Los planes urbanísticos de Gadafi para colonizar Bengasi

Bengasi, 08 de abril de 2011

En una garita destrozada dos tipos armados custodian la solitaria entrada al mayor proyecto de viviendas de protección oficial de Bengasi, situado en un  recinto periférico al oeste de la ciudad.

Esta faraónica obra abandonada,  que preveía la construcción de un total de 20.000 apartamentos en bloque, se enmarca en una iniciativa de Saif Al Islam, el primogénito de Muamar Gadafi, dentro de un plan nacional de desarrollo urbanístico en 2008 que iba a costar “200.000 millones de dólares” a las arcas del Estado, explica a ARA, Mustafa Abdala Zaid, un consultor inmobiliario.  Con la vista puesta en la sucesión política Al Islam comenzó a promocionarse con programa sociales en el Gobierno de su padre. Su eslogan: “Por la Libia del mañana”, no logró convencer a nadie.

La macrourbanización de Bengasi fue adjudicada a la sociedad china Constructions Engineering Company en 2010 y se trajo a un ejército de 10 mil trabajadores chinos, bangladesíes y vietnamitas. El presupuesto de la obra ascendía a 13.000 millones de dólares que “el gobierno financió con barriles de petróleo y se embolsó el dinero”, denuncia Abdala.  “Así es nuestro sistema, corrupto hasta la medula. Gadafi  ha nombrado a su gente, y ellos se han llenado los bolsillos”, insiste el consultor,  antes de agregar esperanzado que “la situación cambiará con el nuevo gobierno” rebelde que ha prometido acabar con la corrupción política.

El complejo 20.000 viviendas se ha convertido en una ciudad fantasma de esqueletos de edificios y grúas abandonas. El silbido del viento golpea los andamios, dando un aspecto más fantasmagórico.

Los desconfiados vigilantes no dejan pasar a más de 20 metros, el perímetro que tienen asegurado. Detrás del muro de entrada, donde penden dos carteles con letras chinas hay una caseta con la maqueta, cuyas dimensiones descomunales podrían caber hasta 20 personas tumbadas.  Después, la vista se pierde en la inmensidad. “Este lugar es muy peligroso. No sabemos que hay más allá. Podría haber infiltrados del régimen”, nos advirtió Ahmad Yala con cara de pocos amigos.

Por tratarse de una obra del gobierno de Gadafi, cuando estalló la revolución el 17 de febrero, grupos rebeldes asaltaron las instalaciones, destrozando los muros con las mismas excavadoras que había en la obra y disparando con kalashnikov contra los edificios y las casas prefabricadas para los operarios expatriados y sus familias. Aterrorizados,  los obreros chinos huyeron en estampida, dejando tras de si “pasaportes, dinero en metálico, ordenadores y objetos personales”, señaló Yala, mientras nos mostraba unos destrozados portátiles y prendas de ropa tirados sobre la gravilla.

El vigilante relató que el día que atacaron la obra, los capataces salieron a defenderla e intentaron convencer a los agitadores de que “esas viviendas eran para el pueblo libio”, pero no consiguieron convencer a los rebeldes de que “los amigos chinos estaban trabajando para construir el país”.

Yala mira hacia las columnas de edificios inacabados, y se pregunta: “¿quién vendrá a terminar esto?”.

Segunda jornada de enfrentamientos en Ajdabiya

Cuando la batalla parecía perdida ayer, aviones de la OTAN bombardearon posiciones gadafistas en los alrededores de Ajdabiya, obligando a las tropas gadafistas a retroceder 30 kilómetros al oeste.

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