Soldiers from FSA in Bannish Headquarters

El ELS se prepara para el asalto final en Binnish

Binnish, 20 de marzo de 2012

En Binnish nadie olvida las atrocidades que cometió el régimen y tiemblan sólo de pensar que se pueden volver a repetir en pocos días. Esta localidad, de cerca de 35.000 habitantes, ya vivió en primera persona la barbarie del ejército sirio hace apenas unos meses, cómo atestiguan las fotografías de los dieciséis muertos sobre los arcos de la rebautizada plaza de “Los Mártires”.

“El gobierno arrestó a todos los doctores de la ciudad y los asesinó porque estaban atendiendo a los herido”, recuerda Mohammad cuyo hermano murió en prisión por las torturas del régimen. “No puede pagar el dinero que me pedían por ponerlo en libertad y lo mataron a golpes”, lamenta este vecino.

Cuando los soldados de Bashar al Asad entraron en la ciudad arrestaron a hombres, mujeres y niños. “La gente vio lo que hicieron aquí y están aterrados”, confiesa Mohamnad antes de añadir que los niños tienen miedo de ir a la escuela porque durante los cuatro días de ocupación “arrestaron a tanta gente que la tuvieron que encerrar en los colegios y los niños aún viven con el trauma de ir a las escuelas, donde encarcelaron a sus padres y hermanos”.

A las afueras de la ciudad, por el camino que conduce a los campos de cultivo se llega a un viejo caserón, medio oculto entre los olivares. Esta vivienda se ha transformado en el cuartel clandestino del Ejército Libre de Siria.

Este grupo de soldados, apostados en la enorme casa donde cada habitación está abarrotada de mantas y armas, pertenecen a la Katiba “Liberar a Siria” y son la última línea de defensa de esta localidad. Si cae Binnish, el norte de Siria estará bajo control total de las fuerzas leales al régimen, lo que supondría un golpe terrible para los rebeldes.

Una voz metálica escupe la información a través de un pequeño walkie-talkie que sostiene el general Abu Abdul Qader, comandante en jefe de las fuerzas rebeldes en Binnish. Este veterano soldado se afana, junto a sus hombres en blindar la ciudad y prepararla para el asalto final de las tropas del régimen. “Hemos colocado minas anticarro y minas antipersona alrededor de la ciudad”, asegura el militar desertor.

En cada avenida, cada calle y cada callejón tienen colocadas minas y explosivos preparados para ser detonados cuando los tanques y las tropas del régimen decían entrar en el interior de la ciudad. “No nos vamos a rendir sin presentar batalla… Vamos a vender cara nuestra vida”, afirma este ex soldado del régimen desde el cuartel general en la ciudad rebelde.

El Ejército Libre de Siria tiene “al menos dos mil hombres” repartidos por todo Binnish esperando el golpe de gracia. Las barricadas están situadas en posiciones estratégicas de la ciudad para dificultar el avance del enemigo, pero saben que nada puede parar a los blindados. “Si deciden entrar aquí nada será capaz de detenerlos… Pero, si Dios quiere no vendrán a por nosotros”, comenta Abu Salim, el segundo al mando de los rebeldes.

El batallón que dirige el “general” Abdul Qader cuenta con un arsenal compuesto de lanzagranadas “RPG”, granadas de mano,  varias ametralladoras M-50, bombas caseras, un par de rifles de francotirador modelo N-4 (fabricados en Estados Unidos), pertenecientes a soldados de Al Assad, y centenares de destartalados y vetustos Kalashnikov.

Esas son todas las armas que tienen estos hombres para luchar contra carros blindados, artillería pesada, morteros, helicópteros de combate y miles de soldados. “Ganaremos con la ayuda de Dios”, afirman; pero ni ellos mismos se creen sus propias palabras. Prueba de ello es que sus familias huyeron hace tiempo de la ciudad.

“Están en Turquía. Tengo miedo por ellos y decidí que saliesen del país. Las tropas del régimen matan a mujeres y a niños… les da igual. Y no quería que los asesinasen. Mi sitio está aquí… junto a mis hermanos. Lucharé y moriré a su lado, como un mártir. No hay mayor honor que ese”, sentencia Abu Salim.

La mayoría de estos reclutas ya tuvieron su bautismo de fuego en Idlib. “Estuve luchando allí contra los soldados de Bashar. No sé a cuantos maté… pero no me arrepiento ni una sola vez de haber apretado el gatillo. Ellos matan mujeres, ancianos, niños… Yo soy un soldado. Y en la guerra nuestro deber es luchar contra otro ejército no contra los civiles inocentes”, recalca Mohammad Kafir.

“Nosotros lucharemos hasta nuestro último aliento. Estamos preparados para morir con las armas en la mano. Si los soldados de Bachar nos detienen nos ejecutarán en medio de la calle, sin juicio… Por eso preferimos la muerte antes que la rendición”, comenta el comandante Abdul Qader.

“Todos tenemos que morir algún día, lo único que no sabemos es cuándo ni cómo; pero nosotros sabemos que si nos quedamos posiblemente muramos. Pero no tenemos que tener ningún miedo, nos convertiremos en mártires”, afirma el general.

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