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Hermel, la ciudad libanesa asediada por las bombas sirias.

Hermel, 30 de mayo de 2013

IMG_6836Los vecinos de Hermel, a 14 kilómetros de la frontera con Siria,  viven bajo una sensación de peligro constante. Desde que el líder de Hizbulá, el jeque Hasan Nasrala, reconoció públicamente la participación de su grupo en la guerra siria, en el asalto a Al Qusair, se han intensificado los ataques con proyectiles de mortero desde Siria en esta localidad rural de 45.000 habitantes, feudo del “Parido de Dios” en el valle de la Bekaa. Más de un centenar de cohetes han caído en Hermel en lo últimos 20 días, causando graves daños materiales en decenas de viviendas, y la muerte de una chica de 17 años, así como varios heridos.  Loul Awad no pudo escapar a su destino. La joven decidió no ir  clase el lunes por miedo a los disparos de cohetes y quedarse en casa. Sobre el mediodía un proyectil impactó en la vivienda y Awad murió en el acto a causa de las esquirlas.

“Llevo 30 años de mi vida trabajando muy duro para dar un futuro a mis hijos. Y me han matado a mi  niña”,  expresa con dolor Abdala Muhamed, padre de Loul. En la casa de la familia Awad no cabe ni un alma. Todos los vecinos han vendido a dar el pésame a los padres de la joven. Las mujeres vestidas de negro riguroso, de pies a cabeza,  velan el cuerpo ausente de Loul en una habitación. Los familiares más allegados, mujeres, rodean la cama de la joven, donde han colocado su fotografía y el vestido de novia que nunca estrenará.

Según la tradición musulmana, los hombres se reúnen fuera de la casa en un explanada con sillas y un lona de plástico para resguardarse del calor. En menos de una hora se escuchan cinco potentes explosiones que provocan el pánico. Los niños rompen a llorar, mientras una multitud corre a resguardarse.

“Al principio los cohetes venían de Siria pero ahora los están disparando desde Arsal”, denuncia un hombre que esta en el velatorio, antes de explicar que “los insurgentes sirios cruzan la frontera en vehículos cargados con proyectiles, suben a la montaña para lanzar desde allí los obuses contra el Hemel y después regresan a Siria”.

Arsal es la única localidad suni en el valle de la Bekaa que es de mayoría suní ,y según los habitantes de Hermel, “el Ejército Libre de Siria (ELS) cuenta con el apoyo y la protección de las autoridades locales”.

“Arabia Saudita y Qatar están poniendo mucho dinero en Arsal  para construir mezquitas salafistas y enviar a yihadistas a siria para luchar contra las tropas del régimen y Hizbulá”,  advierte Hasan.

IMG_6843A unas calles de la plaza del Ayuntamiento de Hermel, un grupo de vecinos inspeccionan los daños en una vivienda alcanzada por un cohete.  Afortunadamente, la casa estaba vacía. Sin embargo, el impacto del obús rompió los cristales de la casa contigua e hirió al bebé de Imad. Su esposo, Halil, nos llama para mostrarnos la carcasa del proyectil.

“Tenemos que protegernos. Y Hizbulá es el único que nos protege, ya que si cae Bashar al Asad régimen sirio, nosotros seremos los siguientes”, sentencia Halil, aunque reconoce que “estamos pagando un precio muy alto”.

Yibril vivía en Australia y regresó hace siete meses a su Hermel natal. “Volví porque echaba de menos mi casa y a mi gente. Hermel es un lugar hermoso con un río, rodeado de vegetación y montañas. Pero la situación es muy peligrosa. Tengo miedo de que estalle de nuevo una guerra civil”, declara este libanés de 27 años, que invirtió todos sus ahorros para abrir una granja de pollos.

Ante la situación de inseguridad, los vecinos de Hermel han creado unos comités populares de protección  para velar  la seguridad. Todos los integrantes son voluntarios que han abandonado sus trabajos para dedicarse a patrullar día y noche. Se dividen en grupos y controlan las carreteras de entrada y salida a la ciudad, así como las carreteras secundarias que conducen a Arsal, vía principal de comercio de armas ilegales a Siria.

“No somos de Hizbulá es una iniciativa ciudadana. Lo hacemos para proteger a nuestras mujeres e hijos porque el Gobierno libanés no nos protege”, asegura un hombre de mediana edad que viste unos desgastados pantalones militares y una camiseta roída. “Nosotros nos coordinamos con el Ejército libanés, porque lo respetamos; no como en Arsal que (el martes) unos desconocidos mataron a tiros a tres soldados”,  indica Rabie, de 35 años.

 

 

 

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