Demonstration in Sermen  ( Idlib  Province )

Binnish en alerta ante una inminente ofensiva del régimen.

Binnish, 22 de marzo de 2012

Los vecinos de Binnish, la segunda ciudad más poblada de la provincia de Idlib, con  40.000 habitantes, han aprendido a convivir con el miedo y la incertidumbre.

Durante la madrugada de ayer, las fuerzas del régimen atacaron con fuego de artillería la vecina Sermin, a sólo seis kilómetros. Desde la vivienda donde descansábamos pudimos escuchar las fuertes explosiones que se prolongaron durante horas. El asalto se saldó con cuatro civiles muertos, dos de ellos niños,  y más de una treintena de heridos, confirmó a este diario Abu Abdo, jefe local de Binnih.

“Todos las noches nos acostamos con el temor de que mañana nos atacarán a nosotros.  Qué le vamos a hacer. Estamos preparados para aceptar nuestro destino. Sólo Dios lo sabe”, exclama con resignación Abu Abdo.

En el centro de la ciudad, la vida sigue con normalidad. Los vendedores ambulantes montan sus puestos de fruta y verdura en los alrededores la rebautizada plaza de “Los mártires”, donde todos los viernes tras la oración del medio día se concentran los manifestantes. En el centro de la plaza hay una especie de monolito en el que han colgado las fotografías de los 17 mártires que perdieron la vida en el último ataque del ejército sirio hace cuatro meses. La ciudad de Binnish fue la primera en levantarse contra el régimen en toda la provincia de Idlib.

Las mujeres recorren el mercadillo, puesto por puesto, en busca de las mejores ofertas para llenar sus capazos de la compra.  Hay que ser muy previsor y ahorrador para administrar las pocas liras que les quedan en los bolsillos.  La crisis económica atenaza a los habitantes de las castigadas localidades de la siria rebelde. “Los precios han subido mucho. Somos pobres porque no hay trabajo. Además aunque podamos comprar alimentos es difícil encontrar productos básicos como el pan, la leche o los cereales”,  se queja Mariam, que tiene siete bocas que alimentar.

En los mostradores de las farmacias a penas se encuentran medicinas. “Se nos están acabando los suministros, no podemos tratar a los enfermos porque las medicinas nos las traen desde Idlib y ahora están cortados los accesos a la ciudad”, critica Mohamed, un farmacéutico, que ha tenido que enviar a su madre diabética a casa de unos familiares que viven en la megaurbe de Alepo, al noreste de Siria,  porque necesita insulina.

Los jóvenes deambulan por las calles sin nada que hacer o se reúnen en casas a fumar narguile y beber té.  Hasan y Ahmed Katib, estudiante de sexto de medicina y tercer curso de técnico informático, respectivamente, en la Universidad de Alepo,  llevan seis meses sin ir a las clases. Estos dos hermanos que nacieron en Emiratos Árabes Unidos fueron arrestados en Alepo y trasferidos a un centro de detención de los servicios secretos en la ciudad de Idlib, donde permanecieron detenidos durante trece días, porque en su carnet de identidad ponía que eran de Binnish. “Un hombre nos acusó de posesión de armas y de actividades terroristas. Nos sometieron a un interrogatorio, nos torturaron para que confesáramos que éramos terroristas”,  explica Hasan, antes de agregar que sus padres, que viven en Dubái, les pidieron que cruzaran ilegalmente a Turquía para después tomar un avión a Dubái. “Si tengo que morir prefiero hacerlo aquí, en mi país, en mi ciudad. No quiero hacerlo en otro sitio que no lo considere parte de mi. Se lo dije a mi madre y ella respetó nuestra decisión. No tenemos miedo”, asiente con determinación Husein, el hermano menor.

“Ahora vivimos tranquilos porque el Ejército Libre de Siria cuida de nosotros. Somos libres gracias a ellos, pero somos conscientes que la situación puede cambiar de un día a otro. Ahora no hay disparos, ni tanques, ni muertos en la ciudad y podemos pasear tranquilamente por las calles, pero nadie sabe qué pasará mañana”, comenta Lawrence, cuyo nombre fue elegido en honor a Lawrence de Arabia. Este universitario asegura que “Ahora sabemos cuáles son sus intenciones (las del Régimen) y no nos vamos a quedar en casa viendo como nos masacran. Si deciden entrar en Binnish,  la ciudad se convertirá en un infierno”, advierte este estudiante de Ingeniería.

En la última incursión de las tropas de Bashar al Assad a esta localidad, el Ejército Libre consiguió repeler el ataque y obligar a las fuerzas del régimen a retirarse de la ciudad tras cuatro días de asalto. Los agujeros de balas en las paredes de más de un centenar de edificios evocan la fiereza de los combates.

Muchos de los habitantes de Binnish, especialmente los menores,  no pueden olvidar el horror de aquellos días. “Los niños tienen miedo de ir a la escuela porque durante los cuatro días de ocupación arrestaron a tanta gente que la tuvieron que encerrar en los colegios y los niños aún viven con el trauma de ir a la escuela a ver a sus padres o hermanos encarcelados. Muchos de ellos necesitarán ayuda psicológica para volver a tener una vida normal”, manifiesta Mohamed Abdel Qader, profesor de Inglés.

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