Mujer y vaca paseando en Mogadiscio_3_web

El Gobierno es muy débil y los islamistas esperan que caiga»

Mogadiscio, 01 de febrero de 2007

El jefe de uno de los mayores clanes somalíes advierte de que puede estallar otra guerra civil

El rey Abdulahi, de 62 años, es el menor de 25 hermanos y heredó el título de su padre en 1985. Tiene dos mujeres y un total de 15 hijos, trece de ellos están viviendo o estudiando en Europa y EE UU. El clan haber-gidir es uno de los más poderosos y tiene el control del centro y norte de Mogadiscio, y de otras zonas del norte y sur de Somalia (alrededor de 2.700.000 somalíes pertenecen a este clan).

«Cuando heredas un nombre tienes que ser responsable de todos los somalíes, pertenezcan o no a tu clan», nos dice como breve introducción antes de servirnos él mismo unos vasos de té en el salón de su casa en Mogadiscio. El jefe de los haber-gidir se sienta frente a nosotros junto a sus dos hijos pequeños, quienes, nerviosos, no paran de interrumpirle mientras dialogamos.

«El problema de este país es que nunca ha tenido ni tendrá un Gobierno unido. Desde que conseguimos la independencia en 1960, siempre hemos estado luchando entre clanes por conseguir el poder».

Durante 21 años el poder estuvo bajo control de los Darod, el clan del derrocado y último presidente somalí, Siad Barré. En 1991 estalló la guerra civil y desde entonces el país vive sin un Gobierno central. «Los Hawiye fuimos ignorados durante la dicta-dura de los Darod y en sólo 21 días los derrocamos. Aquí reside nuestro poder», manifiesta orgulloso.

Como todos los líderes tribales, Abdulahi está protegido por un señor de la guerra: Otman Atoo.

Sólo los tribunales islámicos con-siguieron agrupar a los diferentes clanes y les dieron participación en el Gobierno durante los seis meses de su corto mandato. «Pero la UCI también se equivocó», advierte Ab-dulahi, «fue un error subestimar el poder del Gobierno de transición». «Los islamistas pensaron que eran débiles y que sus combatientes podrían derrocarlos, pero olvidaron que Etiopía, que siempre nos ha alimentado y dado armas, tiene un Ejército fuerte y preparado para atacar», asegura.

«Nosotros utilizamos a las tropas etíopes para acabar con el régimen de Barré, como ahora lo ha hecho el Gobierno de transición con la UCI y lo hará también con el próximo Gobierno, si no está de su lado y por sus intereses», sostiene.

Abdulahi está profundamente preocupado por el futuro:«Este Gobierno de transición camina por la cuerda floja. Sus líderes están divididos, en cualquier momento puede estallar otra lucha por el poder».

El presidente Abdulahi Yussuf Ahmed es de los Darod y el primer ministro Mohammed Gedi, de los Hawiye. Ambos son rivales políticos del presidente del Parlamento, Sharif Hasan Sheikh Aden –del clan de los rahanwein–, que ha sido ce- sado de su cargo por declararse en contra de la intervención etíope. El ministro del Interior, Husein Mohamed Aidid, es un poderoso señor de la guerra, como muchos otros ministros y parlamentarios, que han decidido entregar sus armas para participar en este Gobierno. «Si el Gobierno cae, los señores de la guerra volverán a coger sus armas y los combatientes de los tribunales islámicos están esperando el mejor momento», advierte.

La UCI también está dividida. Hay un sector moderado –el del jeque Sherif– que quiere colaborar con el Gobierno de transición y un sector radical –cuyo cabecilla es el jeque Hasan Dahir Aweys–, así como muchos señores de la guerra que se aliaron con los islamistas.

«Yo soy un hombre de paz. Por eso mantengo conversaciones con todas las partes e intento calmarlos», afirma Abdulahi. «Este país desmembrado sólo conseguirá la paz mediante una verdadera re- conciliación nacional», concluye, mientras mira las tazas vacías para servirnos otro té.

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