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Escuelas femeninas clandestinas en Afganistán

Jalalabad, 02 de noviembre de 2009

Anclada en un mar de arena y custodiada por vertiginosas y áridas montañas, la aldea Sheik Mesri es el hogar de unas 4000 familias que han regresado a Afganistán tras el éxodo masivo provocado por 30 años de guerras. Esta enorme explanada de tierra yerma se ha convertido en la “tierra prometida “de todos aquellos que se vieron obligados a emigrar a Pakistán varias décadas atrás. La cercanía del legendario paso de Khiber, la puerta a la conflictiva área tribal paquistaní, facilita, además, el movimiento de combatientes talibanes a ambos lados de la frontera.

100527EB escuelas_ (3)_webHace diecisiete meses, Nazeeren Majeed, afgana nacionalizada estadounidense, decidió crear su propia escuela clandestina para niñas y mujeres en esta aldea rural. “Decidí establecerla aquí porque, aparte de las necesidades de los aldeanos, este lugar es más seguro que otras áreas del distrito de Mina walid o que la propia capital, Jalalabad”, nos explica.

En total, unas 500 niñas y también algunas mujeres de esta aldea reciben clases de lectura, escritura, contabilidad y lengua extranjera, algo impensable en las zonas rurales de Afganistán, adonde el nivel de analfabetismo supera el 90 por ciento.

“Estas niñas serán madres el día de mañana. Ellas son el futuro de Afganistán”,  dice esperanzada. “Esta gente es pobre pero tiene un alto potencial de inteligencia. Sólo necesita recibir una buena educación”, insiste Majeed.

Si bien el régimen Talibán demolió la educación, el Gobierno del presidente Hamid Karzai ha mantenido un bajo perfil educativo. La realidad, hoy en día, es que después de nueve  años de intervencionismo internacional, los multimillonarios fondos destinados a proyectos de Educación han caído en manos de las corruptas instituciones afganas.

En la era talibán se permitió a las niñas de hasta seis años asistir a las escuelas, pero se les prohibió  continuar los estudios más allá. Además, las familias, especialmente los pashtunes -la etnia más importante de Afganistán-, han contribuido al absentismo escolar de sus hijas.

100527EB escuelas_ (2)_webUno de los principales problemas es la falta de aulas en las escuelas gubernamentales y de muros de protección en los recintos escolares, por lo que los padres  no permiten a sus hijas que estudien junto  a los alumnos y temen que  puedan ser vistas por otros hombres en el patio de la escuela.

“Es muy difícil romper con las tradiciones. Los pashtunes no quieren que sus mujeres trabajen o que sus hijas aprendan en las escuelas”,  insiste Nazeeren.

“Podría decirse que he tenido suerte”, prosigue, mientras agrega que el “anciano” de la comunidad le ha permitido continuar con esta iniciativa educativa, siempre y cuando se den lecciones de Corán en el centro.

No obstante,  Nazeeren teme por su seguridad y la de sus alumnas, pues no es la primera vez que recibe algún tipo de amenaza o advertencia de los talibán: “Desde hace unos meses, no me muevo a ningún sitio sin llevar escolta. Alguien telefoneo a mi casa en Jalalabad y me amenazó con atacar el centro si continuaba dándoles clase a las niñas”.

Aún así, Majeed está convencida que la reconstrucción de Afganistán solo será posible si las mujeres ocupan un papel activo en la sociedad afgana.

“Ningún país puede liberar a otro. Es nuestra responsabilidad  formar a la ciudadanía en  valores y derechos humanos para abrirnos a la democracia”,  asevera, antes de puntualizar que es necesario “apoyo a la educación”, porque, a su juicio, es la clave para la emancipación de la mujer afgana.

A pesar de los escasos medios económicos y el exiguo apoyo de las autoridades provinciales,  Majeed y otras tres profesoras voluntarias se reparten la tarea en turnos de mañana y tarde. La escuela no es más que un habitáculo de paredes desconchadas y de una de ellas pende una pizarra donada por la organización internacional “Save de Children”.

A falta de pupitres y sillas, las alumnas se sientan en el suelo sobre una alfombra de plástico para atender las clases.

“En más de cuatro ocasiones, he visitado el departamento de Educación de UNICEF y la única respuesta que he recibido es que están estudiando mi caso”, manifiesta indignada.

EEUU y los países de la OTAN están “gastando sangre y dinero  para apoyar a una mafia, dice en referencia a la camarilla del presidente Karzai  y de su controvertido hermanastro, Ahmed Walid, dueño y señor de la provincia de Kandahar.

El Gobierno  afgano recibe más de 18.000 millones de dólares al año en ayudas internacionales  y los delegados internacionales “miran hacia otro lado” mientras los ex señores de la guerra, traficantes y funcionarios “se llenan los bolsillos con ese dinero”, denuncia Nazereen.

“Sigo peleando, y llamando a la puerta de la oficinas de las  Naciones Unidas para que me faciliten, al menos, parte del material escolar”, agrega la directora del centro, que agradece los “esfuerzos” de la comunidad afgana en Virginia y las donaciones de los feligreses de la mezquita de su barrio en el condado de Richmond.

100527EB escuelas_webActivistas  como Nazeeren han contribuido con su granito de arena a mejorar las condiciones del sector más vulnerable de la sociedad afgana.

A pesar de las millonarias inversiones por parte de la comunidad internacional para mejorar la situación de la mujer afgana, las políticas del Gobierno de Kabul no difieren en muchos casos de las de la época talibán.

“Hablan de implementar una democracia, de los derechos de las mujeres,  porque se lo ha impuesto la comunidad internacional. Día a día, las autoridades han demostrado lo cerca que están ideológicamente de los talibán”, sostiene Nazereen,  que insiste en que si bien los talibán fueron expulsados, quienes ocupan ahora el poder “no son mejores”.

“El Gobierno de Karzai no protege a la mujer”, afirma la parlamentaria del gobierno provincial de Nangarhar, Muhtarma Ameen. “Kabul se ha gastado millones en una campaña para escolarizar a niñas”, denuncia Ameen, pero la realidad es que “toda esa inversión se ha dedicado a carteles publicitarios y nada a mejorar la infraestructura de las escuelas.

Desde que Karzai asumió la presidencia en diciembre de 2004, y ganó su segundo mandato en octubre del año pasado, todas las escuelas, hospitales, centros de mujeres, y orfanatos impulsados y dirigidos por organizaciones o asociaciones no lucrativas han pasado al control del Gobierno central.

La ONG afgana “Shuhada”, fue la primera que se estableció en Afganistán hace 20 años. Su fundadora la doctora Sima Samar, ahora parlamentaria, organizó escuelas secretas para las niñas en Kabul durante el régimen talibán. Desde entonces, esta asociación ha construido 100 escuelas femeninas  y 16 centros clínicos para mujeres en las provincias de  Wardak (al noroeste de Kabul), Ghazni (sur) y  Bamian (este).

100527EB escuelas_ (6)_web“Desde que nuestros centros están dirigidos por las autoridades, los aldeanos se quejan de que han empeorado las condiciones”, denuncia Nafisa Nazari, subdirectora de Shuhada.

La clínica que construyó está asociación hace10 años en Maidan Wardak está prácticamente cerrada. “No hay personal médico, ni enfermeras para atender a los pacientes. El gobierno solo paga el salario a un médico y apenas hay  material quirúrgico y medicinas”, denuncia.

En cuanto a sus escuelas, continúa  Nazari, el nivel educativo ha bajado, debido a que el salario de los profesores ha sido reducido a 100 dólares, cuando antes cobraban entre 200 y 300.

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