Estamos en guerra civil

Beirut, 12 de mayo de 2008

Si no hay una guerra civil en el Líbano, desde luego no es lo que los libaneses perciben.  Todos los pasos fronterizos que unen Siria con el país de los cedros están cerrados, a excepción de Jedeit Yabous  que conduce al Valle de la Bekaá,  al este del país, están cerrados. Para poder llegar a Beirut hay que atravesar las montañas y circular por carreteras secundarias porque las carreteras principales están bloqueadas por  combatientes de ambos lados que “levantan barricadas, queman neumáticos, y disparan a los vehículos”, nos explica Alí Muqdad, un conductor que se ofrece a llevarnos porque otros taxistas no se atreve a bajar a Beirut o subir a Trípoli por lo arriesgado que resulta circula por la noche.  “Tienen miedo de quedarse parados en medio de un fuego cruzado”, añade.

“Estamos en guerra civil, la situación es más peligrosa que la del verano de 2006”, la guerra entre Hizbulá y el Ejército israelí.

Los enfrentamientos entre partidarios de la oposición prosiria y la mayoría progubernamental  han causado ya al menos 58 muertos y cerca de 200 heridos desde el pasado miércoles, aunque algunos medios locales eleva a 82 el número de victimas mortales.

“El Líbano ha quedado partido en dos”, lamenta nuestro conductor, que se confiesa seguidor de la milicia chií. “Yo soy árabe y por eso apoyo a Siria e Irán y no como el Gobierno de (Fuad) Siniora que es un títere de Estados Unidos”.  “Ellos (el Ejecutivo) han arruinado al país con la corrupción” denuncia, mientras se queja de que “el combustible ha doblado su precio (pasando de 10 a 20 dólares) y hay cortes de luz cuatro horas diarias”. Muqdad explica que el sueldo medio de un libanés es de 250 dólares y que sólo en fuel para la calefacción gasta 400 dólares en invierno. “Nosotros somos una familia de 11 miembros y todo lo que gano lo gasto. Si no trabajo un día, mi familia no tendrá nada que comer”, añade afligido.

Este chií acusa al líder druso Walid Jumblat de haber provocado a Hizbulá al solicitar en el Parlamento que desmantelara la red de comunicaciones del grupo.

“La crisis actual es por culpa de Jumblat. Hizbula, Amal (el otro partido chií) y Saad Hariri (el líder suni de la mayoría parlamentaria) estaban negociando para encontrar una solución, pero los milicianos drusos rompieron el alto el fuego al matar a tres partidarios de Hizbulá, la madrugada del domingo”, continúa, mientras añade que “espero que el Gobierno (del primer ministro Fuad Siniora) dimita, porque si no habrá más derramamiento de sangre”.

Hizbulá “no parará” su lucha hasta lograr que Jumblad  abandone la dirección del Partido Socialista Progresista (PSP) y dimita el Ejecutivo de Siniora, nos explica una fuente del grupo chií, que quiso guardar el anonimato. El movimiento de “resistencia” libanesa le dará un ultimátum al líder del PSP para que trasfiera la presidencia a su hijo, Taimur Jumblat, considerado prosirio. “si no acepta nuestras condiciones tomaremos a la fuerza todas las sedes del partido para debilitarlo políticamente”, sostiene la fuente.

“Nunca dejaremos las armas, es nuestro derecho a la resistencia”, entrevistado.

Ahora la pelota está en el tejado del líder druso. El futuro del Líbano es cada vez más oscuro. Difícilmente, el Ejecutivo de Siniora aceptará que el “Partido de Dios”, al que acusa de haber dado “un golpe de Estado” tenga una representación en un Gobierno de unidad nacional como demanda la oposición.

El ex presidente Amin Gemayel, portavoz de la mayoría parlamentaria, condicionó ayer el diálogo interlibanés a que el grupo Hizbulá se comprometa a no volver a recurrir a las armas para solucionar los problemas del país. El dirigente maronita  explicó que quieren ese compromiso del lider chií, Hasan Nasrala,  para acabar con la situación actual.

Y mientras los políticos se dedican a dar “discursos”,  la situación empeora día tras día en el Líbano. Los enfrentamientos se han extendido por todo el país.

Ni los milicianos drusos ni los chiíes tienen la intención de alcanzar una tregua, sino que parece que no están dispuestos a ceder. Los combates se recrudecen y se extienden a otras regiones.

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