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El retratistas de las almas tristes de las putas de Lahore

Lahore, 06 de mayo de 2010

Provocador, brillante y comprometido con su arte, el pintor paquistaní  Iqbal Utzman lleva un cuarto de siglo retratando el alma desnuda de las prostitutas del barrio rojo de Lahore, porque, según él, detrás de la mirada de cada una de estas profesionales del amor se esconde el corazón “más grande, más puro y más humano “.

DIEGOIBARRASANCHEZ_pintor_005El suburbio, conocido como  Heera Mandi (el Mercado del Diamante), está ubicado en el epicentro de lo que en su día fue el esplendor del imperio Mogol, entre el fuerte  de Shahi Qilla, la monumental puerta de Roshnai, y las impresionantes mezquitas de Badshahi y Hazuri Bagh. Este distrito centenario, construido en el siglo XVII ha sido desde entonces el centro de la vida nocturna en Lahore. Durante siglos, las “tawaif” (bailarinas y cortesanas) y las “hijra” (transexuales) han entretenido a la nobleza musulmana.  Pero la tradición ha cambiado mucho y las ilustradas y refinadas cortesanas son  ahora prostitutas comunes que bailan en locales populares frecuentados por drogadictos, en vez de aristócratas.

“Un trocito de mí está impreso en cada uno de los cuadros que pinto sobre la vida de las mujeres del Mercado del Diamante”,  explica el pintor, mientras levanta la vista hacia un gran lienzo colocado sobre el dintel de la robusta puerta de madera de su estudio.  El  color amarillo que predomina en el cuadro contrasta con el lóbrego ambiente que rodea la sala. Una luz atenuada entra por las ventanas con celosías que dan a la calle formando una atmósfera secreta.

Naila, la mujer del cuadro, de unos cuarenta años y aspecto robusto , está sentada en el borde de la cama,  vestida con un llamativo “Salwar Kameez” (traje típico paquistani) amarillo y el cabello suelto sobre los hombros. En el suelo, junto a sus pies desnudos hay esparcidos  productos de maquillaje, una copa de vino vacía y unos cigarrillos liados de hachís o marihuana.  Su mirada reservada oculta las penurias que le ha tocado vivir.

Solamente, Utzman es conocedor de sus miserias. “Ellas se han abierto a mi; yo las escucho y las ayudo en lo que puedo”, confiesa el artista, antes de narrar las desdichas de esta “madame”.  Naila era proveedora de servicios sexuales en Heera Mandi pero las drogas destrozaron su carrera.  Madre de cuatro hijas y un hijo, de padres desconocidos, había intentado escapar de aquella vida casándose con un hombre. Pero su adicción a las drogas acabó con su matrimonio y tuvo que volver al negocio.

“La encontré un día tirada en el suelo cubierta de lágrimas. Me pidió que la ayudara, que le diera algo de dinero para alimentar a sus hijos.  Entonces, le propuse que fuera mi modelo para pintar un cuadro”.

Sus hijas fueron creciendo, y la mayor, con 14 años, comenzó a trabajar de prostituta. La niña vendía su cuerpo por 500 o 1000 rupias (entre 4 y 9 euros).

DIEGOIBARRASANCHEZ_pintor_006Cinco años atrás, recuerda el pintor, un árabe que frecuentaba el barrio rojo de Lahore se enamoró de la hija de Naila y se la llevó a un local de lujo en Karachi y ahora se cotiza como una profesional de alto nivel.  “Es una excelente bailarina”, puntualiza el artista.

Utzman está orgulloso de pertenecer a una de esas familias que se dedica desde hace generaciones al  “oficio más viejo del mundo”.  Su difunta madre fue prostituta  y una “gran cantante”, recuerda con nostalgia el pintor, mientras nos explica que ella emigró desde la India y se instaló en Heera Mandi en el año 1947. Al principio trabajaba como cantante en un café nocturno, pero cuando se quedó embarazada de su primera hija, sin estar casada, empezó a recibir clientes para poder comprar una casa para su pequeña.  Después tuvo  otra hija con otro hombre  y, por último,  nació Utzman,  hijo de padre desconocido.

Las dos hermanas del artista se dedicaron también a la prostitución. “Mis hermanas me pagaron los estudios con el dinero que pagaban sus clientes”. Y así, en 1977 consiguió la plaza de profesor en la Escuela Superior de Bellas Artes de Lahore,  donde estuvo trabajando hasta 1996.

Ahora, a sus 60 años de edad, Utzman ha montado un restaurante familiar “Coocos Den” en la azotea del edificio que le vio nacer. Aunque no por ello ha abandonado su pasión por el arte.  Este artista, considerado “maldito” por la conservadora sociedad paquistaní, nos confiesa que tuvo que invertir en este negocio para poder sacar adelante a los miembros de su familia,  porque  sus  hermanas son ya mayores para continuar en el oficio y su sueldo de 6.000 rupias al mes como profesor no alcanzaba para cubrir la mitad de los gastos.

“Al igual que ellas se sacrificaron para darme una educación, mi obligación, ahora, es darles una vida digna en la vejez”,  nos dice lacónico en la entrada principal del edificio, convertida en estudio y galería de sus obras de arte.

Muchos de los lienzos están colocados en el suelo y al revés para ocultar las pinturas.  “He recibido amenazas de muerte por mi trabajo”,  confiesa el artista.

La mayoría de sus cuadros son de mujeres semidesnudas,  algo que para la mentalidad retrograda paquistaní estaría considerado como un delito moral. Por eso, Utzman nunca ha conseguido exponer sus cuadros en público.

El artista recuerda que en 2003 una sala de arte de Lahore decidió hacer una exposición con algunos de sus lienzos y “nada más inaugurarla, llegó la Policía para cerrar la galería, porque mis pinturas eran indecentes al mostrar cuerpos femeninos”,  dice enojado, mientras señala un cuadro donde tres mujeres se exhiben con transparencias. Pero aquel atrevimiento no quedó impune: “una semana después, vinieron a mi casa cuatro islamistas exaltados y me amenazaron con quemar mis obras si las exponía en público”.

DIEGOIBARRASANCHEZ_pintor_003Lahore, conocida como la capital cultural de Pakistán, “se ha convertido en un refugio de ideologías sectarias y radicales”,  en los últimos diez años, advierte Utzman.  “El arte se ha convertido en una actividad perseguida en Punjab”, denuncia el pintor que agrega que hace unos meses la fuerzas de seguridad cerraron la galería Nairang y detuvieron por unas horas al propietario Nayyar Ali Dada porque “mujeres vulgares con ropas inapropiadas iban a ver las exposiciones”.   “Esto no es un episodio aislado. Desafortunadamente,  los ataques a artistas es una constante que se repite desde hace unos años”, abunda el pintor.

La ciudad ha cambiado mucho: “Antes,  venían muchos paquistaníes y turistas a Heera Mandi; ésta es la zona más bonita de toda la ciudad, con el fuerte mogol y  las mezquitas.  El barrio tenía mucha vida: cafés nocturnos con música, bailarinas y cantantes que permanecían abiertos hasta que el último cliente abandonaba el local“,  explica el pintor, al tiempo que critica que los islamistas lo han convertido en un lugar muerto: “Las luces del Mercado del Diamante son lúgubres  y las noches mudas”.  “Los mulanas, clérigos musulmanes, impusieron el islamismo radical, obligaron a cerrar los locales nocturnos y amenazaron a las chicas de muerte si seguían ejerciendo la prostitución”, recuerda con horror.

Al artista le impactó tanto la ejecución de una prostituta de Rawal Pindi por unas estudiantes de la Mezquita Roja  (Lal al-Masjid) de Islamabad que pintó tres cuadros sobre la muerte injusta y brutal de esta mujer.  Se llamaba Shamia y tenia 22 años. En mayo de 2007 las estudiantes de la madraza Jamia Hafsa (contigua a la mezquita ), de negro riguroso y  bastón en mano, salieron a la calle y se tomaron la justicia por su mano, llevando a cabo una ola de persecuciones y castigos contra lugares “inmorales”, y sembraron el terror en la capital paquistaní.  Decenas de locales chinos, donde se daban masajes y se servía alcohol tuvieron que ser cerrados por miedo a las amenazas.  El Gobierno no supo actuar en el momento y se les fue de las manos.  Las estudiantes  coránicas llegaron demasiado lejos y tomaron como rehenes a nueve trabajadoras chinas, que finalmente fueron liberadas.

El oscuro episodio del levantamiento de las estudiantes de la Mezquita Roja, que fue sofocado por la artillería del Ejército paquistaní en julio de 2007, y dejó  más de medio millar de muertos, marcó un punto de inflexión en el radicalismo islámico en Pakistán.

“Ahora la gente no quiere venir por miedo a las represalias. Las prostitutas ya no saben qué hacer, casi no tienen clientes”, continúa.

DIEGOIBARRASANCHEZ_pintor_002Parece como si todos los vecinos del Heera Mandi estuvieran a su cargo y no para de recibir llamadas al teléfono móvil de gente que le pide ayuda  por esto o por aquello.

“Me he convertido en la única esperanza de estas mujeres”,  asiente, mientras nos mira con esa  mezcla de orgullo y compasión con la que una madre observa a su hijo. “Todo lo que hago lo hago por la comunidad”, insiste Utzman,  que añade que “quiero guardar las memorias de este lugar y transformarlo de nuevo en el esplendor que fue en su día”.

El pintor nos aclara que él no rechaza el Islam, sino los extremismos religiosos.

“Yo amo todas las religiones, porque la religión es la dimensión más humana del hombre: la espiritualidad”.

Fiel a sus principios y de apasionada personalidad, Utzman decidió decorar la terraza del restaurante con la estatua de una virgen, la campana de una  iglesia y una lápida de mármol sobre la que descansa una cruz.

Su atrevimiento le costó caro: “Un grupo de musulmanes radicales vino una noche con bidones de gasolina para incendiar el edificio. Pero, gracias a dios, pude pararlos a tiempo porque una vecina dio la alarma”.

“Con mi oratoria -se ríe- los convencí de que se trataba de un museo y por eso no podían quemar las reliquias”,  relata el artista.

Utzman sueña con el día en que podrá exhibir su obra en una auténtica galería de arte, pero mientras tanto se conforma con exponer los cuadros en los bajos del edificio para turistas curiosos que visitan el lugar y algún inversionista de arte atrevido paquistaní que ha comprado algunas de sus obras.  “En Karachi hay un mercado mayor y algunos hombres de negocios me han comprado alguno de mis cuadros como inversión”,  explica el artista con resignación que rechaza la idea del arte al servicio del mercado”.

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