentencia.

Desde hace unos años, Akhtar había cambiado su carácter. “Era más retraído, cuando siempre había sido muy dicharachero.  Se juntó con unos chicos de barrio y siempre estaban juntos en la mezquita”, recuerda la madre, antes de agregar que “nunca imaginé que en esas reuniones le lavaron el cerebro”.

“No podía sospechar nada, porque mi hijo nunca hablaba de sus ideas política”, continúa Khalima. “Yo no estoy de acuerdo con los talibanes porque matan a niños, mujeres y gente inocente.  Al principio, todos apoyábamos su causa: luchar contra las tropas extranjeras invasoras. Pero con los años, me he dado cuenta que los soldados extranjeros también están haciendo cosas buenas en el país. En Qal-e-Now, las tropas españolas han construido escuelas,  hospitales, carreteras”,  sostiene Khalima.  “Ahora que mi hijo está muerto no quiero que vuelvan los talibanes”,  manifiesta dolida la madre.

Si bien Qal-e-Now no es un reducto talibán fuerte como en otras zonas del país,  en la prisión provincial de Badghis, al menos medio centenar de insurgentes han sido detenidos. Algunos dicen ser inocentes, otros se muestras orgullosos de pertenecer al movimiento islámico talibán.

Abdul Bari, de 28 años, lleva medio año en la cárcel, a la espera del veredicto que podrían caerle 10 años de condena.  Bari pide intimidad, no quiere que el resto de presidiarios le escuchen lo que tiene que decir. “ Los talibanes luchamos contra los americanos, ellos han invadido nuestro país, y los echaremos como hemos echado antes a otras tropas invasoras”, declara desafiante.  “También luchamos contra el gobierno afgano porque apoyan a las tropas invasoras, continúa el preso talibán, que agrega que “para conseguir un objetivo, a veces, hay que usar otras vias”, en referencia a los ataques suicidas. “El fin último de un talibán es el suicidio”, insiste Bari, antes de agregar que “Allah no quiere que las tropas extranjeras estén en el país, por eso tenemos la misión sagrada de liberar Afganistán”.  Bari estuvo un año con la insurgencia preparándose en una madrasa en Qal-e-Now.  Hace unos meses fue arrestado por las tropas españolas durante una redada en Qal-e-Now y llevado a prisión.

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