La “ratonera” de Gaza

Paso fronterizo de Rafah, 19 de enero de 2009

“Por fin hemos salido de esta ratonera”, exclama con la voz rota Sulaiman Abu Hamed mientras espera junto a su familia en el terminal de Rafah a que los funcionarios de fronteras les den un visado para entrar a Egipto.  Abu Hamed, palestino con pasaporte español, está casado con María Blasco y tiene dos hijos: Halima, de 23 años,  y Nizar, de 2 años. La familia Abu Hamed Blasco intentó salir de la franja de Gaza nada más comenzar la ofensiva militar israelí, el pasado 27 de diciembre. Blasco nos explica que primero lo intentaron en cuatro ocasiones y sin éxito desde el paso fronterizo de Erez, que separa la franja de Israel, para después contactar con la embajada española en El Cairo y tratar de lograrlo por el paso de Rafah, entre Gaza y Egipto.

María lo recuerda como una pesadilla. En noviembre, la familia decidió  marcharse para siempre de Gaza, por lo que tenían lo justo y necesario para pasar las últimas semanas mientras realizaban los trámites del visado. “Nos cogió por sorpresa; yo tenía previsto ir a comprar a Gaza el día después de iniciarse los bombardeos, así que nos quedamos sin comida. Hemos pasado hambre, frío y mucho miedo, nos relata.

“Si alguien que ya ha estado en Gaza regresara ahora no la reconocería. Todo está destruido”,  lamenta su hija Halima.

Afortunadamente, para el pequeño Nizar solo será un mal sueño que dejará de recordar en unos meses. Una nueva vida le espera en España.

Además de la familia Abu Hamed Blasco, ayer también salió de la franja el cooperante y periodista español Alberto Arce. Con aspecto decaído y sin poder disimular el dolor nos dice que no se considera una valiente: “he dejado atrás a gente que no ha podido salir porque es palestina”.  Arce se refería a su compañero de trabajo con el que ha estado rodando un documental sobre las consecuencias de dos años de bloqueo: “El Gueto de Gaza”.

“La situación previa a la guerra era de genocidio total y después no hay palabras para describir lo que he dejado allí detrás”, denuncia el activista, mientras detalla: Mulas y perros comiendo cadáveres, torturas, hambre,  frío y miedo”.

“Ha sido una guerra sin límites, nadie tenía la mínima garantía de protección. No tengo la más remota idea de cómo estamos vivos”, mantiene.

Durante su estancia en Gaza, llegó el día antes de que comenzara la operación “Plomo Fundido”,  formó parte de los equipos de voluntarios de la Media Luna Roja. “Cuando caía una bomba salíamos a descombrar y a recoger a los heridos y cadáveres. He pasado quince días llevando cadáveres y heridos a las salas de Urgencias de los hospitales y aprendiendo a dar primeros auxilios y a vendar a los heridos”.

Ahora que ha terminado el conflicto ya no hay buenos ni malos, sólo el sufrimiento de  población civil palestina atrapada en la franja de Gaza como consecuencia del fanatismo de Hamás y la desproporciona fuerza de Ejército israelí.

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