Los faraones “Made in China” acaban con la pequeña industria artesanal de Egipto

El Cairo, 03 de noviembre de 2006

Uno de los mayores atractivos turísticos de la populosa ciudad de El Cairo es el gran bazar, conocido como Khan el Khalili. Este mercado árabe de artesanía está enclavado en el corazón de El Cairo islámico, entre la mezquita de Al Husein- uno de los lugares más sagrados de Egipto, donde descansa la cabeza del nieto del profeta Mahoma- y Al Azhar, la primer universidad islámica del mundo árabe. Sus estrechas y zigzagueantes callejuelas están abarrotados de pequeñas tiendas y puestos, en los que se venden todo tipo de artículos extravagantes, y recuerdos del Antiguo Egipto. Allí,  los turistas vacían sus carteras  y llenan sus maletas de escarabajos de la suerte, estatuillas de Ramses y bustos de la hermosa reina Nefertiti, de piedra alabastro, que se venden como artesanía tradicional, tallada a mano.  Pero debajo de esas figuritas, que el turista compra baratas -después de regatear- como una pieza hecha a mano,  se esconde la inevitable marca registrada de “Made in China”.  Y mientras Egipto abre su mercado a las importaciones provenientes de China para su prosperidad económica, irrumpiendo en el mercado egipcio con unos productos de bajo coste, la producción artesanal y la fabricación local se han visto engullidas por el gigante asiático.

En los últimos años, la mayoría de los artículos de regalo que se venden para turistas en las tiendas de Khan el Khalili son de fabricación china. “La mayoría de los comercios prefieren abastecerse de productos importados de china en vez de los locales”, explica Adel Megwari, que regenta una pequeña tienda de “souvenir” desde hace 22 años.  Un pequeño objeto de cristal pintado de fabricación china cuesta 10 libras egipcias (aproximadamente 1,50 euros, mientras que el mismo objeto hecho en Egipto tiene un valor de 30 libras (5 euros).  La diferencia de precios es considerable en artículos más costosos como pueden ser las pirámides de cristal en miniatura talladas. Una pirámide tallada a mano cuesta unas 150 libras (más de 21 euros) y una copia china se vende por 20 libras (cerca de 3 euros). “Con estos precios no se  puede competir. No sólo los chinos lo copian todos, sino que además emplean alta tecnología para producir más rápido y sus salarios son más bajos”, denuncia Sameh Abdel Nabi, artesano del cristal, que trabaja en uno de los pocos talleres que  aún quedan abiertos en un barrio artesano, contiguo al gran bazar.

La diferencia entre las miles de copias chinas de estatuillas de faraones y las talladas a mano en Egipto se encuentra en la forma del ojo. Aunque parecen reproducciones exactas, hay una pequeña diferencia en el contorno y tamaño del ojo.  “El secreto es comprobar siempre el ojo. Los nuestros son más grandes”, explica Mohamed Mustafa, dueño de otra tienda de artículos de regalo, mientras sostiene dos estatuillas de alabastro, aparentemente iguales, de la reina Nefertiti.

Pero lo cierto es que a los turistas las cuestiones anatómicas de las estatuillas les son bastante irrelevantes y  en un mercado de consumo donde actúan la oferta y la demanda, los faraones “Made in China” ocupan el número uno en el ranking de ventas.  Y no sólo los reyes y dioses del Antiguo Egipto han perdido su nacionalidad, sino que también el gigante chino ha acaparado la producción de los farolillos de Ramadán,  que han hecho famoso a Egipto en todo el mundo musulmán.

El primer ministro chino Wen Jiabao visitó El Cairo en junio para firmar acuerdos comerciales con Egipto. Actualmente hay en marcha 200 proyectos chinos en el país, con un capital de inversión de 230 millones de dólares. El comercio bilateral chino-egipcio se ha elevado en estos últimos años, pasando de menos  de un millón de dólares en 2002 a casi 2.2 mil millones en 2005. La balanza se inclina pesadamente a favor de China.

Mientras el Gobierno de Mubarak le sigue abriendo los brazos a China, en los foros de economistas del país se discute sobre el papel que juega la industria tradicional egipcia. Según el economista Samir Radwan, “los fabricantes egipcios tendrán que aceptar las reglas de la globalización o morir”. “Hemos entrado en la globalización, nos guste o no. Egipto es miembro de la Organización Mundial del Comercio y no puede recurrir más tiempo al proteccionismo”, advierte el jefe del Foro egipcio de Investigación Económica.

Irónicamente, Egipto se ha convertido en uno de los principales receptores de turistas del país asiático. Se calcula que antes del 2020 habrá recibido100 millones de turistas chinos.

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