El desilusionante discurso de Mubarak

El Cairo, 02 de febrero de 2011

Con los mismos cánticos de siempre: “Vete, Mubarak, vete”, cientos de miles de egipcios se  unieron a los manifestante de la plaza Tahrir para celebrar el triunfo de la revolución del pueblo egipcio. Se vivieron momentos de euforia pero también mucha incertidumbre.

Banderas rojas, blancas y negras ondeaban en la plaza, muchas de ellas compradas en los puestos instalados en el puente de los Leones, cuyas entradas continuaban custodiadas por los tanques del Ejército.

En Tahrir se instaló una gran pantalla para ver en directo el discurso del presidente Hosni Mubarak. El ambiente festivo que se vivió en las calles del centro de El Cairo a última horas de la tarde se mezcló con la impaciencia de todos ante el esperado discurso de despedida que pronunciaría el rais a lo largo de la noche, y que no llegaba.

En la atiborrada plaza, donde no cabía un alfiler, los teléfonos no paraban de sonar e iban corriendo todo tipo de rumores sobre si Mubarak  “se había marchado a su residencia de Sharm El Sheik para no tener que soportar la humillación”,  explicó Mohamed Abd el Aziz.

Poco después de que el rais anunciara que “no se marchará” pero que “reformará seis artículos de la Constitución”; que “castigará a aquellos que han ensuciado sus manos con la sangre inocente de los jóvenes” y que “levantará la ley de Emergencia cuando la seguridad se haya restaurado”,  un huracán de voces gritó al unísono “vete, vete, vete”.

Al poco vino la desilusión y la decepción de cientos de miles que han prometido seguir con las protestas y no marcharse del campamento hasta que se marche Mubarak.

“No vamos a marcharnos hasta que nuestras demandas sean escuchadas”, apuntaló Mahmud, otro presente en Tahrir, decepcionado tras el discurso de Mubarak.

Tarek, no quiso ni hablar; simplemente se metió dentro de su saco en la tienda de campaña, pero antes de darse la vuelta para intentar dormir dijo: “es como si se hubiera dirigido a la gente de otro país; no nos has escuchado; nos a tomado el pelo a todos. Estoy tan enfurecido”.

Muchos de los manifestantes aseguraron a este medio que “no se conformarán” con el traspaso de poder a Omar Sulaiman,  porque sería “la continuación del régimen”. “Los mismos perros con diferente collar”, decía un grupo de jóvenes manifestantes.

El Ejército egipcio se posicionó  finalmente al lado del pueblo,  disipando los fantasmas de un golpe militar, aunque todavía sin derrocar a Mubarak. 48 horas después de que el vicepresidente egipcio apuntara a que el Ejército podría dar un golpe de Estado y 24 horas después de que el Ministro de AAEE egipcio amenazara con una intervención de los militares para aplastar las protestas que iniciaron el pasado 25 de enero, ha sido el propio Ejército el que ha finalmente dado un paso al frente y respaldado a los egipcios.

A pesar de no apoyar claramente las revueltas, el Ejército se posicionó a esos cientos de miles de egipcios que llevaban 17 días en las calles pidiendo el fin del régimen y más de una semana acampados en la plaza de Tahrir.  Allí, poco antes, un alto oficial del Ejército, Hassan al Roweny, se dirigió a los manifestantes en un discurso por megafonía que “todo lo que quieren será hecho realidad”.  Una vez más, los manifestantes afirmaban que “el Ejército y el pueblo son uno sólo”.

Mañana continuarán las multitudinarias manifestaciones en todo el país para pedir una vez más y más fuerte que nunca la salida de Mubarak, que se aferra al poder imparable presión popular.

El régimen ha estado preparando una salida digna del mandatario, para que no se viera obligado a exiliarse como el tunecino Ben Ali.  El Gobierno había intentado negociar con las fuerzas opositoras egipcias una transición gradual, con pequeñas reformas en el marco del sistema actual, y bajo el mando de Mubarak, hasta que se celebraran elecciones en el mes de septiembre. Pero esta posibilidad fue totalmente rechazada por los manifestantes, que aumentaron la presión cada vez más numerosos y en todos los rincones de Egipto, y apoyados en los últimos dos días por los obreros de muchos sectores de la Economía. La acampada en la plaza de Tahrir fue un elemento crucial en la estrategia de los manifestantes, que consiguieron ocupar el corazón de El Cairo y hacerse finalmente con él.

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