Los insumisos de Asad

Beirut, 19 de julio de 2012

Unos 100.000 jóvenes se han marchado de Siria para no hacer el servicio militar.

“En Siria te obligan a decidir: o estás con el régimen o con la revolución. Como alauíes debemos defender al régimen y proteger a nuestra comunidad religiosa, eso nos enseñan desde muy jóvenes. Nos hacen creer que estamos en peligro, que los suníes quieren masacrarnos, y si tú no matas, ellos te matarán a ti. Es la guerra santa”, sentencia Issa, de 24 años, que huyó de Siria para no incorporarse al servicio militar obligatorio.

El 21 de junio de 2011, unos 200 estudiantes se manifestaron en contra de Asad en la residencia universitaria de Damasco y poco después llegaron decenas de furgones policiales. “Primero llegó la Policía, seguida de los muhabarat (policía secreta) y los shabiha (matones del régimen). Todo el mundo corrió hacia los dormitorios. Nos rodearon, apagaron las luces y por megáfono nos dijeron que salieran los manifestantes. Yo tenía mucho miedo y me quedé en la habitación. Me sentí como un cobarde, mis compañeros estaban fuera, pero yo soy alauí y tuve que permanecer en mi cuarto”, lamenta Issa.

Este insumiso alauí, licenciado en Biblioteconomía en la universidad de Damasco, abandonó el país diez días antes de que acabara su prorroga por estudios. Issa cogió sus ahorros, que había ganado como profesor particular de Árabe, y cruzó la frontera hacía Turquía. Pero su pasaporte, con una vigencia de dos años, -lo que estipula la ley siria para los varones que no han  sido llamados a filas-, estaba a punto de expirar y tuvo que irse al Líbano, donde los sirios sólo necesitan el carnet de identidad para entrar.

“Había advertido a mis padres de que me marcharía, pero nunca me tomaron en serio”,  señala Issa, antes de precisar que su hermano es militar y muchos de sus familiares son miembros de las fuerzas de seguridad.  “Dos de mis tíos pertenecen a las fuerzas especiales, que cargan contra los manifestantes anti-régimen”, detalla el joven.

“No quiero hacer el servicio militar porque ahora lo han reducido de dos años a menos de uno, y te obligan a quedarte en tu regimiento como soldado regular, porque estamos en una guerra”, denuncia el insumiso sirio.

Ante el miedo a las deserciones, el Ministerio de Interior sacó una normativa en el mes de marzo que prohíbe la salida del país a todos los varones que están en edad de prestar el servicio militar, porque “el Ejército necesita ahora muchos más reclutas”. Según sus estimaciones, unos 100.000 jóvenes se han marchado de Siria para no hacer el servicio militar.  “Me he encontrado a un montón de compañeros de la universidad de Damasco en las calles de Beirut”,  asegura el insumiso.

Para su familia, Issa es un traidor. “Mi madre me pide que vuelva, que reconsidere mi postura, que mi obligación es proteger a los alauíes”, indica. En Misyaf, (su ciudad natal) en el centro de Hama, “todo el mundo cree que soy un desertor y que me he unido al Ejército Libre de Siria”, continúa el joven, que confiesa que él cree “en la humanidad fuera de la religión”. “No somos mejores que otros sirios de diferente religión”, insiste.

Ahora Issa vive en Beirut, comparte habitación con otros sirios que han huido por las mismas razones.

Su amigo, “Guevara” Darwish, hijo de un oficial de la Guardia Presidencial, trabaja desde hace nueve meses como recepcionista en un complejo hotelero en Jebail (noroeste del Líbano).   Guevara, de 25 años, estudiante de Ingeniería Agrícola en la Universidad al Baaz de Homs, no pudo renovar su prórroga por estudios, porque la universidad permanece cerrada desde septiembre de 2011. “En condiciones normales habría hecho el servicio militar, pero ahora no podría hacerlo. No quiero estar en la situación de tener que matar a civiles desarmados”, asiente el universitario sirio.

“Yo apoyo a Asad como presidente, pero no al régimen. Asad no es quien toma las decisiones; está rodeado por un círculo oscuro de asesores, sedientos de poder y sangre”, sostiene Guevara.

Para este insumiso, si las protestas no hubieran derivado en una revolución armada, “en dos semanas se hubiera acabado todo”.  “En Homs no hay una revolución; se ha convertido en una ciudad sin ley. Todo el mundo tiene armas y se matan los unos a otros, no por ideales políticos o por pertenecer a una u otra comunidad religiosa, sino que está lleno de asesinos a sueldo, de bandas armadas que matan o secuestran por dinero”, asegura Guevara.  “Quiero volver a Siria para terminar mis estudios y poder montar una granja ecológica en Qusayr (su ciudad natal en la provincia de Homs) pero por ahora sólo puedo seguir con este trabajo de 24 horas al día y 400 dólares al mes”,  se queja el universitario sirio.

Taufic, de 18 años, pertenece a un importante familia alauí.  El quería estudiar violín en el Conservatorio Nacional de Música, pero suspendió las pruebas de ingreso y no se podrá presentar nunca más. Ahora trabaja como cocinero en Trípoli para ahorrar dinero y poder estudiar la carrera de violinista en Georgia. “Soy músico, un artista… no voy sacrificar mi vida por un régimen que va caer”, sentencia Taufic, que aspira a un futuro mejor para Siria. “El pueblo sirio ha quebrado el poder de los Asad, (que gobiernan desde hace 50 años). El nuevo régimen será mejor y si no lo es, el pueblo lo tumbará y habrá otro nuevo”, anhela Taufic.

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