La milicia del Fatah al Islam

Nahr El Bared, 05 de abril de 2007

Han sido 14 días de horror. Desde que la milicia Fatah al Islam atacó al ejército libanés para luego atrincherarse en el campo de refugiados palestinos de Nahr al Bared.

 

La milicia, que llegó como protección en el 2005, pero que con la llegada de extranjeros cambió de perfil, convirtió en un infierno la vida de los habitantes del campo de refugiados. El sitio y la presión de las fuerzas libanesas ya han dejado decenas de muertos y heridos de lado y lado.

La retirada total de las tropas sirias, incluidos sus servicios de inteligencia militar, en marzo del 2005, dejó un vacío de seguridad en el Líbano que fue aprovechado por grupos extremistas para instalarse en los campos de refugiados palestinos.

La milicia sunita Al Fatah Intifada, una escisión del movimiento Al Fatah, fundado por Yasser Arafat, se concentró en el campamento de refugiados de Ain Helue, el mayor de Líbano, convirtiéndose en una amenaza para el gobierno libanés.

Ante este peligro, el Ejército los trasladó al campamento de Nahr al Bared, cercano a la ciudad de Trípoli, al norte. Los refugiados palestinos vieron con buenos ojos la presencia de esta milicia que los protegía del enemigo israelí.

Pero a finales del 2006 llegó al campamento Shaker Al Absi, activista jordano de origen palestino, que había cumplido tres años de condena (2002-2005) en Siria por su presunta relación con terroristas vinculados a Al Qaeda.

Shaker, que fue acogido por Al Fatah Intifada, se separó del grupo en enero de este año y fundó Fatah Al Islam.

El nuevo líder atrajo a veinte ex miembros de Al Fatah Intifada y a otros tantos integristas yemeníes, sirios, jordanos y sudaneses, con experiencia militar en Afganistán e Irak.

Al principio, se mezclaron con refugiados, incluso algunos se casaron con palestinas, explicó Ramia, de 21 años, que huyó del campamento la noche del martes. Pero los hombres de Shaker no tardaron en hacerse con el control del campamento.

“No sabemos cuántos son, ni de dónde vienen. Aparecieron de repente en la calles armados hasta los dientes y aterrorizando a la población con sus amenazas”, continuó Ramia, mientras agregó: Un día se pusieron a disparar en la entrada de la escuela y amenazaron a los niños”.

Su compañera Dana los describió como “unos tipos fuertes, con pelo largo y siempre con un fusil kalashnikov”.

Salam Abu Raya, de 40 años, dijo: “Son más de cuatrocientos. Entraron el campamento sin que Al Fatah Intifada pusiera ninguna resistencia. Shaker estaba con ellos. Cómo iban a pensar que los traicionarían”.

El grupo de Shaker se extendió rápidamente por la localidad de Trípoli, recibiendo el apoyo de muchos libaneses sunitas por su fundamentalismo.

Fatah Al Islam ganó simpatizantes porque “predicaba que iba a luchar contra el enemigo sionista y contra los chiitas, rivales de los sunitas”, explicó Ismail Ahmad Alush, representante en Trípoli del Movimiento Patriótico Libre, del general Michel Aún, cristiano maronita aliado del Hezbolá libanés. Pero ahora, “nadie apoya a este grupo, porque han humillado al ejercito libanés”.

Alush asegura que en el Líbano es fácil matar a un ministro, pero nadie se atreve a tocar a un militar. “Es una cuestión de honor. Se trata de un sentimiento patriótico”, aseveró.

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