La caída de Ras Lanuf

Ras Lanuf, 10 de marzo de 2011

Era la crónica de una muerte anunciada. Era cuestión de  horas que las fuerzas de Gadafi iban a tomar Ras Lanuf. Intensos bombardeos y fuego de artillería presagiaban la derrota. Arrinconandos hasta las puertas de Ras Lanuf, los rebeldes seguían sin metalizarse de que ya poco podían hacer. La carretera que conducía al infierno de Dante, columnas de humo blanco y  fuego, quedaron desiertas. Desde tierra, aire y mar fuimos atacados. Un inconciente paseo para poder retratar mas tarde en la crónica cómo había quedado desvalijado el hotel Al Fadel, del que fuimos evacuados hace unos días,  y las viviendas vacias, convertidas en refugio de los rebeldes, nos sorprendió en medio de un potente ataque por sorpresa. Esquirlas caían de todas partes y sólo se podía correr hacia delante para intentar huir lo antes posible de aquel lugar que terminaría arrasado. No vimos a los barcos de guerra pero sentimos los cañonazos; no oímos el zumbido de los aviones de combate pero vimos como un misil estalló al lado del centro médico, despedazando varios cuerpos, todos de milicianos, ya que residentes habían huido de la ciudad varios días atrás. Rugían las ametralladoras y a toda velocidad, agazapados en remolque de una camioneta “pickup”, fuimos dejando atrás aquella odisea. Las miradas de la gente hablaban por si solas. Algunas mostraban ira e indignación. Otras, miedo y tristeza. Un grupo de combatientes se atropellaban los unos a los otros al hablar para intentar explicar el infierno del que habían salido.

“Llovían misiles del cielo, por todas partes. Vi caer uno cerca de la mezquita y  otro impactó en un coche el que viajaba una familia entera. Todos están muertos”, relató, aun con miedo en el cuerpo, Aiman Ibrahim.

“Allahu Akbar, allahu Akbar”, repetían todos, levantando el kalashniklov hacia el cielo como si invocaran a Dios. En el puesto de control de Agila, centro de almacenamiento de armas, municiones y víveres, periodistas, milicianos y civiles esperábamos, siempre en alerta, a un inminente ataque de los cazas del coronel. Desde una camioneta, un clérigo musulmán llamaba a la retirada. “Marchaos por el amor de dios, marchaos. Hijos de Allah no es el momento de luchar ahora”. Se presagiaba otro ataque desde el aire pero fueron los tanques los que nos sorprendieron, de repente, y se repitió la huida. Los más temerarios permanecieron allí con intención de contraatacar.  Las ambulancias se adelantaron y pararon a medio camino entre Ras Lanuf y Brega, una distancia de cien kilómetros, mientras las pickup apretaban el acelerador como si se tratara de una carrera de Fórmula Uno. En Brega, la situación permanecía en calma. Desde lo alto de un montículo de tierra en los márgenes del camino se divisaban gruesas columnas de humo negro que habían engullido a la ciudad. En el desierto retumbaba como el eco el sonido  de las fuertes detonaciones.

Algunos testigos aseguraron que Gadafi “está utilizando armas prohibidas” que describieron como unos proyectiles que al impactar contra el suelo expulsaban trozos de metal en forma de hélice para causar un mayor número de víctimas fatales.

En el hospital de Brega, el espectáculo era dantesco. De las ambulancias salían heridos con miembros amputados o con graves quemaduras. Pese al dolor, a algunos aún les quedaba fuerza para levantar la mano con los dedos en señal de victoria. En la puerta de hospital, de chunchillas con la espalda apoyada en la pared,  Mohamed, un miliciano de Bengazhi, de 21 años, que fue herido levemente, esperaba preocupado a tener noticias de su hermano Ali, de 25 años, que acababa de ingresar en estado grave.  No pudo contener las lágrimas y se derrumbó cuando empezó a explicarnos cómo habían sido sorprendidos en un bombardeo de un caza cuando estaban parados en un coche junto a la carretera en el desierto.

La perdida de Ras Lanuf no sólo ha sido uno de los golpes más duros para la revolución del este, sino que representa una seria amenaza para Brega, el siguiente enclave petrolero que controlan los rebeldes y que podría caer en breve en manos de las fuerzas gubernamentales. Esto significaría el fin de las esperazas de la nueva Libia liberada.

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