Gadafistas y rebeldes se enfrentan a muerte por el control de Ajdabiya, la puerta al bastión rebelde

Ajdabiya, 09 de abril de 2011

La carretera que conduce a Ajdabiya desde Bengasi estaba desierta por la mañana.  Ni siquiera,  una pick up con milicianos. Tampoco en esta ciudad, a 160 kilómetros de la capital rebelde, se veía un alma en las calles. Llegamos hasta “Bab el Garbiya” (la entrada oeste), una de las posiciones estratégicas de defensa de las fuerzas insurgentes, y apenas encontramos un grupo reducido de combatientes y una trinchera despoblada con un viejo tanque y tres baterías  antiaéreas.

Los rebeldes, que ya deberían  estar bien escarmentados, todavía repiten los mismos errores y, en manada, se concentraron en el frente, a cuarenta kilómetros de Ajdabiya, abandonando la retaguardia.

El Arbain, como se conoce a este punto estratégico entre Brega y Ajdabiya,  ha sido durante los últimos días la actual línea defensiva de las fuerzas opositoras. El campo de batalla se situaba 20 kilómetros más adelante y allí se enfrentaba el ejército profesional desertor y los leales de Gadafi. Incapaces de atacar militarmente a las fuerzas gubernamentales, pues su mejor arma son los misiles grad, capaces de recorrer 40 kilómetros, además de contar con tanques de guerra, la táctica de los rebeldes ha sido  mantenerse en esa localización para frenar el avance de las tropas del régimen. Sin embargo, ayer por la mañana los militares del régimen adelantaron posiciones  y una lluvia de obuses y cohetes le cogió desprevenidos en el Arbain

No eran más de las once cuando la artillería pesada gadafista les cayó encima y montados en los “Toyotas” huyeron a tropel por la carretera y el desierto del frente rebelde, despejando el camino a las tropas del coronel que avanzaron hacia Ajdabiya.

Decenas de pick up, y vehículos con periodistas circularon a toda prisa por la carretera hacia la entrada oeste de Ajdabiya, que fue atacada poco después con morteros y cohetes que caían desde varias direcciones.

La desbandada general permitió que en menos de una hora los tanques y tropas gubernamentales se acercaran peligrosamente a esta estratégica localidad que es el cruce entre Brega y Tobruk, las únicas instalaciones petroleras que aún controlan los rebeldes y la carretera directa que lleva al feudo rebelde de Bengasi.

En medio de aquella carrera de caballos desbocados, un equipo de ambulancias y profesionales médicos esperaba a los heridos.  Osama Sharif, cirujano voluntario, ordenaba meticulosamente botellas de antiséptico, gasas, antibióticos, todo lo necesario para curas de primeros auxilios.

“Debemos mantener la calma; encontrar el balance entre las sensaciones de miedo y pánico y nuestras obligaciones como médicos”, abundó el sanitario, que ya ha tenido algún que otro susto por estar en la línea del frente.

“A veces, nos ha tocado vivir unas situaciones que son inconcebibles. A pesar de que hemos pasado por muchos momentos difíciles durante estos años, pero lo que está pasando ahora nos ha dejado en un estado de choque”,  exclamó el médico, en referencia a los primeros días del levantamiento popular, cuando los tanque del Ejército entraron en Bengasi y “pasaron por encima de los manifestantes, dejando cuerpos destrozados”.

En Ras Lanuf “tuvimos que evacuar el ambulatorio en tres ocasiones porque fuimos atacados por tierra y mar”,  antes de que esta importante localidad petrolera cayera en manos de las tropas gubernamentales hace dos semanas. En aquellos ataques contra el centro médico murieron un anestesista, tres estudiantes de medicina y dos conductores de ambulancia, detalló Sharif.

“El los combates en Brega han muerto otros cinco compañeros y hay tres médicos y un conductor de ambulancias desaparecidos”, agregó el médico.

Este cirujano denunció que el personal médico es “objetivo prioritario” de las bombas gadafistas. “Nosotros estamos aquí para atender a los heridos de los dos bandos, sin distinciones. No entiendo porque somos atacados”.  Como ya no hay ningún hospital seguro en todo el este de Libia a excepción de los de Bengasi, tanto la flota de ambulancias como el personal médico viajan todos los días desde la capital rebelde al frente para recoger y auxiliar a los soldados heridos en batalla.  Los más graves, primero son ingresados para practicarles una operación de urgencia en el hospital de Ajdabiya, para prevenir que puedan morirse desangrados en el camino hacia Bengasi.

Precisamente, el primer herido que llegó ayer al hospital Magarif de Ajdabiya,  antes de ser evacuado, fue un militar del régimen de Gadafi.

En la entrada al caótico centro hospitalario donde llegaban los heridos del frente en vehículo particular o ambulancia, el jefe del servicio de Urgencia, Sulaiman Rifadi nos advirtió del peligro de permanecer más tiempo allí. Hace sólo tres días la ciudad fue atacada por un intenso bombardeo y uno de los misiles cayó cerca del hospital.

Los ánimos andaban tensos entre el personal médico y los rebeldes, las explosiones se oían cada vez más cerca.

La ausencia de personas, sonidos y movimiento se tornó en nerviosismo y efímeras columnas de humo se arrastraban como serpientes huidizas por las dunas que conforman la periferia de Ajdabiya. Los médicos intentaron mantenerse concentrados mientras el ruido de los cohetes se extiende entre los pasillos casi vacíos del centro hospitalario. Un camillero permaneció aborto. Encendió un cigarro, respiró, inhaló, y miró al cielo. Las tropas de Gadafi estaban posicionándose a la entrada de la ciudad mientras aprovechan la anárquica estrategia de los rebeldes que huyeron despavoridos sin rumbo. Unas fregonas que esparcían el agua enturbiada por el jabón oscilaban de pasillo en pasillo como si el hospital estuviese ajeno al sonido de la guerra. Por unos instantes,  el ruido desapareció mientras los rebeldes preocupados miraban desde las ventanas. Si cae Ajdabiya podría ser un duro golpe estratégico. La amenaza se cierne sobre el hospital.

De nuevo, tocó huida. Los gadafistas habían penetrado en la ciudad por la puerta oeste. En desbandada, los pocos civiles que quedaban, periodistas, ambulancias, y personal hospitalario abandonamos la localidad, mientras dejábamos atrás cortinas de humo negro y fuego. Durante horas, la ciudad deshabitada presenció los duros combates entre fuerzas gubernamentales y opositores. Los rebeldes tuvieron que enfrentarse a dos frentes en el centro y los alrededores de Ajdabiya.

Al caer la noche, en la Plaza de Al Mahkama de Bengasi, miles de personas gritaban consignas revolucionarias, como para exorcizar los miedos y fantasmas.

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