En la ratonera de Sangha Tesh

Qal-e-Now, 29 de agosto de 2011

DIEGO IBARRA_13“Depende de la suerte. Nunca se sabe. Sólo Allah conoce nuestro destino”, nos responde el sargento Abdel Rashid, al preguntarle si es peligrosa la carretera. Rashid, de 27 años y padre de tres hijos va sentado en el asiento del copiloto, mientras que nosotros ocupamos el asiento trasero de una “pick up”. Viajamos en un Ford “Ranger” de la Policía de Qal-e-Now para dirigirnos a Sangha Tesh, en el distrito de Moqur, porque es la única manera ya que el Ministerio de Defensa español no suele concede permisos a periodistas. Los treinta kilómetros de carretera sin asfaltar,  atravesando un extenso valle de montañas yermas que se asemejan a un mar de dunas en el desierto, hacen que el recorrido se haga interminable.  A la aridez del paisaje se suma el riesgo de los Artefactos Explosivos Improvisados (IED, en sus siglas en inglés) que los insurgentes han plantado a decenas en los márgenes de la carretera. No hace más de un mes, un IED mató a dos soldados españoles e hirió a otros tres del Regimiento Nº9 de Fuerteventura cuando iban patrullando.

Parece que el tiempo se haya congelado en Sangha Tesh. Casas de adobe, sin luz ni agua corriente, puestos de madera y paja le trasladan a uno al Medievo. Sus vecinos de aspecto rudo y mirada hostil no dan la bienvenida al forastero.

Sangha Tesh con 20.000 habitantes, es la localidad más grande y volátil del distrito de Moqur. La comisaría central de  Policía está ubicada en este lugar y  el perímetro de seguridad que la rodea fue construido por el Equipo de Reconstrucción Provincial español  (PRT, en sus siglas en inglés) hace un par de años. Al contrario que sus habitantes,  los policías se muestran amables con sus visitantes. Nos dan la bienvenida y nos invitan a pasar a las siniestras instalaciones. Unas habitaciones desconchadas con moscas pegadas en las ventanas y unas mugrosas alfombras y cojines. El jefe de Policía, el mayor Haj Mohamed Nabi,  ni siquiera puede brindarnos su hospitalidad afgana. “Perdonen por no poder ofrecerles una taza de té,  pero el tanque de agua está vacío y no hemos podido ir a Qal-e-Now para llenarlo”, se excusa el comandante.

DIEGO IBARRA_03“Nuestra relación con los soldados españoles es de cooperación mutua. Nosotros les informamos de cualquier tipo de actividad sospechosa o cuando hemos detectado algún IED”, explica el mayor Nabi,  sentado en un poyete de ladrillo frente una montaña de viejos AK-47 apilados contra la pared. “Los talibanes han pedido la fuerza en el combate cuerpo a cuerpo,  pero atacan con RPG desde las montañas, hacen emboscadas o plantas IED en los caminos. En esta zona hay dos líderes insurgentes muy activos: Mohamad Zaid y Hotak.”, continúa el comandante antes de agrega que “cuando lo necesitamos, pedimos ayuda a los militares españoles”. En un santiamén, la estrecha habitación se llena de policías cejijuntos, con aspecto de cabreros.

Así, a simple vista, el cuerpo de la policía de Sangha Tesh no suma más de un medio centenar de agentes. Estos son los temerarios policías que trabajan “codo a codo” con las tropas españolas para traer la “seguridad” al distrito.

Siguiendo la carretera, en medio de ninguna parte, entre espesas nubes de polvo que se levantan del camino,  aparece como un espejismo, las bunkerizadas instalaciones de las tropas españolas. En la base avanzada “Bernardo Gutiérrez” hay acuartelados alrededor de dos centenares de militares españoles. El calor es tan extremo que sólo los canarios pueden resistirlo. Ante la atónita mirada de tres soldados armado en posición defensiva nos acercamos a la base. El recibimiento no es tan “cordial” como intuíamos.

Sorprendidos nos piden la documentación, el medio en el que trabajamos para informar de nuestra repentina visita a su superior,  que nos da una negativa. Una breve estancia en un porche a la entrada de la base, con una botella de agua fría,  es suficiente para conocer la situación. Los españoles permanecen muchas horas en la base para no ser atacados. “La gente aquí es tan hostil como el país. Esto es una ratonera. No hay nada que hacer con los IED ya lleves un “lince”, un RG-31, o un tanque. No te puedes fiar de nadie, siempre hay que estar alerta”,  confiesa un soldado español, bajo condición de anonimato.

“Si supiéramos donde tienen su feudo, mandaríamos cuatro apaches y se terminaría todo esto. El problema es que los talibanes se mueven de un lado para otro y es imposible detectarlos”, reconoce un capitán español, sin revelar su nombre.

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