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El Benazir Bhutto del Punjab

Lahore, 09 de enero de 2011

“Mi padre nos enseño a no tener miedo”, asiente Sarah, de 21 años, la hija menor del difunto gobernador de Punjab, Salman Taseer. “Nunca tomó en serio las amenazas. Se burlaba de los fanáticos. Siempre decía que para vivir no hay que temer a la muerte”, argumentó la joven.

Sarah es la tercera de los tres hijos que tuvo Taseer con su segunda esposa Amna, de 49 años. Con su primer matrimonio tuvo otros tres hijos, y reconoció a un séptimo hijo que concibió con una periodista india, Tavleen Singh, cuyo nombre es Aatish.

La residencia familiar se ha convertido en un gran salón de recepciones en el que no paran de entrar conocidos y allegados para darles el pésame a la familia.

“Todo el mundo quería a mi padre porque amaba Pakistán y creía en el cambio”,  explica la joven que se disculpa por el ajetreo de idas y venidas de los huéspedes. Sorprende la fuerza y determinación que muestra la familia para encajar el duro golpe de su pérdida.

“Fue un hombre muy valiente. Tanto si estabas de acuerdo como si no, mi esposo siempre decía lo que pensaba”, agrega Amna, que nos acompaña, brevemente, antes de regresar con sus invitados.

Taseer fue conocido por su lenguaje directo e incisivo, capaz de demoler al más duro contrincante.

Toda su vida la dedicó a “luchar contra las injusticias, contra los abusos a aquellos que están indefensos”,  detalla Sarah, antes de ensalzar su papel activo en los asuntos de las mujeres y minorías religiosas.

El ex gobernador de Punjab fue el primero en acudir, sin escolta, a Gujrat cuando una turba de islamistas incendiaron alrededor de 40 viviendas de cristianos como represalia en julio de 2009.

También fue el primer político en condenar la matanza sectaria por el doble atentado suicida contra dos templos de la secta Ahmadi en Lahore, en mayo de 2010.

Taseer murió por defender la inocencia de Asia Bibi, pero a lo largo de su vida “han habido miles de Asias Bibi”, sostiene su hija, tras explicar que a Bibi “se le rompió el corazón” al conocer la triste noticia.

“Mi padre ayudó a la condenada a redactar la carta de clemencia dirigida al presidente Ali Asif Zardari porque ella no sabe escribir”, señala Sarah.

“Él siempre me decía que el mayor problema de Pakistán es la falta de educación. La gente iletrada es la mejor arma de los fanáticos. Para acabar con el islamismo radical debemos educar  a nuestra gente”, recuerda Sarah, evocando los consejos de su padre.

Sarah es una mujer de negocios que, al igual que su padre,  tiene una visión pragmática de la vida: La joven ha construido varios centros educativos en zonas marginales de Lahore para ofrecer enseñanza gratuita.

“Mi padre me enseño a tomar acción”, afirma orgullosa.

“A todos sus hijos nos infundió su espíritu liberal y mentalidad secular”,  comenta Shahbaz, el primogénito.

“Nos trató a todos por igual. Siempre quería estar cerca de sus hijos. Aunque fuéramos de madres diferentes, mi padre nos llevaba de viaje por vacaciones a los seis juntos”, expone el hijo.

“Tenía un gran sentido del humor y hacía bromas de todo”, recuerda Shahbaz en referencia a una anécdota durante su etapa más militante en el Partido Popular de Pakistan (PPP) bajo la dictadura del general Zia Ul-Haq.

Sahbaz sorprendió a su padre de cuclillas en el váter y al preguntarle por su rareza éste le respondió que estaba ensayando para la próxima vez que le encerraran en prisión porque “en la celda solo hay una letrina en el suelo y estoy harto de ensuciarme”.

Taseer militó en el PPP desde que era estudiante universitario. La primera vez que estuvo en la cárcel fue a los 22 años, dos semanas después de casarse con Amna. “Para asustarla,  la policía le notificó a su esposa que Taseer había sido fusilado por opositor al régimen”, explica su hijo.

Por su lealtad al PPP, Zardari le otorgó la gobernación de la provincia de Punjab. Desde que asumió el cargo el 15 de mayo de 2008, Taseer convirtió el Palacio de Gobierno  en una propiedad pública para los ciudadanos y rechazó vivir en él, manteniendo como residencia oficial su vivienda particular en el distrito militar de Gulberg en Lahore.

Aisha, la cuñada de Taseer, cuenta que hace un par de días en el mercado se encontró con un pobre hombre que estaba llorando que le dijo: “nunca lo conocí, pero estoy muy triste porque hemos perdido a alguien que daba esperanza al país”.

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