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Bidones de TNT contra la población civil

Salma, Latakia, 21 de noviembre de 2012

A principios de junio pasado los rebeldes consiguieron romper el cerco de Lataquia, feudo alauita y cuna de la familia Asad,  y liberaron la ciudad sunita de Salma. Los combates duraron  varios días y tras tomar los edificios de la Seguridad y  un cuartel de la Inteligencia Militar y una comisaria de Policía,  avanzaron hacia Al Haffe, también sunita. La victoria de Salma impulso a los rebeldes a continuar su avance en el bastión alauita, pero las fuerzas del régimen con dureza y mucha violencia bloquearon el avance. Poco se ha hablado de la masacre de al Haffe, donde en un solo día, el 12 de junio, las fuerzas de Asad y los shabihas mataron a sangre fría a más de un centenar de personas en esta localidad, de mayoría suni.

“Los asesinaron cuando intentaban huir hacia Turquía. Mataron a familias enteras y colocaron sus cadáveres en aldea alauíes para provocar un conflicto sectario”, asegura Fawas, de 33 años, que huyó de Al Haffe con su familia. “Me gustaría poder volver a mi ciudad pero está tomado por el Ejército sirio y por eso hemos venido a casa de unos familiares  de Salma”, agrega su hermano Muder, de 36 años.

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Ahora los rebeldes, bajo el mando del teniente coronel Abu Ahmad, tienen su cuartel general en la localidad de Salma, desde donde dirigen las operaciones contra el Ejército sirio, a solo tres kilómetros al sur de la localidad.

Salma ha sido el destino turístico por excelencia de los suníes de Lataquia por su buen clima estival  y hermosas montañas. Sus 25.000 habitantes se duplicaban durante los meses de julio a noviembre, donde miles de familias venían a pasar las vacaciones. Ahora es un infierno en la tierra y solo 3000 vecinos se han quedado allí. La destrucción de los edificios recuerda que nadie podrá vivir en paz.

Desde que el Ejército Libre de Siria (ELS) tomó esta localidad ha sido sometida a intensos bombardeos y llueven bidones de dinamita desde el cielo. “Una mente criminal como la del régimen es capaz de cualquier cosa. Provocar la máxima destrucción con el menor coste”, critica el doctor Rami, cuyo hospital clandestino ha sido bombardeado en tres ocasiones. Ahora han cambiado de ubicación, a penas unos edificios más allá, de lo que queda del antiguo hospital, convertido en escombros. Dos bidones de TNT impactaron en el edificio, que por suerte no mató al personal médico ni a ningún paciente porque no había nadie ingresado. “nosotros dormíamos en el piso de abajo, en una especie de sótano, para protegernos de las bombas”. Según el doctor unas 100 personas han perdido la vida a causa de las explosiones de los bidones con dinamita.

Cuentan los locales que todos los días entre tres a cinco helicópteros sobrevuelan el cielo de Salma y lanzan un promedio de entre 10 y 15 bidones de TNT. “Es aterrador ver como van cayendo los bidones y no sabes que hacer; si correr hacia delante o hacia atrás o simplemente permanecer parado”, explica un vecino de Salma, cuya vivienda fue parcialmente destruida por un bidón que cayó muy cerca de la casa. Gracias a Dios todos estamos bien. Pero un vecino murió por la explosión”, explica el hombre, sentado en el porche de su casa.

Una mujer de mediana edad, que se identifica como Um Sahid, la madre de un mártir, que murió hace un par de meses cuando fue disparado por un francotirador regresaba en su vehículo después de llevar al frente a otros rebeldes.

“Regresamos en Ramadán (qué cayó a mediados de julio) porque Salma era segura”, explica la mujer. La familia se marchó cuando empezaron los combates en la ciudad entre las fuerzas del régimen y los rebeldes el 6 de junio.

“Ahora me da lo mismo vivir o morir. He perdido a mi hijo mayor. Mi vida ya no vale nada. Qué hay peor que una madre vea morir a su hijo”, exclama Um Shahid.

A pesar de ello, el menor de sus hijos, de 19 años, también es miembro del ELS.  “Estoy orgullosa de él, de que siga combatiendo por la revolución”, sentencia la mujer.

“Todo el mundo quiere que caiga Bashar al Asad; suníes y alauíes, pero muchos temen decirlo”, insiste Um Shahid, mientras nos invita a un te y una jugosa granada de su jardín. Cae la noche en Salma y todo el mundo espera a la suerte de la mañana siguiente.

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