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Entrenamiento de la Policía Afgana: una misión imposible para la OTAN

Kandahar, 10 de septiembre de 2010

“No hay problemas de seguridad en Kandahar. No hay de qué preocuparse”, insiste  el jefe de la policía provincial, Sadar Mohamed Zazai, como si tratara de convencerse a sí mismo.

Mirando a través de la ventana de su despacho, acomodado en la silla, podría verse así; pero la percepción de la realidad en las polvorientas y poco alumbradas calles de Kandahar es muy distinta.

DIEGOIBARRASANCHEZ_policia_005Entre el temor y la incertidumbre, los kandaharís reclaman a las autoridades mayor protección policial en las escuelas, en los lugares públicos, en los puestos de trabajo y en las mezquitas.

Kandahar, la segunda ciudad de Afganistán y hogar espiritual de los talibanes, está en el centro de todas las miras. La OTAN y el Ejército afgano confían en que la ofensiva de este verano contra la provincia homónima debilite a los talibanes. Hasta el momento se ha conseguido el efecto contrario. Los insurgentes han contraatacado con fiereza matando a más de dos centenares de personas en la ciudad de Kandahar desde el mes pasado.

En medio de este panorama, el jefe de la Policía de Kandahar ha asumido la responsabilidad de supervisar el reclutamiento de nuevos agentes.

Además de lidiar con una corrupción galopante en el seno de la Policía, el jefe de la seguridad también tiene que batallar para convencer a sus compatriotas de que ingresen en las fuerzas de seguridad, blanco principal de los ataques de la insurgencia, entre otras razones, porque el Ejército Nacional Afgano (ANA), generalmente patrulla y puede repeler un ataque, mientras que los policías, fijos en los puestos de control, se convierten en fácil diana.

“Reconozco que el cuerpo de Policía está manchado por la lacra de la corrupción, pero estamos luchando para aumentar la transparencia de nuestros funcionarios” puntualiza Zazai, para justificar que los bajos salarios de los policías, en comparación con los soldados, alientan la corrupción entre sus filas y mandos. Por citar un ejemplo, los subalternos deben pagar a sus superiores un porción de su salario.

“La seguridad de los ciudadanos en nuestra principal preocupación”, continúa el jefe de la Policía, antes de agregar que lo que oferta ahora el Ministerio de Interior afgano es una formación a nivel “profesional”  y un salario mínimo de 150 dólares, según rango, además de un complemento de peligrosidad de 225 dólares.

DIEGOIBARRASANCHEZ_policia_003Si se tiene en cuenta que el salario medio de un afgano ronda los 100 dólares, este incentivo económico podría animar a muchos jóvenes desempleados a alistarse, aunque no puede competir con los 1000 que ofrecen los talibanes por engrosar sus filas.

El objetivo, a corto plazo, es aumentar las fuerzas de seguridad con 2000 efectivos más en la capital provincial antes de octubre de 2010.  La meta, llegar a un total de 132 mil policías en octubre de 2011, coincidiendo con la retirada de las tropas estadounidenses del país, para que las fuerzas de seguridad puedan asumir gradualmente el control, como parte de la estrategia militar del presidente Barak Obama en Afganistán.

Este ambicioso programa de entrenamiento de la Policía Nacional Afgana  (ANP), previsto para dos años, costará a los contribuyentes norteamericanos 20 mil millones de dólares.

Para acelerar el entrenamiento, un equipo de instructores -integrado por policías canadienses y  personal de la empresa privada de seguridad estadounidense “DynCorp”-  se encarga de las tareas de formación y capacitación de las fuerzas de seguridad en la base área de la OTAN en Kandahar, que alberga al Equipo de Reconstrucción Provincial canadiense (PRT, por sus siglas en inglés).

No obstante, la misión representa un gran desafío, ya que será difícil formar en sólo ocho semanas a oficiales  de alto rango y nuevos reclutas, cuando el setenta por ciento apenas sabe leer y escribir.

DIEGOIBARRASANCHEZ_policia_006“Desgraciadamente, en el pasado no hemos recibido ningún tipo de formación por parte de la OTAN. El entrenamiento era sólo para los soldados del Ejército afgano”, lamenta Mohamed Walid, de la policía antinarcóticos de Kandahar.  “Pero este año, después de ocho años, ellos (la coalición internacional) han traído instructores para  entrenar y educar a las fuerzas de seguridad afganas”.

El capitán Walid es uno de los cincuenta oficiales que están recibiendo el segundo curso preparatorio para mejorar la profesionalidad de los funcionarios de la Policía.  Hasta la fecha, unos 50 policías nacionales se han graduado en el primer curso.

Las asignaturas, impartidas en dari, versan sobre Derecho Civil, el liderazgo basado en valores y los principios generales de la Constitución afgana, con el fin de “garantizar el buen comportamiento de la policía para ganar el respeto y la confianza de la población”, incide el formador canadiense Armando Vélez.

No obstante, reconoce Vélez, la mayoría de sus alumnos “son analfabetos y se aprenden todo de memoria para repetirlo en un examen oral”.

El curso se completa con dos semanas extras de formación práctica en tácticas de combate, impartidas por entrenadores de élite de DynCorp.

Algunas de las prácticas consisten en la simulación de un atentado terrorista o en aprender a reaccionar ante la localización de un artefacto explosivo.

Durante los quince días de formación intensiva, los aspirantes a policía duermen en los barracones del campamento militar, pero separados por grupos debido a las rivalidades étnicas. Por la mañana se forman dos equipos –pashtunes y hazaras- para salir a patrullar con soldados de la OTAN.

“Muchos de los que vienen aquí nunca han salido a patrullar ni saben cómo enfrentarse a situaciones de riesgo”, explica Robert, un formador estadounidense.

DIEGOIBARRASANCHEZ_policia_002“A veces es frustrante”, reconoce.  El oficial al mando “debe ir en primera línea y asegurarse antes de salir a patrullar de que las armas están en buen estado y tienen suficiente munición”, comenta el entrenador, mientras advierte de que en muchos casos han demostrado que “no saben disparar un arma, lo que, en Kandahar, podría ser mortal”.

Aquellos que ya han pasado por el curso de formación llevan sus uniformes limpios y  muestran un cierto aire de profesionalidad. “Bueno, al menos estamos tratando de dejar una buena imagen”, dice Robert con cierto optimismo.

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