La marcha del millón

El Cairo, 15 de febrero de 2011

Una marea humana de color rojo, blanco y negro, desbordó ayer la plaza Tahrir (Libertad) y alrededores, colapsando el puente de los Leones que une la Ópera del Cairo con el Museo Nacional egipcio. La marcha de un millón, como se le bautizó, dobló sus expectativas hasta congregar dos millones de egipcios de todas las edades, y diferentes estratos sociales, línea política y religión. La gran marcha cumplio sus expectativa y congregó a más de un millon….

Clérigos musulmanes de la Universidad de Al Azhar, estudiantes universitarios, partidarios islamistas, empresarios, intelectuales, actores unidos por un objetivo común: derrocar al presidente Hosni Mubarak.

“Es la revolución del pueblo egipcio. No toleraremos más que Mubarak siga en el poder; tiene que marcharse ya”, declaró a EL TIEMPO Abbas Mohamed  que lleva tres días acampado con su familia en los jardines de esta plaza, epicentro de la revuelta.

Mohammed es un parado que trabajó como funcionario del Gobierno hasta que fue despedido hace tres años. Este padre de familia numerosa del barrio de Helwan, en los extrarradios del Cairo, se unió a las protestas con la esperanza de un cambio “No podemos sostener por más tiempo esta situación. Nadie quiere a Mubarak ni a su corrupto Gobierno”.

Millones de egipcios viven en su misma precaria situación, con menos de un euro al día para mantener a una familia.  Sus hijos no tienen acceso a una educación ni a asistencia sanitaria.

“Nosotros no nos marchemos, tendrás que irte tú”, gritaba un grupo de manifestantes, mientras alentaba a las masas. Los opositores coreaban consignas de “Vete Mubarak Vete”, mientras portaban pancartas en las que se podía leer: “Por el futuro de nuestros hijos”.

La valentía de muchos egipcios que han desafiado a las autoridades y burlado el toque de queda,  durante ocho días consecutivos,  ha animado a otros ciudadanos a apoyar esta revuelta social que pide el fin de tres décadas de régimen autoritario y estado policial bajo la ley de Emergencia.

El descontento social se venía gestando durante años, pero nadie podía prever cuando iba a explotar la situación. Las revueltas de Túnez  infundieron esperanza entre los jóvenes egipcios. “Un efecto mágico; la gente empezó a creer y a no tener miedo”, comentó Mohamed, estudiante de Medicina.

El acceso a las nuevas tecnologías ha sido una herramienta clave para organizar estas protestas. “Es la primera vez que participo en una manifestación. Gracias a Facebook, yo y mis amigos decidimos unirnos al movimiento del 6 de Abril, grupo pionero de las protestas”, explicó Amer, licenciado en Derecho, pero sin trabajo.

Si bien esta gran marcha ha sido una protesta sin precedentes en la historia de Egipto, dos millones de personas, y decenas de miles en Alejandría y Suez, no representan a la mayoría de la población egipcia que asciende a más de 80 millones de personas.

Omar, un taxista cairota, criticó duramente a un grupo de jóvenes que iba a participar en las protestas y los tildó de “esclavos de Occidente” por apoyar al líder de la oposición, Mohamed El Baradei, que, a su juicio es “un agente de Estados Unidos”.

“Estos agitadores están paralizando el país. Soy taxista y estoy días no he podido trabajar. No hay clientes, ni turistas que quieran ir a las pirámides”, criticó Omar.

Muchos ciudadanos no comparten la revuelta y están molestos por la situación actual.

Anoche, en la Plaza Tahrir se vieron manifestaciones a favor de Mubarak.

“Tenemos miedo de abandonar nuestras casas por la inseguridad. Queremos que la situación vuelva a la normalidad”, criticó Asima, una vecina de Dokki, un barrio céntrico de clase media.

Desde que la policía se retiró de las calles, el pasado viernes, se están produciendo muchos robos en viviendas y establecimientos comerciales que se han visto obligados a cerrar por el toque de queda.

“Unos tipos vestidos de policía, irrumpieron en mi casa por la noche y nos dijeron que venían para registrarla. Pero era mentira, eran ladrones y me robaron dinero y cosas de valor”, denunció otro vecino.

Por las noches, en las desérticas calles de El Cairo se oyen ráfagas de disparos por enfrentamientos entre las patrullas vecinales y pandillas de delincuentes.

Las protestas se alargaron hasta altas horas de la noche, como los días precedentes. A medida que anochecía muchos manifestantes se retiraban a sus casas.

Los opositores volverán a las calles hoy, pero en menor número,  a la espera de que el vicepresidente, Omar Sulaiman, de una respuesta a sus demandas fundamentales: la inminente renuncia de Mubarak, la disolución del Parlamento y reformas en la  Constitución  para la celebración de unas elecciones libres e independientes.

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