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Los últimos monjes de Mosul

Bashiqa (Norte de Irak), 27 de agosto de 2016

Encaramado en una loma del monte Alfaf (los miles, en siriaco) se erige imponente el monasterio  de Mar Matta (San Mateo), en la planicie de Nínive (al norte de Mosul). Solo 20 kilómetros de distancia lo separan de las fronteras del Califato Islámico.

Fundado en el año 361 DC por el monje ermita San Mateo es el monasterio siro-ortodoxo más antiguo de Irak.  Este extraordinario mirador de la historia, que ha sido espectador de conquistas, guerras y catástrofes como incendios y terremotos, languidece ante la arremetida de los yihaditas.

La abadía estuvo a punto de colapsar cuando los secuaces del Estado Islámico dominaron las aldeas cristianas de la Planicie de Nínive el 06 de agosto de 2014. Más de 240.000 cristianos se vieron obligados a huir de sus hogares y buscar refugio en el vecino Kurdistán iraquí.  Los monjes, seminaristas y unas sesenta familia cristianas de Mosul que habían acogido tuvieron que abandonar el monasterio. “Los peshmergas frenaron el avance yihadista a unos pocos kilómetros de aquí”, recuerda fray Yusef Ibrahim, de 42 años, y albacea del templo. Desde entonces el frente no se ha movido, quedando el monasterio a solo cinco kilómetros de la última línea defensiva de los peshmerga.

El hermano Yusef y otros seis monjes regresaron a los pocos días al monasterio con la solemne promesa de que no lo abandonarían jamás. “No nos iremos. Aguardaremos aquí nuestro destino”,  enfatiza el monje.  Con ellos regresaron también dos familias de refugiados cristianos de Mosul que los han acompañado todo este tiempo. El  claustro de la abadía con cientos de dormitorios vacantes para peregrinos, además de otra ala para las celdas de los monjes, da un aspecto desvencijado. Apenas se oye un murmullo en todo el monasterio. De vez en cuando, el silbido ululante de un proyectil un mortero que estalla a lo lejos perturba la tranquilidad de este místico lugar. “En siglos pasados llegó a albergar a más de 7000 monjes”,  exclama con nostalgia el fraile Yusef, antes de agregar: “antes recibíamos hasta 100 peregrinos diarios”.

Los monjes siguen oficiando la misa dominical, a la que asisten unos pocos feligreses que llegan de Erbil o de las otras dos provincias del Kurdistán iraquí.

“Cada 15 de septiembre, que se conmemora el aniversario de la muerte de San Mateo, el monasterio estaba lleno. Solían venir miles de cristianos de todo Irak”, recuerda el moje.

Aquellos tiempos de antaño, lamentablemente, ya no volverán.

ethel_fe002La comunidad cristiana en Irak está literalmente desapareciendo. “Más del 35 por ciento de los cristianos de Irak han emigrado a países de Europa y Canadá.

“Los cristianos no tienen intención de regresar a Irak. Esperamos lo peor para nuestra comunidad. No hay esperanzas, vamos a desaparecer de Oriente Medio”,  lamenta fray Yusef.

“Estamos solos. Hace muchos años que la comunidad internacional ha abandonado a los cristianos en Irak”,  critica el monje.

“Desde el derrocamiento de Saddam Husein (tras la invasión de las fuerzas estadounidenses en 2003) no ha habido estabilidad en Irak. Las minorías hemos dejado de estar protegidas”,   denuncia el hermano Yusef.

A su juicio, la persecución de los cristianos en Irak no es sólo fruto del fundamentalismo islámico, que alcanzó su auge con el Estado islámico, sino que también responde a cálculos políticos y proyectos de desintegración de Oriente Medio que se remontan a 1984.

“Desde hace más de 30 años la política de EEUU en Irak ha sido la de dividir el país para debilitarlo con el fin de establecer un nuevo orden regional”,   manifiesta el monje.

“Dónde estaba Occidente cuando masacraron a los cristianos en 2006, en Dora, suburbio de Bagdad o en 2008, en Mosul”,  exora el padre Yusef, a quien la insurgencia suní mató a su hermano que era diácono en Mosul.

Las persecuciones y matanzas de cristianos entre 2004 a 2008 forzaron a decenas de miles de fieles a desplazarse hacia el Kurdistán iraquí o emigrar a otro país. A los pies de la montaña donde está enclavo Mar Matta yacen tres poblaciones cristanas, dos de ellas  se formaron a finales de la década pasada con familias cristianas que huyeron de Mosul.  Pero, ahora, al igual que el resto de los 51 pueblos de la Planicie de Nínive,  Meriki, Magora y Al Barak son pueblos fantasmas.

“Sin los cristianos de Irak se extinguirá una cultura milenaria y una de las lenguas más ancestrales de Mesopotamia, el Arameo (la lengua que hablaba Cristo)”,  advierte el hermano Yusef.

ethel_fe001Los vetustos muros de Mar Matta atesoran una de las bibliotecas más antiguas de obras cristianas.  Manuscritos de las sagradas escrituras que datan de más de 1400 podrían sufrir un destino similar al de otros templos o monumentos cristianos como la Tumba de Jonás en Mosul, el antiguo monasterio de Mar Behnam en Qaraqosh, y las iglesias de Bartella ( dos localidades cristianas aún bajo control del EI) que han sido destruidos por los yihadistas.

“Los manuscritos de mayor valor histórico, así como las reliquias de San Mateo han sido trasladas a un lugar seguro”,  señala Yusef, mientras nos enseña la pequeña crista donde hasta ahora descansaron los restos del fundador del monasterio y la osamenta de los primeros abades que han regido el templo.

Otras obras religiosas como las escrituras del Nuevo Testamento y de vida de Santos, que se cuentan por miles, han sido reubicadas a las estanterías de un habitáculo apartado del monasterio para protegerlas.

Raed aparece ante nosotros como una visión. Es difícil toparse con otro de los pocos moradores del monasterio.  Como la mayoría de cristianos de Mosul, él y su familia huyeron el 18 de julio de 2014, el día que expiró el plazo dado por el Estado Islámico para que todas las familias de esta comunidad religiosa abandonaran la ciudad.  “Dáesh nos dio un ultimátum: convertirnos al Islam o enfrentar la muerte o irnos sin llevarnos nada. Así que no tuvimos más remedio que abandonar nuestros hogares”,   explica Raed.

“Nos lo quitaron todo. A la salida de Mosul nos pararon en un puesto de control y nos requisaron todas nuestras pertenencias. Se llevaron el dinero que teníamos, todas las joyas, hasta el anillo de casados, y también nos quitaron la documentación”,  explica el refugiado.

“Estamos muy agradecidos por la ayudada de los monjes. Si no fuera por ellos no tendríamos a donde ir”,  reconoce Raed, que ayuda en la cocina al mantenimiento de la abadía en gratitud.

El refugiado cristiano explica que cuando el Estado Islámico llegó a Mosul se alzó como “liberador” de las minorías religiosas.

“Nos dijeron hemos venido a liberaros. Somos vuestros hermanos y con nosotros vais a estar a salvo”,  rememora Raed, reproduciendo el mensaje que dieron los yihadistas. Al principio se mudaron con unos familiares a la vecina localidad de Bashiqa, hogar de la minoría shabak (musulmanes chiíes kurdos), yazidíes y cristianos asirios, que cayó después en manos del EI. “Decidimos volver a Mosul y estuvimos allí dos semanas, hasta que el 18 de julio el EI nos obligó a elegir entre el exilio, la conversión o la muerte”,   sentencia el refugiado cristiano.

“Ahora estamos a salvo pero hemos pagado un precio muy alto.  Temo que nunca pueda regresar a Mosul”,  dice con desasosiego Raed.

 

 

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