El apartheid o el estado alauita

Beirut, 06 de octubre de 2012

Hasta hace 50 años, los alauitas constituían una minoría marginal en Siria, que trabajaba en las tierras de terratenientes sunitas.  Esta secta religiosa es una rama del chiísmo, con un fuerte componente esotérico, hasta el punto de no ser considerados musulmanes por algunos estudiosos y teólogos del islam ortodoxo, ya que interpretan de forma alegórica el Corán, y  no ven como obligatorias la realización de las cinco oraciones diarias, el ayuno en Ramadán y la peregrinación a La Meca.

“Para los alauitas era impensable poder compra una vivienda o tierras en la costa de Latakia porque era una de las zonas más caras del país y la mayoría vivían en las áreas rulares de las montañas”, recuerda el doctor Rami del distrito de Jebla (Latakia).  Tras el golpe militar de 1970, el general Hafez al Assad tomó las riendas del poder y como buen estratega unificó las facciones del partido Baaz, y fortaleció su alianza con la minoría alauita, -a la que pertenece la familia Assad-, que representa el 10 por ciento de los 22 millones de sirios.

Con astucia, el padre del actual presidente sirio, Bashar al Assad, exprimió el concepto de solidaridad sectaria, dio tierras a los alauitas y colocó a un número desproporcionado de miembros de su comunidad en puestos de mando en los cuerpos de la seguridad interna, así como en las unidades militares de élite, como la Guardia Presidencial y la Guardia Republicana.

Hoy en día, el 90 por ciento de los puestos de altos cargos del Gobierno y fuerzas militares los ocupan alauitas. Otra de las alianza de poder de Hafez fue rodearse de hombres de negocios sunitas y cristianos. Con el dinero de las elites comerciales y el apoyo pretoriano de la minoría alauita, Assad padre se mantuvo en el poder por 30 años y dejó el testigo de mando en manos de su hijo Bashar.

Durante estos cuarenta dos años de la dinastía de los Assad se ha respetado el principio de laicidad institucional, por el que el Islam no es religión de Estado y asegura a las minorías religiosas un tratamiento de igualdad respecto a la mayoría sunita (75% de la población siria).

Pero ahora, tras cerca de dos años de enfrentamientos violentos, desde que comenzó el levantamiento popular para derrocar al presidente Assad, con 30.000 muertos según la ONU, la situación solo puede derivar en una guerra civil entre la mayoría sunita y la minoría alauita.

“El clan Assad ha logrado involucrar a la comunidad alauita en la represión y las matanzas. Militares,  fuerzas de seguridad, agentes de los servicios secretos y shabihas (matones a sueldo), han causado muchas víctimas entre la población sunita”, explica el analista libanés Bassam Lahoud.

Sentimientos de odio y venganza se han instalado en los corazones de los sirios y el conflicto sectario parece inevitable. El futuro del país es tan incierto como el destino de los alauitas cuando caiga Asad.

“En Siria te obligan a decidir: o estás con Asad o con la revolución. Como alauitas debemos defender al régimen y proteger a nuestra comunidad religiosa, es lo que nos enseñan desde jóvenes. Creemos que estamos en peligro, que los sunitas quieren masacrarnos, y si tú no matas, ellos te matarán a ti. Es la guerra santa”, sentencia Issa, alauita de 24 años, que huyó al Líbano porque temía por su vida.

Issa es estudiante de Biblioteconomía en la Universidad de Damasco y su hermano mayor es militar, al igual que otros familiares son miembros de las fuerzas de seguridad.  “Dos de mis tíos pertenecen a las fuerzas especiales, que cargan contra los manifestantes”, detalla el universitario.

Sus padres le pidieron que abandonara el país por su seguridad, pero ahora Issa se siente “un traidor” hacia su comunidad, porque “mi obligación es estar en Siria para defendernos”.

Taufic, de 19 años, es hijo de un oficial de la Guardia Presidencial en Tartus.  “Al principio muchos jóvenes alauitas apoyábamos la revolución.  Las manifestaciones pacíficas para exigir reformas políticas y libertades. Pero después se convirtió en una insurrección armada”,  lamenta Taufic, estudiante de Ingeniería en la Universidad  Al Baaz de Homs.  La universidad permanece cerrada desde septiembre de 2011, por lo que su padre le envió a estudiar a Beirut. “En Homs no hay una revolución; se ha convertido en una ciudad sin ley. Todo el mundo tiene armas y se matan los unos a otros, no por ideales políticos o por pertenecer a una u otra comunidad religiosa, sino que está lleno de asesinos a sueldo, de bandas criminales que matan o secuestran por dinero”, denuncia Taufic.

A este universitario alauita le gustaría volver a Siria para hacer el servicio militar, pero sus padre quiere para él un futuro diferente. “Mi padre no quiere que haga la carrera militar; él desearía que terminase mi carrera de ingeniero y que buscara trabajo en Europa porque en Siria no tenemos muchas oportunidades”.

Ante la falta de oportunidades laborales muchos alauitas han encontrado su futuro en las fuerzas de seguridad o el Ejército.

“Yo decidí ser policía porque es el camino más fácil. El régimen escoge a los alauitas para las fuerzas de seguridad. Tienes una carrera militar y un buen sueldo; mucho mejor que ser profesor o estudiar una carrera universitaria donde a penas tienes oportunidades en este país”, afirma el policía alauita, que ascendió a capitán hace unos meses. Mazem fue capturado por el Ejército Libre de Siria en una emboscada contra un puesto militar del régimen en Ubbine (provincia de Latakia). “Nos lavan el cerebro. Nos dicen que los sunitas son nuestros enemigos que si cae el régimen se vengarán de los alauíes y nos matarán a todos”, declara Mazem.

La división sectaria es una realidad palpable en Siria y  “la única solución es la creación de un estado alauita independiente, cuyas fronteras abarcarían desde la costa noroeste del país hasta la ciudad de Homs”,  advierte Paul Salem, del Centro Carnegie para Oriente Medio.

La solución de dos estado ya se hizo en época de la colonización francesa y en 1930 la provincia de Latakia pasó a denominarse Gobierno Independiente alauita. Pero poco después, en 1936 Latakia volvió a formar parte de Siria.

Esta teoría también la comparte el teniente coronel Abu Ahmad, un oficial rebelde que dirige un batallón del Ejército Libre de Siria en Salma, la segunda ciudad suni más importante de Latakia.

Según el oficial rebelde, “hay un acuerdo secreto entre el Consejo Nacional Sirio (CNS), -el principal órgano político opositor en el exilio-, y la comunidad internacional con el régimen de Assad para dividir el país y crear un estado alauita en Latakia”.

“Desde hace tres meses el CNS no nos ayuda. Nosotros no tenemos baterías antiaéreas o ametralladoras pesadas, a diferencia de los otros grupos del ELS que están luchando en Alepo, Homs, Idlid o Damasco. El CNS, a través de Qatar y Arabia Saudita,  está pagando un sueldo de unos 200 dólares y suministrando armamento y provisiones a los rebeldes que están luchando en otras provincias, pero a nosotros no nos dan nada porque quieren debilitarnos para que nos marchemos y así la zona quedará libre y se podrá formar un estado alauita en la región”, denuncia el teniente coronel  Abu Ahmad.

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